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Miércoles, 13 de julio de 2011

DISCOS › PURO SENTIMIENTO, DE HUGO FATTORUSO Y SU BANDA REY TAMBOR

La universalidad del candombe

El uruguayo da una clase de candombe y fusión, acompañado por un grupo notable. Presenta canciones de su autoría y versiones libres y respetuosas de temas de Mateo, Roos y Rada, entre otros, y hasta se le anima a “Rhapsody in Blue”, de Gershwin.

 Por Cristian Vitale

El formato es candombe puro: tres negros y un tambor cada quien: piano, chico y repique, la cuerda elemental del género. Diego Paredes –el piano– es la base rítmica, el que manda en groove; Fernando Núñez –el chico– refrenda la paradoja: es el que afina más alto y Noé Núñez –el repique– el que improvisa, el que se deja llevar, y lleva. Así, de a tres en tres, es como el género madre del Uruguay se expresa en las calles del Cuareim y Ansina cada domingo celeste, antes de que el carnaval cuadruplique las cifras. Así, mínimo, vital y móvil, es como contagia y va calentando el clima, le va horneando la previa a Momo. Va, a ritmo y bailes de entrecasa, ensamblando con el latir esencial, callejero, del ser oriental. Después –si cabe o vale– entran la letra y la música. Y para eso está Hugo Fattoruso, el hombre que hizo de todo, y el que hace un tiempo le dio por reproducir en una banda de formato mínimo (él + los tres músicos = Rey Tambor) lo que la Montevideo tan tumultuosa como cansina vivencia cotidianamente. Sumó piano, voz, armónica, sintetizadores y acordeón a la tríada matriz de instrumentos y grabó para mostrarlo al mundo.

Primero fue Palo y mano, forzosamente exportado bajo la carátula de world music (recrear a Los Beatles con “Lady Madonna” o a Seru Giran mediante “Viernes 3 AM” no lo ubica necesariamente en ese nicho) y ahora Puro sentimiento, un exuberante fresco de nueve piezas editado por Barca que expresa el tacto catalizador de quien alguna vez hizo a Los Shakers. Fatto, que sabe de componer, de arreglar y de tocar lo que caiga en sus manos, deja que sus socios le armen la superficie para intervenir después. Determina una especie de laissez-faire musical exquisito, intenso, del que Fattoruso dispone como principio motor. Y deja fluir. A veces da una estética cercanía al jazz como efecto de la interpretación libre de “Nombre de bienes” (Eduardo Mateo); otras, una corazonada que sintoniza al hombre con su sustancia (“Solo he de quedar”, Rubén Rada). A veces, una versión más –que no es una más– de la maravillosa “Hermano te estoy hablando” (Jaime Roos), otras el atrevimiento de llevar a lenguaje de candombe “Rhapsody in Blue”, de George e Ira Gershwin. Pero primordialmente da el pulso compositivo de Hugo: en “Había una vez”, en “Candombes del ayer” o en “Goldenwings” –yapa lúdica compuesta junto a su hermano Osvaldo en tiempos Opa–, la animalidad creativa del uruguayo global se reinventa en sus variados matices: un fraseo que parece eyectar de las calles montevideanas, un rico y exuberante tratamiento de las melodías, un respeto casi solemne por la cadencia afrouruguaya.

Puro sentimiento es un disco que incita y excita. Que amaga correr fronteras de estilo pero siempre vuelve a la raíz. Fatto y sus cuerdas básicas saben cómo reinventar lo inventado. Cómo pintarle la cara, doblarle una mueca burlona, girarlo un ratito y devolver el candombe al espíritu de una tierra en la que es rey y, claro, soberano a la vez.

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El CD amaga correr fronteras de estilo y vuelve a la raíz.
 
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