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Jueves, 18 de enero de 2007

CINE › “VIOLACION DE DOMICILIO”, DE ANTHONY MINGHELLA

La nueva Europa expuesta a través de sus contradicciones

Ubicado en la Londres actual, el film muestra las tensiones entre la alta y la baja sociedad, pero diversifica demasiado sus temas.

 Por Horacio Bernades

Las relaciones entre los opulentos países centrales y la empobrecida periferia, entre el centro y los márgenes de una gran ciudad y entre los civilizadísimos locales y esos nuevos bárbaros llamados inmigrantes son algunos de los temas que aborda Violación de domicilio. Sólo algunos. El malestar de los poderosos, la pérdida de amor en la pareja, las diferencias entre ley y justicia y hasta las secuelas de la guerra (la de los Balcanes, en este caso) son cuestiones que también pelean para ganarse su lugar en la trama. El espectador no puede dejar de suponer que Anthony Minghella, realizador de El paciente inglés y El talentoso Mr. Ripley, decidió desoír aquel consejo sobre no abarcar demasiado, cuando se quiere apretar como es debido.

Ubicada en esa ciudad en mutación que es la Londres actual, el estado de malestar lleva al prominente ambientalista Will Francis (el omnipresente Jude Law) a preguntarse hasta qué punto él y Liv, bella pareja sueca de nombre algo obvio (la rubia Robin Wright Penn, siempre magnífica) se siguen amando como antes. Consecuencia de la profunda crisis familiar, la extraña conducta de Bea, hija preadolescente de Liv, obliga a que sus padres deambulen de psicóloga en psicóloga. En el extremo opuesto del arco dramático (y de la pirámide social) aparece otro modelo de familia, integrada por Miro (el excelente Rafi Gavron) y su madre, la costurera Amira (Juliette Binoche, reunida con Minghella luego de El paciente inglés).

Se trata de refugiados bosnios, con un padre muerto en la guerra de los Balcanes y un tío mafioso, que utiliza a Miro como “hombre araña”, en la acepción delictiva del término. La alta y la baja sociedad chocarán cuando Miro entre a robar al estudio de Will. Desestabilizado por todo lo que le sucede, en lugar de buscar venganza Will se mostrará extrañamente comprensivo con el joven ladrón. A la vez, cae flechado por la sufrida madre de éste. Tras presentar un atractivo tablero inicial, Violación de domicilio tiende a ablandarse, en función inversa a sus pretensiones. Al exceso de temas “significativos” (y el consiguiente aire de importancia que la va envolviendo) debe sumársele la inveterada propensión del director a la prolijidad, que hacía de El paciente inglés una épica demasiado compuesta, y de El talentoso Mr. Ripley una versión cuasi esterilizada del mórbido mundo de Patricia Highsmith.

Con el refinadísimo Benoit Delhomme a cargo de la fotografía, el estilo visual de Violación de domicilio resulta tan chic, que por momentos daría la sensación de que es la propia familia protagónica la que la está filmando. Pero no sólo chic sino kitsch, como cuando Minghella torna a la sufrida costurera bosnia en sublime ejecutante de Bach. En el instante en que la hija adoptiva del arquitecto sufre un accidente –obvio vehículo dramático para la consolidación de la relación paterno-filial– las costuras del relato quedan tan a la vista como las que Amira practica sobre los trajes de su cliente. A esa altura, lo que ambicionaba ser un fresco de la nueva Europa derivó ya en un conjunto de frases grandilocuentes, manierismos estéticos y resoluciones de ocasión.

6-VIOLACION DE DOMICILIO

(Breaking and Entering)

Gran Bret./EE.UU., 2006.

Dirección y guión: Anthony Minghella.

Fotografía: Benoit Delhomme.

Intérpretes: Jude Law, Juliette Binoche, Robin Wright Penn, Martin Freeman, Ray Winstone y Vera Farmiga.

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Juliette Binoche, reunida con Minghella luego de El paciente inglés.
 
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