Cuesta reconocer en el Bono que hace tres días le cantaba a Barack Obama a aquel que el lluvioso 5 de junio de 1983 se subió al techo del anfiteatro Red Rocks, en el paisaje montañoso de Colorado, Estados Unidos, y sostuvo una bandera blanca, eterno símbolo pacifista. No es que ahora U2 juegue para el armamentismo ni nada por el estilo, simplemente se trata del paso del tiempo: aquellos raros peinados nuevos de principios de los ’80, la piel tersa, nada de gafas para sostener los cambios de look... En esos días en los que el pospunk de guitarras era casi la única opción ante el pop sintético, U2 comenzaba a escribir su historia grande, que convirtió a su carismático líder tanto en una estrella de rock planetaria como en un activista (¿lobbista?) de cuanta causa noble apareciera sobre la Tierra. La gira de War fue la que le dio visibilidad a U2, especialmente gracias a la inteligencia de su manager Paul McGuinness: a él se le ocurrió trasladar a las bandejas y a las videocaseteras toda la energía de los shows de los irlandeses. Un cuarto de siglo más tarde, el disco y la película Under a blood red sky acaban de reeditarse en versiones remasterizadas, justo antes del lanzamiento del decimosegundo álbum de estudio de la banda, No line on the horizon, que saldrá el 2 de marzo.

La versión en DVD de Under... fue expandida con cinco canciones que no aparecían en el VHS original, se le agregaron los comentarios del director Gavin Taylor y una mezcla en 5.1. El CD, en cambio, todavía contiene los mismos ocho tracks que el vinilo; los únicos extras son fotos y textos nuevos a cargo del crítico Anthony De Curtis. Para los que no son fans acérrimos, hay que aclarar que el disco sólo trae dos canciones grabadas en el histórico concierto en Red Rocks: el resto se registró en Boston y en St. Goarshausen, Alemania. Poco importa, en realidad, porque las dos versiones son igualmente vibrantes, conmovedoras e irrepetibles. Bono se comía el escenario sin necesidad de gestos grandilocuentes, The Edge mostraba los universos que cabían dentro de su guitarra, Adam Clayton (¡con rulos!) sostenía el andamiaje con su bajo y su inventiva, y Larry Mullen Jr. les pegaba a los platos con una fuerza que derribaba montañas.

Under... fue, también, el comienzo de la historia de amor entre U2 y Estados Unidos. Por un lado, los cuatro chicos católicos fueron percibidos de otra manera a partir del disco y la película, especialmente gracias a las incendiarias versiones de canciones como “Gloria”, “I will follow”, “Sunday bloody sunday” (“ésta no es una canción rebel- de”, la presentaba Bono) y “New Year’s day”. Por otro, los músicos se embarcaron en un viaje por los monumentos y mitos del país, cuyo resultado fue su siguiente álbum, The unforgettable fire. Por eso, Under... es el mejor testimonio de la fuerza y la pureza del U2 primigenio, ese que tantos fans extrañan.