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Miércoles, 21 de enero de 2009

CINE › ENTREVISTA A OLIVIER ASSAYAS, DIRECTOR DE LAS HORAS DEL VERANO

“Las raíces siguen estando allí”

Como en las obras de Chéjov, en el film que se estrena mañana todo transcurre en una especie de siesta permanente. Su director habla aquí de ese reencuentro familiar en el que, a la vez, él se reencuentra con el cine francés.

 Por Noelle Demichet

Es difícil resistir la tentación de ver Las horas del verano como una vuelta a casa por parte de su realizador, Olivier Assayas. Tras ejercer la crítica de cine en la legendaria Cahiers du Cinéma, desde mediados de los ’80 Assayas viene construyendo una obra ecléctica que resulta, a la vez, inconfundible. Ingresó al cine como coguionista de dos de los films más febriles de André Téchiné (Apasionados, 1985, y Toda una mujer, 1986) y se consagró internacionalmente con Irma Vep (1996), puesta en abismo cinéfila y declaración de amor por la beldad hongkonesa Maggie Cheung, con quien se casaría un par de años más tarde.

Lo de “vuelta a casa” tiene que ver, en primera instancia, con que Las horas del verano narra un reencuentro familiar. Pero también con que últimamente Assayas se había aventurado en terra incognita, fusionando, con suerte variada, cine de género y cine de autor, como modo de abordar la posmodernidad. Protagonizados por gente como Michael Madsen, Gina Gershon y Asia Argento, tanto el thriller informático Demonlover (2002) como el tecnothriller de espionaje Boarding Gate (2004) hablaban una Babel de lenguas, en boca de vastos elencos internacionales. Con su último film Assayas retoma el francés, dicho esto tanto en sentido idiomático como de representación.

Estrenada con muy buena repercusión en Cannes 2008, Las horas del verano reúne a Juliette Binoche, Charles Berling y Jérémie Renier (protagonista de La promesa y El niño, de los Dardenne), como hermanos que, durante un fin de semana, se reencuentran en la vieja casona solariega de los padres. Como en Chéjov y Yasujiro Ozu, todo parecería transcurrir en una eterna hora de la siesta, entre sobremesas bien servidas y largas charlas sin apremios. Nada de lo cual impide detener la mudanza, la muerte, el paso del tiempo. Con estreno anunciado para mañana, Las horas del verano será, luego de Irma Vep, Los destinos sentimentales (2000) y Clean (2004), la cuarta película del autor que llegue al circuito comercial porteño.

–¿El film surgió de un encargo?

–Sí, era parte de una serie de cortos encargados por el Museo de Orsay a distintos cineastas, que el museo tenía intención de financiar en ocasión de su vigésimo aniversario. Pero el Ministerio de Cultura de Francia no autorizó el pago y el proyecto quedó abortado. Hou Hsiao-hsien siguió adelante y filmó un largo: su película más reciente, El vuelo del globo rojo. Yo hice lo mismo y de allí surgió Las horas del verano. De todas formas, un poco a modo de reparación el Museo de Orsay contribuyó con ambos largometrajes, permitiéndonos filmar en sus salones y prestándonos obras de arte, que pudimos sacar del edificio. En mi caso era esencial, ya que el padre de mi película es un viejo artista, que en su colección particular cuenta con obras famosas, como algunas de Otilon Redon y Louis Marjorelle.

–¿Cómo se dio el paso del corto al largo?

–Para el corto yo había apuntado ideas que me interesaba plantear. Eran ideas muy abstractas: la relación entre el arte y la vida y entre las personas y la naturaleza. Así como el hecho de que, por más ligado que esté a la experiencia real, el arte termina fatalmente enterrado en museos. Cuando tuve que bajar estas ideas a tierra, me pareció que todo esto podía encarnarse en una familia. Imaginé una estructura en dos actos. En el primero la familia se reúne, y allí puede verse la relación que tienen con los objetos de arte de su casa. En el segundo, vemos cómo esas obras van a parar al museo. Al Museo de Orsay. Con lo cual se cierra el círculo.

–¿Cómo recibieron esto las autoridades del Museo de Orsay?

–Durante el rodaje estaba un poco nervioso con este tema, temía que pudiera chocarles, que se sintieran traicionados. Pero cuando vieron la película les encantó. Lo cual no es tan raro, porque los propios curadores se hacen esta clase de preguntas sobre el destino del arte. Lo que la película plantea está en sintonía con el pensamiento actual de los museólogos.

–La película representa un quiebre en relación con lo que usted venía haciendo últimamente, como si hubiera querido regresar a una etapa previa de su obra.

–Después de Fines de agosto, comienzos de septiembre y Los destinos sentimentales sentí la necesidad de una ruptura, me sentía sofocado por esa cosa tan francesa y tuve el impulso de salir corriendo. Fue así que surgieron mis películas más recientes. Una vez que el tiempo pasó, la sensación de ahogo cedió y tuve deseos de reconectarme con cosas que había dejado atrás. De allí surge Las horas del verano.

–Uno de los temas de la película parecería ser el modo en que una cultura se conecta, a través del tiempo, con sus propias obras, su propia producción.

–En líneas generales y en forma creciente, la gente tiende a darle la espalda a su propia cultura, a sus raíces. Yo creo que esas raíces siguen estando allí, y es bueno reconectarse con ellas. Aunque eso no tiene por qué ser lo único con lo que la gente se conecte, hoy en día. Estoy muy lejos de ser un reaccionario o un nacionalista. Más bien tiende a acusárseme de lo contrario. Creo que las raíces de cualquier habitante del mundo moderno residen en la cultura pop universal.

–Esta confrontación entre tradición y modernidad, entre lo provincial y lo global, aparece expresada en los propios personajes.

–Esa era la intención. El personaje de Juliette (Binoche) es una artista que vive en Nueva York, mientras que su hermano más joven es un ejecutivo que trabaja para una gigantesca corporación, en Asia.

–¿Y películas como ésta son su manera de reconocer que sigue habiendo un mundo, de este lado de las fronteras?

–Sí, seguro, creo que ésa es una contradicción que me expresa bien.

Traducción, adaptación e introducción: Horacio Bernades.

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Olivier Assayas comenzó el proyecto de Las horas del verano como un cortometraje.
 
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