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Jueves, 22 de enero de 2015

CINE › FRANCOTIRADOR, OPUS 34 EN LA FILMOGRAFíA DEL ACTOR Y DIRECTOR CLINT EASTWOOD

Viaje al interior de una máquina de matar

Sin caer en el patrioterismo ni en el panfleto antimilitarista, la nueva película del veterano realizador sigue al sniper Christopher Scott Kyle con rigor y un uso magistral de la acción y el suspenso: retrato certero de un soldado hiperentrenado en terreno iraquí.

 Por Diego Brodersen

A los 84 años, Clint Eastwood no sólo no descansa sino que se mantiene más activo que nunca. Allá por 1992, muchos vieron en Los imperdonables una suerte de réquiem, de despedida del cine, idea refutada con creces por los dieciocho largometrajes que llegarían en las dos décadas siguientes. Opus 34 en su filmografía –nominada a tres premios Oscar, incluido el de Mejor película, y sorpresivamente el mayor éxito comercial en toda su carrera–, Francotirador viene precedida de no pocas polémicas, centradas casi exclusivamente en el tono elegido para retratar la vida y la obra de Christopher Scott Kyle, miembro de los Navy Seals que, en su rol de francotirador experto de ese brazo de la Marina norteamericana, ostenta el record de 160 muertes confirmadas, todas ellas durante la ocupación de Irak post 11-S. Basado parcial y libremente en el libro autobiográfico del propio Kyles, el guión de Jason Hall se detiene horas antes de su muerte, acontecida el 2 de febrero de 2013, cuando éste y un amigo fueron asesinados por otro veterano de guerra en un campo de tiro.

Pedirle credenciales a Eastwood a esta altura del partido parece no sólo inaceptable sino un poco ingenuo. Más allá de su imagen de duro y de la inoxidable identificación del público con la figura de Harry el Sucio, CE siempre ha sido un republicano de la línea blanda (se ha manifestado públicamente a favor del matrimonio homosexual y del control de armas de fuego, y en contra de las aventuras bélicas de Irak y Afganistán), y basta con volver a ver su díptico sobre la Segunda Guerra, La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jima, para corroborar su visión sobre el concepto de patriotismo o para confirmar que es capaz de ponerse en el lugar del Otro, del eventual enemigo. Pero Eastwood no es De Palma ni Francotirador es Samarra, y esperar del director de Los puentes de Madison una apología antimilitar es casi tan disparatado como pedirle a Oliver Stone un panfleto imperialista. ¿Es Francotirador una oda simple y llana a los soldados estadounidenses y su rol de policía mundial, o hay algo más detrás de la tersa superficie de su clasicismo narrativo?

Francotirador comienza in medias res, con Chris Kyle (Bradley Cooper, en un rol que le ha valido una nueva nominación al Oscar) apostado sobre la terraza de un casa iraquí, atento a lo que ocurre a su alrededor a través de la mira telescópica de su rifle. Es su bautismo de fuego en suelo extranjero y lo que sigue es la primera prueba como sniper profesional: un niño cargado con una granada antitanques comienza a correr hacia los soldados estadounidenses apostados a unos metros. Un corte preciso altera la temporalidad y ubica la acción unos veinte años antes, con un Kyle niño acertando un tiro a distancia y matando a un alce junto a su padre. Texano hasta la médula –y como tal, cowboy de ley–, criado en un ámbito religioso e hiper nacionalista, el joven Kyle escucha el llamado de la patria luego del atentado a la Embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998, en una escena que de tan obvia no parece tanto un desliz narrativo como un llamado de atención que define tempranamente al personaje. Llegarán en rápida sucesión los entrenamientos y el encuentro con su futura esposa (Sienna Miller), regresando luego al minuto cero del film y al primero de los certeros disparos de su carrera profesional, que acaba violentamente con la vida del chico iraquí.

De allí en más, Francotirador alternará las cuatro misiones militares del protagonista con algunas breves licencias en el terruño. Al tiempo que sus mortíferas cualidades y la camaradería con los compañeros de armas comienzan a definir cada vez más el sentido de su existencia, la vida familiar, que se amplía con el nacimiento de dos hijos, comienza a degradarse indefectiblemente. Kyle es una máquina de matar, una especie de adicto a la adrenalina que generan las situaciones límite a las cuales se ve sometido, alimentadas en parte por la competencia con otro experto tirador que presta servicios para el otro bando. Las escenas de acción y suspenso, magistrales por su uso del espacio y la economía de recursos en el montaje, ubican a la película en la tradición del cine bélico clásico. Hay incluso un aire hawksiano (por el realizador Howard Hawks) en la manera en la cual Eastwood muestra el trabajo cotidiano de los soldados, su sentido de profesionalismo y hermandad en circunstancias peligrosas y complejas. Pero hay algo que comienza a corromperse en Kyle, al tiempo que otros soldados –su propio hermano entre ellos– demuestran incertidumbre e incluso reparos a la presencia en territorio extranjero, y su mujer comienza a ser consciente de la alienación creciente de su pareja.

No hay mayores complejidades en la representación de la vida cotidiana de los ciudadanos iraquíes, y tal vez haya que buscar allí el vértice más problemático de la película: si parece seguramente lo es, y mejor disparar antes de que sea demasiado tarde (al mismo tiempo, una escena con otro niño parece diseñada para potenciar la idea de que Kyle está construido a prueba de errores). ¿Pero acaso no es, nuevamente, la mirada del protagonista la que tiñe todo lo que ocurre a su alrededor, ajeno a los comentarios, pedidos y ruegos de los más cercanos, aquellos a los que dice defender a través de sus acciones? No es casual que la última escena imaginada por Eastwood y Hall, antes del fundido a negro final, muestre a Kyle y a los miembros de su familia en una típica situación hogareña, alterada por la presencia constante y ominosa de un revólver. Hay algo paradójico pero fatalmente lógico en esa muerte a manos de un compañero psicológicamente desequilibrado luego de sobrevivir a decenas de situaciones peligrosas en el campo de batalla. Mucho más que las banderas flameando, son las armas de fuego y la muerte las que envuelven a Francotirador de principio a fin.

8-FRANCOTIRADOR

American Sniper,

Estados Unidos, 2014.

Dirección: Clint Eastwood.

Guión: Jason Hall.

Fotografía: Tom Stern.

Montaje: Joel Cox y Gary Roach.

Duración: 132 minutos.

Intérpretes: Bradley Cooper, Sienna Miller, Max Charles, Luke Grimes, Kyle Gallner, Sam Jaeger, Jake McDorman.

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Sus mortíferas cualidades y la camaradería con los compañeros definen el sentido de la existencia de Scott (Bradley Cooper).
 
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