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Sábado, 23 de diciembre de 2006

CINE › EL CASO DEL PERIODISTA QUE SE HIZO ACTOR PORNO POR UN DIA

En la trastienda de la industria más caliente

El cronista Cicco se hizo actor porno por un día para narrar el rodaje de un film de Víctor Maytland desde adentro y relató su experiencia en el libro Yo fui un porno star. Juntos analizan los nuevos caminos del cine condicionado, la necesidad de abrirse de los lugares comunes y de las fantasías que el porno desata aun en quienes no muestran interés en el género: “El porno es el género humano con menos artificios”.

 Por Julián Gorodischer

El encuentro promete: de un lado espera Víctor Maytland, un veterano director de películas condicionadas que –según dice– no tiene competencia en la Argentina; del otro el cronista Ci-

cco, que, como parte de su serie de reportajes sobre oficios malditos vividos en carne propia, decidió hacerse actor porno por un día para poder contarlo mejor. El resultado se lee en el libro recientemente editado Yo fui un porno star (y otras crónicas de lujuria y demencia) (El cuenco de plata), pero lo que quedó afuera de la crónica se reconstruye en vivo, cuando los dos reviven la experiencia de “la primera vez”, divagando sobre el arte de mantener una erección o dejando escapar un anuncio que podría cambiar la dinámica del porno en la Argentina (ver aparte).

Pero este es el momento de hacer presente el minuto a minuto de esa larga jornada de rodaje que nutrió artículos del cronista en diversas revistas y luego en el libro (junto a otras aventuras de Cicco enterrador y Cicco aguatero de box), todos ellos ejemplos para su doctrina de cronista border. El objetivo: reaccionar contra “los periodistas de culo pesado”.

Pasar la prueba

Víctor Maytland: –Cicco se acercó con el objetivo de trabajar en una película para hacer un artículo que le encargó una revista, y me pareció copado porque era una experiencia que podría describir “in situ”. Le dije que sí, pero le costó convencerme porque son miles de tipos los que quieren hacerlo y yo dudaba de que él realmente pudiera. Le decía: No vas a poder, no vas a poder, no vas a poder...

–¿Tenía tantos candidatos en lista de espera?

V. M.: –Es una fantasía masculina, como tener sexo en el auto, en la playa o estar con dos mujeres: son escalones que todo muchacho de entre 20 y 30 años quiere cumplir. No conozco a uno que diga que no lo quiere hacer, aunque no se atreven, y eso ya es otra cosa. Las mujeres, en cambio, lo viven con más culpa. Piensan: ¡Voy a tener problemas, me van a condenar! Recién ahora está apareciendo la chica que quiere trabajar tanto como el varón, pero las exigencias son más grandes, así que estamos en la misma. ¡La mujer tiene que estar muy buena!

La prueba que le tomó al cronista fue la misma película en la que participaría, Super casting, afín a la lógica del reality show que dicta naturalidad total. Maytland podría ser calificado como un pionero de esa estética feísta, siempre preocupado por que se vea el cuerpo imperfecto, los granitos, las curitas, la papada y, en su intervención más osada, el pene fláccido de los tipos como reflejo de “lo que le puede pasar a cualquiera”. En su película Expedición Sex, filmada en el Delta como versión paródica del reality show Expedición Robinson, llevó la hermandad entre los géneros al extremo, haciéndolos concursar por la supervivencia sexual. En 2006 volvió a inspirarse en el programa masivo con la entrega porno de Bailando por un sueño, el programa de Marcelo Tinelli, sólo que con un transexual y con él mismo en el jurado (en imitación de Gerardo Sofovich) y en rutinas menos parecidas a una coreografía danzada que a las veladas entre swingers. De vuelta a la historia de Cicco, recuerda que su desconfianza inicial fue indisimulable. En la primera entrevista, Maytland le dijo: “Hay algunos que me dan más seguridad, por ejemplo los que vienen de un mundo de stri-

ppers, del sexo grupal, de las grabaciones caseras. Si me hubieras dicho que eras habitué del sexo grupal, habría sido distinto. Aunque igualmente, en Supercasting, si fracasás quedás igual. No oculto ni la flaccidez del pene, pero sólo si la puedo justificar en la película”.

Cicco: –Cuando vivís la película porno te das cuenta de lo difícil que es hacerla. Es casi una coreografía; llegás ahí y, ¿qué hacés? La erección no se puede actuar ni planificar; es el último rincón auténtico de la humanidad. Si querés y te entrenás en actuación podés hacer Scarface o Rocky, pero acá no hay manera...

Aprendiz de semental

Charly Loren, actor porno experimentado de El último suspiro y Secuestro exprés (ambas de Maytland), interviene para decir que el profesional trabaja sólo pensando en la cámara: “En cambio, alguien nuevo se desespera por tener una erección y se obliga: Se me tiene que parar, se me tiene que parar. El día que te sacás la presión de encima, lo disfrutás. Mi primera vez éramos siete en una cama y, a mí, nada. La erección la tuve a las cuatro de la tarde, cuando volví a mi casa. Todos, en el set, están pensando ‘en eso’”. No ayuda que Víctor Maytland agregue presión a toda hora. Ante la inhibición, explica: “Se me va todo a la mierda si no se te para, porque yo pierdo todo lo que alquilo. Puedo esperarte un máximo de una hora... Pero en el caso de Cicco no fue así: nunca pongo a un recién iniciado en situación de responsabilidad total, hombre contra mujer. Lo ubico en una cama grupal, para que haya un plan B. En el plan B del debut de Charly Loren, él era cocainómano y no tenía erección. Se dedicó a mirar”.

Lo nuevo de Maytland es la intención deliberada de producir identificación en su público: descubrió que había un magnetismo en el hecho de ver al actor en situación defectuosa, tal vez como compensación o revancha simbólica. No soy el único que fracasa, podría pensar el que mira del otro lado. El día en que decidió que el propio casting de actores sería la película, tomó partido por iluminar todo el backstage, eliminó el círculo de rutinas fijas del porno para privilegiar el ingreso del blooper o el fracaso actoral. Cuando la pretensión de ser y parecer realista llegó a su punto máximo, entró en acción el cronista border. Como si fuera un manifiesto, Cicco lo explica en un epílogo del libro: “Como en las películas de momias donde el protagonista viaja a Egipto a desenterrar un tesoro faraónico, dejé el periodismo atrás y me dediqué a explorar géneros inhóspitos y a vivir cosas fuera de lo común. Asistí a autopsias forenses, a orgías, me empleé como enterrador, como asistente de boxeo, fui catador sexual, cazador, anfitrión de tangos, nudista. En fin, me divertí”. Actor y director siguen recordando:

Cicco: –Lo raro es que yo tenía que entrar a la escena desnudo y con una erección. La trama pautaba que a una esposa le gustaba estar con varios tipos. Ahí, el marido le organizaba un casting para elegirle amantes (Super casting), y entre los candidatos estaba yo, que había tomado Viagra. Es que si no tenía la erección no iba a poder hacer la nota.

V. M.: –Lo que tiene el Viagra es que retarda la eyaculación. El tipo está tenso, tiene una erección provocada biológicamente.

Cicco: –¡Qué raro! A mí me produjo el efecto contrario. Yo no veía a la gente, y en cambio sentía las luces encima. La primera vez uno no piensa en términos de placer. Esto tiene algo de un tipo de destreza, que recién cuando la vivís del otro lado alcanzás a conocer. Recién ahí terminás de entender el asunto. Hay una gran diferencia entre conocer y saber.

V. M.: –En tu caso, lo psicológico superó a lo biológico. Te empezaste a dar máquina, seguramente te hacías fantasías con cosas aleatorias a la parte sexual.

Momento estelar

V. M.: –Sin duda, el clímax de toda película es la eyaculación, nadie se la puede perder. Charly busca lo estéticamente perverso: en la boca, en la cara, porque es lo que pide el género y porque la mayoría de los hombres tenemos ese morbo. Cicco lo hizo donde podía; en un segundo paso debería fijarse dónde acabar.

Cicco: –Es lo que yo decía de la coreografía: yo la terminé antes, se interrumpió y me fui de la escena. No estaba mirando la hora, pero me pareció que ya estaba cerrado.

Charly: –Yo nunca me olvido que para mí esto es un trabajo: mantengo la erección hasta que el director me dice listo, acabá. Tengo el poder de manejarlo.

Cicco: –Al que más le costaba tener una erección era al marido de la actriz. Se escondía detrás del sillón para tratar de lograr una erección. Era medio patético verlo; parecía que se estaba acuchillando.

Una iluminación

Cicco: –Y de pronto entendí que la erección es algo auténtico, que no lo podés fingir ni actuar. Supongo que, por eso, no entró el que estaba atrás mío. ¡Quedó paralizado! El porno es el género humano con menos artificios: si estás acá es porque tu mamá y tu papá también hicieron “eso”. Pero después está la moral, creada por padres de hijas adolescentes, que se paran del otro lado y dicen: ¡No te juntes con ése!

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Maytland y Cicco, extraña pareja: “Cuando vivís la película porno te das cuenta de lo difícil que es hacerla”.
 
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