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Martes, 6 de diciembre de 2011

PLASTICA › MUESTRA ANTOLóGICA DE RON MUECK EN EL CENTRO HISTóRICO DE MéXICO DF

Hiperrealidad, escala y reflexión

Luego de superar el inevitable impacto del hiperrealismo absoluto logrado por el artista en sus obras, el espectador comienza a entrar en la poética reflexiva, la soledad y la evocación que sugieren los personajes de este notable escultor.

 Por Fabián Lebenglik

Desde México DF

El Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el centro histórico de la ciudad de México, que depende de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), el Conaculta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) y el gobierno del Distrito Federal presenta hasta el 5 de febrero una muestra antológica del escultor australiano residente en Londres Ron Mueck (nacido en 1958).

Quien firma estas líneas se enfrentó por primera vez a la obra de Mueck en la 49ª Bienal de Venecia, a mediados de 2001. Se trataba de la muestra veneciana dirigida por el célebre curador suizo Harald Szeemann (también responsable artístico de la bienal inmediatamente anterior, con lo cual se transformó en uno de los casos excepcionales de haber sido director de dos Bienales de Venecia). Szeemann, que moriría poco después, convocó aquella edición de hace una década bajo la consigna “Plateau de la humanidad”. La propuesta de la Bienal era pensarse a sí misma como lugar privilegiado desde donde reflexionar, criticar y analizar –según el punto de vista de las artes–, el estado y las condiciones del ser humano en el mundo de hoy. La dimensión de aquella Bienal fue fundamentalmente política. Una de las obras más fuertes de aquella edición fue precisamente la de Ron Mueck: una gigantesca pieza de efecto claustrofóbico que se exhibía en el espacio de la Corderie. Se trataba de una escultura hiperrealista titulada Boy, de 1999, que era una pieza hiperrealista, de cinco metros de alto, en la que se representaba a un chico en cuclillas que lucía como una especie de esfinge masculina. La enorme escultura, que oscilaba entre la opresión y la amenaza, presentaba a un niño gigantesco comprimido por el techo de un galpón también inmenso, pero que por la escala de la obra lograba reducir a una cámara de confinamiento.

De las siguientes oportunidades en que me crucé con una obra de Mueck, recuerdo la del Grand Palais, en París, a fines de 2005. La muestra era Melancolía-Genio y locura en Occidente, con curaduría de Jean Claire, una ambiciosa exposición de tesis, con más de trescientas obras, entre piezas de arte, libros antiguos y artefactos científicos. La muestra era muy interesante, pero buscaba abarcar un período de tantos siglos que el abordaje del tema en el siglo XX quedó demasiado limitado, que reflexionaba y se notaban tanto las presencias como las ausencias y omisiones. Una de las obras incluidas de este período que resultaba destacable, quizá (aunque no sólo) por su tamaño y realismo, fue una escultura de Ron Mueck que presentaba unas gigantescas figuras de un hombre mayor, grande y gordo, de mirada penetrante, sentado en la esquina de la sala. Esta pieza hiperrealista era tan verosímil que hasta parecía respirar la ligerísima regularidad del estado de reposo.

Ahora, en el Colegio de San Ildefonso ubicado en el corazón del centro histórico del DF, muy cerca de la Plaza del Zócalo, la exposición antológica de Mueck resulta doblemente impactante. No sólo por la reunión de varias obras juntas en un mismo espacio, sino también por el contraste entre las piezas que reúnen tecnología y artesanía, y además por la contemporaneidad de la propuesta en el marco de una institución fundada por los jesuitas a fines del siglo XVI. En 1588, este edificio era una de las sedes educativas más importantes de la capital de la Nueva España. Aquí funcionaba un seminario donde residían los estudiantes de la Congregación. Felipe III los transformó en el Real y Más Antiguo Colegio de San Idelfonso y a principios del siglo XVIII fue reconstruido, convirtiéndose en el edificio que hoy se conserva, uno de los ejemplos notables de la arquitectura civil de México. Desde hace casi veinte años, el Antiguo Colegio de San Ildefonso es un centro de arte para muestras temporarias de relevancia.

En esta exposición antológica dedicada íntegramente al artista australiano se puede apreciar el efecto de soledad, angustia y conmoción que evocan sus piezas, tanto las enormes como En la cama (2005), de casi siete metros de largo (ver foto), hasta las diminutas como Bebé (2000).

En el caso de las obras aisladas, que ha formado parte de muestras temáticas mayores, las obras de Mueck sorprenden por el hiperrealismo absoluto, la asombrosa verosimilitud de venas, arrugas, vellos; texturas y colores de la piel; ojos, saliva, cada pelo implantado, las expresiones y actitudes... En cada pieza sorprenden la obsesión y el detallismo. Toda una tecnología de la imitación que logra con Mueck un grado de perfección y refinamiento pocas veces visto.

Mueck nació en Melbourne, Australia, y a los veinte años trabajó como director creativo en un programa infantil para la televisión. En 1986 se mudó a Londres y fundó una empresa para crear modelos para el cine, la televisión y la publicidad. En 1997 participó en una muestra de artistas jóvenes de la Saatchi Collection en la London Royal Academy of the Arts.

Al año siguiente presentó su primera muestra individual en la célebre galería londinense Anthony D’Offay. Después viene su comentada participación en la Bienal de Venecia y en 2003 realizó una exposición en la National Gallery. A partir de entonces siguió mostrando su obra en grandes galerías, museos y bienales internacionales.

La muestra mexicana, distribuida en varias salas con una superficie total de ochocientos metros cuadrados, incluye nueve esculturas realizadas entre los años 2000 y 2009, en técnicas mixtas en las que combina silicona, fibra de vidrio y acrílico.

La exposición se abre con Máscara II (Mask II-2001/02), un autorretrato (ver foto) en gran escala. En la pieza Hombre en bote (2002) se ve a un hombre desnudo, de brazos cruzados, en un bote, con la expresión y actitud de incertidumbre claramente metafórica que cita textos e imágenes de la tradición literaria y filosófica. En En la cama (2005), el enorme personaje femenino también evoca una soledad conmovedora. En las obras de Ron Mueck la escala siempre tiene un carácter que excede las cuestiones de tamaño para expresar sentido. Así se ve en la suerte de crucifixión que supone A la deriva (ver foto).

A lo largo de la muestra, en obras como Mujer con palos (2008) –en las que una mujer desnuda, tal vez primitiva, transporta esforzadamente un haz de ramas secas–, o Pareja acurrucada (2005/07), el visitante va logrando de a poco superar la sorpresa por la hiperrealidad para experimentar el fuerte efecto evocativo y conmovedor. Cada personaje irradia soledad, angustia y abandono desde una ficción autorreflexiva.

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Máscara II, 2001/2002, un autorretrato en técnica mixta de Ron Mueck.
 
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