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Sábado, 24 de marzo de 2007

VIDEO › PHILIP K. DICK REVISITADO

Una pesadilla hecha de pastillas rojas

En Una mirada a la oscuridad, Richard Linklater, el director de Despertando a la vida y Escuela de rock, recrea una de las últimas novelas de Dick, suerte de trip lisérgico hecho de alucinaciones y personalidades dobles.

 Por Horacio Bernades

Tras haber recurrido a la animación para emprender un viaje previo entre el mundo de los sueños y el de la vigilia (Despertando a la vida, 2001), Richard Linklater vuelve a valerse de la misma técnica para lo que ahora tiene más de trip que de viaje, más de pesadilla que de sueño. La técnica empleada recibe el nombre de rotoscopía y permite reproducir el mundo real sin caer en la mera mimesis. Por el contrario, se trata de un sistema que, a la vez que reproduce el mundo, lo deforma. Lo cual, como se verá, lo convierte en recurso crucial. La otra diferencia entre A Scanner Darkly y Waking Life (título original de la anterior incursión de Linklater en el cine de animación) es que en esta ocasión el autor de Antes del amanecer se basó en un texto ajeno. Y no de cualquier autor, por cierto: A Scanner Darkly es una de las últimas novelas escritas por ese alucinado gurú de la posmodernidad que es Philip Dick (1928-1982), a quien el cine vuelve a adaptar luego de Blade Runner, El vengador del futuro y Sentencia previa. Tras su paso por Cannes 2006, AVH acaba de editar A Scanner Darkly, en VHS y DVD, con el apropiado título de Una mirada a la oscuridad.

Tratándose de una película de animación, puede parecer raro que en los títulos de crédito figuren los nombres de los actores. Pero si se tiene en cuenta que esos seres dibujados que protagonizan Una mirada a la oscuridad son, y a la vez no son, Keanu Reeves, Robert Downey Jr., Winona Ryder y Woody Harrelson, se advertirá que la dualidad planteada es de lo más pertinente. Es que la película habla justamente de un mundo cuyos protagonistas ya no saben si son ellos u otros, si lo que viven es real o alucinado. En la ficción imaginada por Dick, esto tiene que ver con el generalizado consumo de una droga llamada “sustancia D”. Pero también con la división de personalidad que una agencia de espionaje oficial, Camino Nuevo, estimula en sus miembros. Todo transcurre, de acuerdo con lo que informa un cartel inicial, “dentro de seis años”, lo cual es como decir que sucede hoy. La sustancia D se consume en forma de pastillas rojas, y la generalizada duplicidad se manifiesta no sólo en el hecho de que los agentes que supuestamente combaten su uso son los que más la consumen, sino en el extraño “traje” virtual con el que esos agentes se disfrazan.

Ocultos bajo ese “uniforme de trabajo”, el oficial Fred (Reeves) y sus compañeros presentan un aspecto en mutación permanente, obvia expresión del disturbio identitario que obsesionaba al autor de la novela. Fred debe investigar a un consumidor llamado Bob Arctor, y sucede que Fred y Bob Arctor son... la misma persona. Mientras tanto y para conseguir los favores (y las sustancias) que Camino Nuevo puede proporcionarle, uno de los mejores amigos de Bob, Barris (Downey Jr., más electrificado que nunca) no tiene ningún problema en denunciar como consumidores de sustancia D a él y a Luckman, tercer integrante de la tríada protagónica (Woody Harrelson). A su vez, Donna, novia de Bob (Winona Ryder, en su “reaparición”), también es agente de Camino Nuevo, cosa que su novio ignora. En otras palabras, la paranoia total. Un mundo en el que la idea de que nadie puede confiar “ni en su propia sombra” deja de ser una mera expresión para volverse estrictamente real. Es tal la esquizofrenia ambiente que los médicos que periódicamente estudian al personal de la agencia informan a Fred que sus dos hemisferios cerebrales funcionan uno en contra del otro.

Podría parecer raro que un cineasta como Linklater, conocido por películas como “las dos Antes” (...del amanecer y ...del atardecer), haya sintonizado con el mundo de Dick, en el que todo es profecía ominosa y paranoia política. Pero si se revisa la obra del realizador de Dazed and confused, se verá que lo que siempre definió a los adolescentes de sus películas, desde Slacker (1991) en adelante, fue una asumida condición de marginales al sistema. No por nada Jack Black, en Escuela de rock, se refería al establishment como The Man, expresión con que en los años ’70 los afroamericanos combativos designaban al enemigo. Establishment que los protagonistas del western The Newton Boys se ocupan de combatir, armas en mano, a comienzos del siglo XX. En Una mirada a la oscuridad, esos adolescentes tardíos llamados Bob Arctor, Barris, Donna y Luckman intentan escapar de la pesadilla ambiente armados de pastillas, como slackers del futuro.

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Una película de animación hecha con... actores.
 
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