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Miércoles, 23 de noviembre de 2005

CINE › GUSTAVO ALONSO Y “LA VEREDA DE LA SOMBRA”

Reconstruyendo a Polo, el personaje que cambió la TV

En el documental que se estrena este jueves, el director ensaya una investigación de Polo sobre Fabián Polosecki... o viceversa.

 Por Ana Bianco

El periodista Fabián Polosecki (1962-1994), mentor de los ciclos televisivos El otro lado (ATC, 1993/94) y El visitante (ATC, 1995), generó un estilo propio en la TV argentina, aún no superado. Polo tuvo un “ángel” para entrevistar a todo tipo de gente sencilla de una manera novedosa, hasta apoderarse de su alma y entablar una conversación como con un viejo conocido de toda la vida. Se sabía inquisitivo y entrador –herencia de su paso por el periodismo gráfico–, y sus silencios fueron su sello. El entrevistador de El otro lado, que armó a la manera del policial negro, y el programa con formato documental fueron merecedores de tres Martín Fierro entre 1993 y 1995. Luego, con la salida del aire de El visitante, la automarginación y una descompensación psíquica lo indujeron al suicidio en diciembre de 1996. Gustavo Alonso, director y guionista del documental La vereda de la sombra, hace un recorrido por la obra de Polosecki y, con imágenes de archivo de sus programas y filmaciones en los escenarios por donde pasó, devuelve como un espejo a Fabián Polosecki “vivo”.
En un sentido más amplio, el film refiere al desencanto político, a los cambios en el periodismo gráfico y a los nuevos formatos y lenguajes narrativos en la TV de los ’90. Alonso entrevista a amigos y colegas como José D’Amato (ver recuadro), Nacho Garassino, director de TV, Ricardo Ragendorfer, investigador periodístico, al escritor Pablo de Santis, al periodista Enrique Sdrech y a familiares de Polosecki, entre otros. La música es de Fernando Samalea y David Blaustein estuvo a cargo de la producción. La vereda... se proyectó en el VII Festival Internacional de Cine de Buenos Aires 2005. Frente al estreno de mañana en el Cosmos, Alonso se refiere a la posibilidad que tuvo Polo de acceder a los medios y hacer un quiebre en el standard televisivo de esos años.
–Polosecki provenía del periodismo gráfico. ¿Cómo logró ingresar en TV y crear un estilo propio?
–El que irrumpe en la TV es un personaje colectivo, soñado por él y sus amigos en largas noches de bares. Polo tenía un plus por haber trabajado en medios gráficos y los realizadores de su equipo, como Nacho, venían del cine y de hacer cortometrajes. José D’Amato era el único que tenía experiencia televisiva y era el referente de Polo. Esa conjunción de miradas aportaba a la TV de esos años gente que estaba articulando un lenguaje nuevo, que no había surgido de una reflexión concreta sino espontáneamente. Era la primera vez que aparecían simples historias de vida, comunes, nada despampanantes. Polo tenía un axioma: “Todos tienen algo para contar”. Ese era el abordaje del equipo, el respeto por escuchar una historia y dejarse llevar. Hoy a la distancia sobresalen relatos sobre travestis, ladrones y buscadores de oro. Si uno analiza la obra televisiva de Polosecki, los programas eran nada efectistas, podían referirse a un cartero o a un tipo que tenía cincuenta perros o a cualquier otro tópico y hacer de eso algo interesante. Esa era su marca.
–Usted habla de un trabajo en equipo. ¿Cómo eran los roles?
–En El otro lado, el de las ideas era Polo y contaba con un equipo de investigadores periodísticos que hoy tienen prestigio, como Marcelo Birmajer, Pablo Reyero y Ricardo Ragendorfer. Los textos en off los escribía Polito, y a partir del octavo programa se incorporó Pablo de Santis. A partir de ahí los dos escribieron y armaron el “personaje Polo”, el entrevistador, el investigador. El silencio que él creó en realidad era cagazo, dicho esto por él mismo, ya que desconocía las herramientas televisivas. Polito no tenía una mirada editorial sobre los entrevistados, lo importante era la escucha. El visitante era un programa autorreferencial.
–Polosecki militó en el Partido Comunista, era habitué de los bares de la calle Corrientes y ejerció el periodismo en Radiolandia, en Nuevo Sur y Página/12, entre otros. ¿Cuántos Politos rescató usted?
–Muchos. La búsqueda era por el lado de la militancia o por el lado profesional como periodista o el trabajo gremial. La tele encarnaba un poco la decepción con las prácticas anteriores: el fin de la militancia, el desencanto de la calle Corrientes, que había cambiado definitivamente. El ser multifacético correspondió a una época. Algunos periodistas podían ir a la calle Corrientes, ser combativos gremialmente y tener ideales. Daba la sensación de que todo era posible. Los ’90 marcaron un cambio y él tiene la posibilidad de entrar en esa grieta y hacer tele en los términos más capitalistas que uno pudiese pensar. Ingresó a ATC durante la gestión de Gerardo Sofovich: empezó como columnista en ATC en la trasnoche de Pettinato, Rebelde sin pausa, y surgió la posibilidad de hacer un programa propio. El personaje Polo estaba inspirado en el cine negro americano, era periodista y contaba historias con su voz en off.
–El documental devuelve un Polo “vivo”...
–El hecho de que Polito haya construido un personaje de ficción me habilitaba para que ese personaje sea quien buscara esas miradas. Es decir, Polo está investigando quién es Fabián Polosecki o viceversa. En El otro lado, su alter ego se llamaba igual que él. Polo usaba su propia campera y no aceptaba canje de ropa. Yo pensé esta película como un testimonio que rescate la época del ’80 y del ’90. Para los jóvenes, Polito es un personaje de culto, reivindicado por la Carrera de Comunicación pero no conocido. Gastón Pauls lo cita como influencia concreta. Ahora se están pasando los programas por Ciudad Abierta y la gente que los vio me preguntó cómo conseguí un actor tan parecido a Polo, creían que se trataba de una recreación.
–¿Por qué terminó la película con Polo charlando con sus vecinos?
–Es un recuerdo, y en ese fragmento están los cuestionamientos que se le hacían. Una vecina le dice a Polo que debería estar mejor vestido y tener un auto. Es un recorte que sintetiza su obra televisiva. Ahí se ve el cruce entre el Polo televisivo y Fabián Polosecki como un vecino de barrio. Me refiero al anteúltimo programa de El visitante, sobre el barrio de Saavedra, donde él va a buscar a un loro que canta la Marcha Peronista. Polo podía hacer una nota dando vuelta a la manzana y tocarle el timbre a cualquier vecino. Tenía un tercer proyecto que no concretó, El aprendiz, que trascendía el hecho de escuchar una historia que le contaban para hacerla él mismo.

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“Sus programas no eran efectistas”, dice Alonso.
 
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