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Miércoles, 13 de junio de 2007

CINE › “FOTOGRAFIAS”, LA BIOGRAFIA MATERNA QUE INTERPELA AL PROPIO CINEASTA

El viaje al origen de una familia

El doble estreno de mañana de los documentales de Lorena Muñoz y Andrés Di Tella es la excusa para que ambos cineastas reflexionen sobre los cruces entre la realidad y la ficción y el uso de la primera persona, entre otros rasgos comunes en la obra de una nueva camada de realizadores.

 Por Oscar Ranzani

La muerte de Kamala, su madre, generó en el cineasta Andrés Di Tella –además de la angustia– numerosos interrogantes sobre cómo había sido su vida. Di Tella cuenta que probablemente esas incógnitas se acentuaron porque su madre era hindú, nacionalidad exótica para la Argentina, que mira con ojos occidentales y para la Inglaterra en la que vivió desde los ocho a los catorce años; allí lo hindú era motivo de racismo. Esos “agujeros negros” y “cosas no dichas o no preguntadas” fueron el motor de arranque de su nueva película, Fotografías, que realizó luego de que su padre, el sociólogo Torcuato Di Tella, le entregara una caja con instantáneas de Kamala. Durante un buen tiempo, Andrés Di Tella observó esas fotos sin llegar a preguntar demasiado a Torcuato sobre ellas. “Me gustaba imaginar cosas, ya que estaban las fotos de ellos de jóvenes y las de la India, con muchos rostros que yo no sabía de quiénes eran”, confiesa el director de Montoneros, una historia y La televisión y yo. Esa imaginación fue la que aportó el toque ficcional en su documental. “Por más que éste es un documental, hay mucha gente que lo vio y me dice que tiene como un aliento de ficción. Y eso quizá tenga que ver con ese origen de esas fotos y de lo que yo imaginaba de ellas”, dice en la entrevista con Página/12.

En Fotografías, que se estrena mañana, Di Tella indaga en la identidad de su madre y, a la vez, reelabora la propia. Realiza un viaje a la India (que se convertirá en un verdadero descubrimiento) con su pequeño hijo Rocco, al que intenta transmitirle sus orígenes y se contacta con sus parientes hindúes y con la cultura del lugar, algo que Di Tella desconocía, ya que su madre nunca se la transmitió. Con una acentuada línea autobiográfica, Di Tella reconstruye el pasado y apela a la memoria, invitando al espectador a redescubrir su propia vida a partir del relato del propio cineasta. “A veces me río cuando algunos dicen que hacer documentales autobiográficos es narcisista. Puede serlo pero, entonces, hacer cualquier cosa también es narcisista. Yo creo que es al revés: es bastante duro y bastante sacrificado”, comenta Di Tella, y argumenta que el material con el que se trabaja en estos casos es “el de mi vida, de mi familia” y que al ser difícil de trabajar con eso tan personal, “el que lo recibe también lo aprecia. Eso funciona, a su vez, dentro de su propia vida y su propia manera de ver su propia familia”, agrega el director.

–¿Este film le permitió aceptar su ascendencia hindú o reelaborar su propia identidad?

–Al principio tenía bastantes temores. Tenía miedo a todo: desde que mi hijo se perdiera, a que se asustara con los parientes negros. Y los hijos enseñan a los padres. El tomó todo con una naturalidad enorme que, a la vez, me ayudó a despojarme de los fantasmas. Los fantasmas tienen que ver muchas veces con lo que uno ignora y con lo que, de alguna forma, se convirtió en una zona oscura medio tabú.

–¿Cuánto incidió la paternidad en la idea de esta película?

–Mucho. La muerte de mi madre fue sin duda el motivo. Pero quizá más que la muerte de mi madre fue el nacimiento de mi hijo, y más que el nacimiento fue el momento en que empieza a ser una persona que te puede hacer preguntas y que vos le podés empezar a contar historias. A través de los cuentos que le podía contar a Rocco, me acercaba yo mismo a la India.

–¿Y qué es la familia para usted?

–A mí me fascinan siempre los relatos de familia, las biografías de familias, autobiografías, las memorias. Si usted me cuenta de su familia es una de las formas en que más lo puedo conocer. Porque uno puede tener una especie de identidad construida (“quiero ser así”, “quiero que me vean asá”) y la familia es algo que está ahí como una cosa indisimulable. Y, a la vez, la relación que tenemos con cada uno de los miembros de nuestras familias, sobre todo los padres, está cargada de todo lo que son nuestros sentimientos acerca del mundo en general. Si uno tiene un sentimiento de injusticia seguramente algo tiene que ver con los padres. Me parece que eso tiene una fuerte energía. Y como digo en la película, en la familia podés inventar o fabular pero no hay forma de esconderte.

–¿Cómo es conocer un mundo exótico y ajeno pero que, a la vez, es propio?

–Siniestro es encontrar algo familiar en lo que no es familiar o viceversa: encontrar algo ajeno, extraño en lo que es familiar. Esa es la mayor fuente de perturbaciones que uno puede encontrar. La identidad siempre es lo propio y lo ajeno. La identidad se define por lo que uno no es. Pero en mi caso yo no soy hindú y, en algún sentido, nunca lo fui. Sin embargo, viví la experiencia de ser visto como hindú, sobre todo en Inglaterra. De chico hubo episodios de cierto racismo por el hecho de tener aspecto hindú, cosa que acá no se nota tanto. En Inglaterra sos blanco o sos negro. Para mí era raro tener esa sensación de que te vean como algo que no sos pero sí sos. Y yo mismo tuve reacciones de querer distanciarme de eso. Por eso también para mí todo lo de la India y lo hindú se convirtió en una especie de tabú: era algo doloroso y que yo no comprendía.

–Su madre tampoco le transmitió la cultura hindú.

–No, en absoluto. Ese es uno de los enigmas que me hizo emprender este viaje de descubrimiento. La principal pregunta era por qué ella no me transmitía su cultura. Eso fue muy raro. Me cambió la vida haber ido a la India para hacer la película, y descubrí un mundo que era ajeno pero también propio. Ese es un descubrimiento fantástico para hacer. Además, es muy pertinente dentro del mundo actual: descubrir lo propio en lo ajeno. Hoy hay también muchas divisiones, nuevos racismos, discriminaciones y resentimientos contra los inmigrantes. Estamos hablando de Europa, donde es más visible este fenómeno, pero acá también: si sos boliviano no es tan simpático.

–Teniendo en cuenta que este film es autobiográfico, ¿cómo se establece el pacto de confianza con el espectador?

–El pacto de confianza sería: “Yo estuve ahí. Creeme”. En realidad, en el documental muchas veces se dice: “Creeme porque esto es un documental”, lo cual disimula un montón de cosas, un montón de artificios, disimula subjetividad. Hay mucho disimulo en el documental. El documental que estoy practicando en este momento y también antes con La televisión y yo es un poco mostrar las cartas. Y me parece que eso da mayor credibilidad y mayor posibilidad de asociarte con la mirada del que está haciendo ese documental.

–En el film realiza un viaje al exterior pero también a su universo interno...

–Sí, es un juego, un vaivén permanente entre lo interno y lo externo, lo real y lo metafórico, lo onírico y lo pesadillesco.

–¿Y trabajar con su mundo íntimo es también una manera de buscar generar una reflexión del espectador sobre su propia vida íntima?

–Sí, y su intimidad con fenómenos sociales, culturales. A veces este prejuicio de lo íntimo (o lo privado) es una cosa y lo público es otra cosa que hacen hombres públicos. Lo interesante es que no: todos somos hombres públicos y todos somos hombres privados. Lo que el arte hace es mostrar eso. Muchas veces es fácil disociar: “Yo hago todo esto en mi vida privada que no tiene ninguna relevancia para lo público”. Entonces puedo hacer las mil y unas. En lo público puedo decir “esto” y tener una cara pública. Me parece que esto cada vez tiene menos credibilidad.

–¿Filmar un proceso interior es lo más difícil en cine? ¿Cómo se logra?

–Sí, sin duda es lo más difícil. Justamente el objetivo mío era poder llevar al espectador en un viaje interior. Que ese espectador viva lo que vive ese narrador, personaje que soy yo pero que, a la vez, es un personaje que cuenta esa historia. Y qué le pasa, cómo entra en crisis cuando llega a la India. Hay que buscar situaciones, imágenes que evoquen esas sensaciones y es una cosa bastante artesanal y compleja de armar cómo se va construyendo un relato que va cambiando la temperatura emocional y te va llevando en ese viaje que tiene que ser, fundamentalmente, un viaje emocional.

–Si la fotografía es un instante, ¿qué es esta película?

–La película es todo lo que imaginás antes y después de ese instante. Cuando yo recibí esa caja de fotos de mi viejo, en realidad lo que hice fue animar esas fotografías. Y creo que cualquiera que mira fotografías familiares no puede dejar de animarlas con sus fantasmas, ¿no?

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“A mí me fascinan los relatos familiares”, dice Di Tella.
 
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