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Jueves, 17 de enero de 2013

CINE › TRES, DEL REALIZADOR ALEMAN TOM TYKWER

Confusiones múltiples en pantalla dividida

 Por Horacio Bernades

En una escena de Tres, la protagonista le comenta a su pareja, en un cine, que no sabe qué le pasa, pero no puede seguir la película. Algunas escenas más adelante, mientras asiste a una presentación sobre investigación celular, se distrae pensando en cuadros eróticos del artista plástico Jeff Koons, y reflexiona en off sobre su incapacidad de concentrarse en un solo tema. Un poco lo mismo parece sucederle a Tom Tykwer, realizador de Corre, Lola, corre y correalizador, junto a los hermanos Wachowski, de Cloud Atlas, actualmente en cartel. Voces en off, pantallas divididas, fantasías camp (el fantasma de la mamá del protagonista, abordándolo en la calle bajo la forma de un ángel) y un par de cánceres son algunos de los múltiples condimentos con los que, más que abordar su asunto, Tykwer abre desvíos que tienden a distraer... ¿de qué? De todo un cliché de cierto cine europeo, que vendría a ser el corazón de la cosa (si es que la cosa tiene algún corazón): la rutina de una pareja aburrida de sí misma, que encuentra en un tercero la posibilidad, o fantasía, de un reload erótico.

Todo es arbitrario en Tres. Y tan fragmentario como el propio encuadre, en escenas en las que Tykwer recurre, sin muchas razones que lo justifiquen, a dividir la pantalla en acciones simultáneas. La protagonista, Hannah, es conductora de un programa cultural en la tele. Pero se la ve poco y nada conduciendo programas culturales en la tele. Simon, su pareja desde hace veinte años (viven juntos, pero no están casados) trabaja de... ¿De qué trabaja? Algo que tiene que ver con el arte y la cultura, seguro. Adam se llama el rubio, con pinta de nazi o de robot malo de película de ciencia ficción (mala) que seduce a ambos. ¡Ah, Adán! Como en Corre, Lola, corre, Tykwer vuelve a recurrir –no se sabe muy bien si como producto de alguna clase de concepción filosófica o simplemente porque le resulta práctica, como una suerte de plasticola narrativa– a los encuentros azarosos. Azarosos hasta decir basta.

Desde el momento en que Hannah ve a Adam exponiendo sobre las células, no deja de encontrárselo en los lugares y ocasiones más dispares: la calle, el teatro, un picadito de fútbol... Como si más que Berlín esto fuera Junín. ¡Y al mismo tiempo también Simon conoce a Adam, en una piscina superfuturista! Porque a Tykwer –ganador del German Films Awards a la Mejor Dirección, por esta película– le tiran la hipermodernidad, la textura cristalina del digital, las impecables superficies visuales, los diseños arquitectónicos (la triple piscina futurista berlinesa es realmente increíble), los planos como de fotografía de libro de mesa ratona, la dispersión y fragmentación narrativas (que dan como cool...). Pero cool también quiere decir frío y ésa es la temperatura a la que Tres se friza, con sus personajes como robotizados por el guión. Guión que le prescribe un cáncer de páncreas a una, otro de testículo al otro, la masturbación del rubio al destesticulizado en un vestuario, su eyaculación sobre el pecho del otro, células intervenidas bajo un microscopio, reflexiones sobre la legitimidad de la prohibición del uso del velo a las mujeres musulmanes en Europa, la ética de los laboratorios farmacéuticos, y así al infinito.

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El modernismo cool de Tres termina resultando frío.
 
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