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Jueves, 11 de septiembre de 2008

CINE › DENNIS GANSEL, JENNIFER ULRICH Y EL CONFLICTO QUE PLANTEA LA PELíCULA LA OLA

“La pregunta es qué haría cada uno en ese lugar”

El film, que se verá hoy en la apertura oficial y mañana tendrá función pública, muestra cómo un “ejercicio de grupo” deja asomar una tendencia totalitaria. El director y la actriz analizan cómo la historia influyó al elenco mismo.

 Por Oscar Ranzani

En el año 1967, un profesor de historia de un instituto de Palo Alto (California) quedó estupefacto frente a la pregunta de uno de sus alumnos acerca de cómo era posible que el pueblo alemán alegara ignorancia ante la barbarie nazi y el Holocausto. Lo único que se le ocurrió al docente fue realizar un experimento social en el colegio: bajo un sistema de dura disciplina y modificando ciertos factores de relaciones sociales los hizo interactuar y, como consecuencia, crear un movimiento que se llamó The Third Wave. Poco a poco, los estudiantes modificaron sus conductas y se tornaron más violentos y agresivos contra quienes no pertenecían al grupo en el que se disolvían sus propias subjetividades. El profesor decidió abortar el experimento.

Inspirado en este hecho real, el director alemán Dennis Gansel realizó La ola, un film de ficción que no puede pasar inadvertido: en su película trasladó el experimento nada menos que a una escuela de su país y la propuesta surge de la boca del profesor, quien les consulta a sus alumnos si creen que es posible que una dictadura pueda volver a instalarse en la Alemania actual. El docente crea un juego muy peligroso: se pone el traje de líder de un experimento social en clase y los alumnos poco a poco se van interesando. En principio, el régimen de disciplina indica que todos deben ponerse de pie cuando el docente entre a la clase y también cuando cada uno pida la palabra. Luego deben vestirse todos con la misma vestimenta, crear un nombre al grupo: La ola. Después, idean un estandarte. Posteriormente, un saludo colectivo (copiado del régimen nazi). Y así sucesivamente. Casi todos comienzan a modificar sus comportamientos, tornándose agresivos y violentos con quienes no se suman al grupo. Finalmente, casi todos sucumben a la manipulación sobre la que se erigen los sistemas autoritarios y todo desembocará en una tragedia.

“Siempre me surgió esta pregunta de cómo surge el fascismo y cómo se lleva adelante. Entonces, yo me preguntaba: si se llevara a cabo un experimento como éste hoy en día, ¿cómo sería esto y qué rol ocuparía yo dentro de este experimento? ¿Sería una persona que se opone? ¿Me estaría subsumiendo? La gran pregunta sería: ¿cómo sería esto si sucediera en Alemania hoy en día?”, comenta Gansel en la entrevista con PáginaI12, quien vino a presentar La ola en el Octavo Festival de Cine Alemán (ver aparte), junto a la actriz Jennifer Ulrich, quien encarna a Karo, una chica que se da cuenta de que el experimento puede terminar mal y se termina apartando de la experiencia. La ola podrá verse mañana viernes a las 17.50 en el Village Recoleta (repite el sábado a las 22.15 y el miércoles 17 a las 12.30).

–¿Qué es lo que lleva a personas normales a apoyar sistemas autoritarios hasta el punto de ejercer la violencia en su nombre?

Jennifer Ulrich: –Esto surge principalmente a partir del deseo de buscar algo. Puede llegar a ser por la insatisfacción general, la disconformidad o algo que nos llame la atención a todos. Creo que hoy en día, todos necesitamos sentirnos parte de un grupo en la comunidad y, a partir de eso, uno se olvida de su individualidad. Entonces, en un momento se llega a que la opinión propia ya no cuenta tanto, sino que se mezcla con la de los demás. Y al fin y al cabo, lo que más cuenta es el grupo. Uno pierde la relación de ver las cosas desde afuera y por ahí comienza a hacer cosas que, en otro momento, hubiese considerado como malas o injustas: ya no se cuestionan. Los demás también deciden por uno. Siempre está la presencia del miedo a ser eliminado del grupo. Y creo que el camino típico para que estas cosas se lleven adelante es, primero, esta idea que nos une porque todos queremos lo mismo. Pero después, se convierte en un problema porque es sólo eso lo que cuenta.

–¿La película cuestiona el magnetismo que provoca en el individuo sentirse parte de la masa?

Dennis Gansel: –Lo que buscábamos era que el espectador pudiera sentir cómo suceden estas cosas y que entienda cómo uno puede caer en estos sistemas. Es muy importante relacionarlo con el hoy en día. Podemos decir que ochenta millones de personas se vieron afectadas por Hitler o cayeron en su trampa. Pero es importante que sepamos que todo esto puede llegar a surgir de otro modo o de una manera muy similar.

–¿Que tipo de debate se disparó en Alemania a partir del planteo de la película?

J. U.: –Lo primero que surge es una discusión más personal: ¿qué rol hubiese ocupado yo? ¿Qué es lo que yo hubiese hecho? Estas son las primeras preguntas que uno se hace después de salir del cine y confrontarse con todo este proyecto y estas ideas. Esta película habla directamente con nosotros y evoca estas preguntas porque, según la edad de la persona que mira la película, podría haberles sucedido a ella misma o a sus hijos. El otro gran tema de discusión es si puede llegar a ocurrir algo así en Alemania nuevamente, después de toda la historia que nosotros ya vivimos.

–Aun en la Alemania unificada, ¿a qué respuestas arriban respecto de si podría llegar a gestarse una dictadura si se dieran los factores que se plantean en el film?

D. G.: –Es una pregunta muy interesante, porque justamente Jennifer viene de Alemania Oriental y yo, de Alemania Occidental. Es muy difícil contestarla porque siempre estamos hablando de un caso hipotético. Pero hemos observado en los últimos años que cuando decae la economía, los partidos de derecha suman muchos más adeptos. Por ejemplo, hemos llegado a un 14 por ciento de adeptos en 1992-1993 cuando, en realidad, la crisis sólo había hecho un pequeño movimiento que no había sido dramático. Pero yo creo que sí puede llegar a ser posible. Habría que ver qué es lo que puede llegar a suceder con una crisis económica muy importante, cuando estemos hablando de ocho o nueve millones de desocupados o una gran inflación, como sucedió en Argentina hace unos años. Me gustaría observar cómo reaccionarían las personas frente a un partido radical que se presenta con soluciones muy extremistas diciendo que con eso pueden solucionar el problema.

–¿Cómo juzgan el método que emplea el profesor para mostrarles a los alumnos qué es una dictadura?

J. U.: –Opino que es muy importante tener acercamientos prácticos a distintos temas, especialmente en el colegio, porque eso puede resultar mucho más fácil para los alumnos. De por sí, es muy difícil llamar la atención de los alumnos, pero por lo que sucedió con este proyecto no me parece que sea una buena idea: observamos que el profesor también pierde influencia sobre el grupo y él también se pierde en este proyecto. Asume mucho el rol y la posición que ocupa, y eso puede llegar a ser muy peligroso, especialmente porque las personas jóvenes muchas veces no pueden tomar decisiones tan buenas o positivas como los adultos que los doblan en edad. Por eso, es difícil cuando el que lidera el proyecto no puede mantenerse dentro del marco establecido. Creo que hay otros métodos que pueden llegar a ser más útiles. Hoy en día, deberíamos darles estímulos a los jóvenes para que piensen sobre ciertos temas, que se cuestionen, que se pregunten, porque creo que ellos saben cómo encontrar caminos muy rápidamente para empezar a lidiar con varios temas, sin que sean forzados.

–Jennifer, su personaje, se da cuenta a tiempo de que la situación se le está yendo de las manos al profesor. ¿Por qué? ¿Qué es lo que alcanza a percibir?

J. U.: –Tuvimos mucho cuidado con que mi personaje no fuera desde el principio el antagónico o la persona anti ola. Queríamos buscar un punto de identificación y dejamos que, al principio, ella también se perdiera en todo este proyecto. A partir de la idea de que todos tienen que usar camisa blanca y ella se opone y quiere usar la roja, recién ahí ella se da cuenta de lo que implica querer hacer algo diferente al resto. Ella, entonces, se opone a este movimiento, demuestra mucho coraje y al final pierde todo: sus amistades, la familia, pertenecer a este grupo de comunidad que era algo muy importante para ella. Pero, al fin y al cabo, defiende su propia opinión. Ella recién se hace todo este cuestionamiento a partir de la idea de qué sucede cuando yo hago algo diferente.

–¿Se preguntaron haciendo y participando del film cómo reaccionarían ustedes si se dejaran arrastrar por ese espíritu colectivo?

J. U.: –Lo primero que nosotros hicimos cuando comenzamos a filmar fue preguntarnos: ¿qué rol hubiese ocupado yo? Y creo que la mayoría de nosotros estuvo pensando: a mí esto no me pasaría. Pero creo que después de la semana o semana y media que estuvimos ensayando, hicimos algunas pruebas y nos preguntamos mutuamente algunas cosas que estábamos equivocados en pensar que eso no nos iba a afectar. Muchos de nosotros también se hubiesen perdido en esta ola. Personalmente, yo no hubiese sido como Karo, por lo menos no a esa edad. No sé si hubiese sido tan valiente de enfrentarme a todo el grupo y perder a todos mis amigos. Creo que me hubiese retirado en el momento en que se hubiese vuelto violento o agresivo.

D. G.: –Yo hubiese estado más del lado de los opositores, de quienes estaban en contra de este movimiento. Durante toda mi vida, siempre estuve buscando grandes ideas para también unirme a ellas. Por lo tanto, creo que si me hubiesen presentado una muy buena idea con un contenido interesante con el que yo me hubiese sentido identificado, por ahí también hubiese caído en las redes.

–¿Aunque el sistema que le plantearan fuera autoritario?

D. G.: –No. Pero muchas veces son muy difíciles de reconocer estos movimientos dictatoriales o autoritarios. Creo que una dictadura muy hábil, esa idea autoritaria al principio la esconde porque uno tiene esta sensación de que llegó un nuevo tiempo, de que podemos cambiar las cosas. Yo tengo un amigo serbio que cuenta que al principio, cuando Milosevic llegó al poder, todo el mundo pensaba que iba a surgir una nueva democracia después de cuarenta años de socialismo. Pero unos años más tarde empezaron con los primeros campos de concentración y empezaron a asesinar a su vecinos, los albanos. Esto surgió después de un año, año y medio. Cuando uno quiere conquistar al pueblo tiene que hacerlo de una manera muy hábil.

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“Deberíamos darles estímulos a los jóvenes para que piensen sobre ciertos temas, que se cuestionen, pregunten.”
 
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