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Lunes, 28 de septiembre de 2009

CINE › ANDRéS CUERVO Y SU DOCUMENTAL SOBRE HAROLDO CONTI

Un río que va lleno de libros

El retrato postergado, que se verá hoy en la Biblioteca Nacional, cerrará una historia trunca desde hace 30 años, cuando su padre, Roberto Cuervo, estaba rodando un film sobre Conti. La desaparición del escritor y la muerte del director abrieron un trágico paréntesis.

 Por Ana Bianco

¿Cuántos Haroldos reviven con su propia voz e imágenes en el documental El retrato postergado, del director Andrés Cuervo? Es el Haroldo de Chacabuco y la siesta pueblerina, que acompaña a su padre tendero a vender por los pueblos, el militante del PRT que disfruta de la naturaleza, de la pesca y de su casa del Tigre, y un escritor exquisito, según Marta Lynch. El Haroldo sufriente a la hora de escribir, aunque de a ratos abandona esa tarea para arreglar una simple batidora, hacer pan casero y perderse en una charla de sobremesa con Rodolfo Walsh y ocasionales vecinos, como muestra una foto en la película.

Roberto Cuervo entrevistó a Conti –único registro fílmico– para su documental Retrato humano de un escritor. Grabó las voces de Marta Lynch y de Eduardo Galeano, pero el trabajo quedó sin terminar por la trágica desaparición de Conti en el ’76 y por el accidente del ’79, en el que el mismo Cuervo perdió la vida. Con El retrato postergado, el debutante Andrés Cuervo cumple con el mandato familiar y concluye la historia: “Cuando muere mi viejo, yo tenía 11 meses y mi madre esconde la película en un ropero y le comenta a todo el mundo que la quemó. En el ’83, lo llama a Marcelo, el hijo de Haroldo, y le dice: ‘Tengo vivo a Haroldo’. Marcelo y su hermana, Alejandra, viajan a Lincoln y mi mamá les entrega la lata. Era Haroldo registrado por mi papá. En democracia, ese material fue proyectado en infinidad de lugares. La película dura cuarenta minutos y tengo además un montón de horas de audio. En mi película –realizada con un crédito del Incaa– la mayor parte del audio es de archivo y hay pocos entrevistados porque Haroldo habla por sí mismo. A Cacho Barrientos, un gran amigo de Chacabuco, le pedí que me contara una anécdota sobre él, pero preferí editar a Conti hablando por sí mismo. Es un documental con Haroldo vivo, en imagen y hablando con su propia voz, moviéndose”.

–¿Cuántos Haroldos descubrió?

–Crecí sabiendo de la existencia de esta película, y con mi mamá hablándome de Haroldo, el amigo de mi padre. Haroldos hay muchos, disímiles e incompatibles. Yo encontré un Haroldo más cercano a su figura, un hombre super espiritual y con una fe ciega, que de chiquito leía El candor del Padre Brown, de Chesterton. Haroldo creía en la revolución con la misma fe que tenía cuando era seminarista en Villa Devoto. La fe está comprometida con su vida. y con su forma de pensar. Era un tipo común, que iba al Tigre y cortaba las malezas. Como él mismo dice: “Ser escritor es una circunstancia de mi vida”. Cuando uno lo lee, está viendo el corazón de Haroldo. La poética en su escritura surge por el compromiso real con lo que vive. El escribe de lo que sabe: del Tigre, de la miseria de los chicos de la villa, descripta en el cuento “Como un león”. Escribe acerca de lo que ve y le duele. Galeano dice en la película: “A Haroldo le duelen más que las propias, las heridas de los demás...”

–La escritora Marta Lynch, ubicada en las antípodas ideológicamente, se refiere a la obra de Conti y a su militancia.

–Mi papá la entrevistó para preguntarle sobre la militancia de Haroldo. Lynch transmite que le encanta la obra de Haroldo y remarca el refinamiento de su escritura. El audio es de 1975 y ella habla de Haroldo como un exponente de la nueva literatura de ese momento. Dice que él va a seguir creciendo como escritor si no se enreda... refiriéndose a la cuestión política.

–En la película, Conti es lapidario respecto de cómo entiende Mario Vargas Llosa el concepto de libertad en Cuba...

–Conti dice: “No amo la libertad en abstracto como podría hacer Vargas Llosa... Creo que a veces inclusive hay que sacrificarla, la de uno mismo y a veces la de los demás, por un bien social mayor”. Vargas Llosa era contrario a la postura del gobierno cubano en relación con el caso Padilla.

–¿Cómo tomó cuerpo en usted la idea estética de un río lleno de libros?

–Haroldo era un hombre al que le gustaba el río, y elegí ese río de libros como el transcurrir de su literatura. El documental está realizado de punta a punta, como yo lo había soñado, con todos los detalles, las escenas y los tamaños de los planos. El storyboard (guión gráfico) prueba qué fui a buscar en cada toma. Al director de fotografía, Jorge Crespo, lo conocí por Homo Viator, película a la que mi familia cedió el archivo fílmico y en la que Grandinetti personifica a Conti. Crespo me propuso una estética que combina los sepia intervenidos con los colores reales. El resultado es un tono onírico aunque atado a la realidad. Yo mismo hice la animación de stop motion de la máquina de escribir, que quedó hecha añicos, un símbolo de la literatura. Esto refuerza lo que yo sentía con el secuestro de Haroldo. Un ataque feroz perpetuado a la persona y a la literatura.

–¿Cómo fueron elegidos los rostros que aparecen en el cierre del documental?

–Mi papá estaba filmando un retrato y entonces pensé en un cuadro con la foto de Conti, que no es el único retrato que aparece. También está el de Rodolfo Walsh, el de Paco Urondo, el de Raymundo Gleyzer y el de un montón de desaparecidos anónimos, elegidos al azar, que necesitan también ser recordados.

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“Haroldo creía en la revolución con la misma fe que cuando era seminarista en Villa Devoto”, dice Cuervo.
 
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