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Miércoles, 18 de abril de 2007

TELEVISION › EL REGRESO DE “SHOWMATCH”

Tinelli, el arte de organizar escándalos

La versión 2007 profundiza los peores vicios, con peleas organizadas y una obsesión por el rating en la que vale todo.

 Por Emanuel Respighi

“Estábamos extrañando estar en la pista de baile, soñar, estar con los amigos y divertirnos. A partir de esta noche, aquí arranca el baile. Hoy, la TV se viste de gala.” Con estas palabras, Marcelo Tinelli arrancó en la noche del lunes la decimoctava temporada ininterrumpida al aire. Es llamativo lo que el conductor y productor entiende por palabras como “amigos”, “divertirse” y “gala”, ya que los valores contenidos en cada una de esas palabras brillaron por su ausencia en el debut de ShowMatch, diseñado casi con la única finalidad de generar obvias peleas mediáticas entre los famosos, plagadas de una vulgaridad y un mal gusto asombroso. Más que el “gran show” de la TV argentina, como se lo proclama, la versión 2007 de ShowMatch es el “gran show del escándalo organizado” de la pantalla chica. Ahora sí, con Gran Hermano y ShowMatch al aire, ya no hay temor a equivocarse: la perversa lógica de los programas de chimentos llegó al prime time. Y lo que es peor: acapara cifras alarmantes de audiencia (ver aparte).

Dejando de lado definitivamente el humor de antaño (ahora sólo lo acompañan tres cómicos de su antigua troupe), Tinelli decidió convertir a ShowMatch en un extenso concurso televisado, ya no valiéndose de freaks de dudosa calidad artística como en 30 segundos de fama, sino más bien yendo directamente a las fuentes de lo más frívolo del espectáculo local. Un heterogéneo semillero que garantiza todo tipo de enfrentamientos y una mayor repercusión pública y mediática. Claro que, a decir verdad, más que un programa de concursos, ShowMatch es hoy un “auténtico” reality show, en el que cualquier cosa vale con tal de vender y ser el “rey” de la TV argentina. Lo del lunes por la noche fue histórico y aplanador para quienes pudieron resistir los embates del sueño: tres horas y cuarto a puro baile sin cortes comerciales. Demasiado.

Consciente de que lo único que se le exige son puntos de rating, Tinelli salió a la pista de baile asociando libremente la palabra “show” a la grandilocuencia. Por eso no ahorró en nada: 74 bailarines, en una performance que duró cinco minutos a puro baile, le dieron la entrada triunfal al escenario de más de mil metros cuadrados montado en su productora. “Es impresionante la escenografía”, dijo, con una caricia a su alma. Es que Tinelli parece ver cada vez más en el incremento de los metros cuadrados del estudio, en la sumatoria de participantes (para “Bailando por un sueño”, esta vez, son 25 parejas), en la renovación de la escenografía y en el recambio de su vestimenta (del casual look de antaño a la etiqueta fashion actual) las muestras de la “evolución” del ciclo. La cáscara, es pertinente señalar, no convierte mágicamente a un ciclo en “prestigioso”.

Exprimiendo la lógica de que la “TV es pura imagen”, ShowMatch se conforma con quedarse en una burda imitación de los grandes shows de la RAI, haciendo descender, incluso, al jurado por las escaleras de la escenografía. Sólo que ni Graciela Alfano (a la que se le “escapó” un pecho a los diez minutos de comenzado el ciclo) ni mucho menos Jorge Lafauci, además de Moria Casán y Gerardo Sofovich, caben en el rol de “estrellas” que la presentación otorga. Pero el “gran show” de la TV argentina no se quedó ahí en su envío ómnibus de presentación. Para que no queden dudas del perfil que supo cultivar el ciclo durante tantos años, causaron hastío los chistes de doble sentido de Tinelli & Co., ahora apoyados abiertamente con primeros planos a las curvas siliconadas de cuanta mujer pisara la pista de baile.

Con un casting diseñado con el mismo morbo que persiguen los reality shows, los participantes ya no se eligen por lo artístico, sino por el potencial quilombo que pueden desarrollar en el programa. Con una inversión de roles: mientras en los reality shows y concursos televisivos por lo general son las personas comunes las que están dispuestas a todo con tal de tener sus 15 minutos de fama, en ShowMatch son los famosos los que se prestan al patético juego de figurar a toda costa. Inventadas o no, las peleas parecen ser este año la esencia del programa. En el primer envío hubo un fuerte cruce entre Casán y Carmen Barbieri (con acusaciones cruzadas de “cara de caballo” y “lavarropas” de una a la otra), alcanzando el pico máximo de vulgaridad con Silvia Süller, que en su regreso a la TV mostró que es más rápida con la lengua que con cualquier otra cosa. Todo ante la atenta mirada de un Tinelli que dejó hacer a piacere, rating “minuto a minuto” en mano. Así las cosas, sólo resta agregar unas líneas aparte de los “soñadores”, cuyos anhelos no se desarrollan y apenas se esbozan en un tape de no más de 30 segundos. Al punto que ni siquiera se supo cuál era el motivo social por el que Nicolás, el compañero de baile de Rocío Guirao Díaz, se había inscripto en el programa. Es que al “rey” del rating eso ya no le importa. Y mucho menos si en la vereda de enfrente, en Telefé, ya había terminado Gran Hermano: ¿para qué perder tiempo con el sueño de Nicolás?

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“Hoy, la TV se viste de gala”, exageró el animador.
 
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