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Viernes, 22 de agosto de 2008

LA DINAMICA EN LA ORQUESTA DE PUGLIESE

El recuerdo del maestro

“Me acuerdo como si fuese hoy”, dice Mosalini mientras mira un afiche del Festival de Tango en el que aparece don Osvaldo Pugliese levantando un brazo. “Yo lo llevé en el auto hasta el lugar en el que tenía que encontrarse con el fotógrafo y cuando ya estaba terminando de hacer la nota le dije en joda: ‘Mándese un saludo peronista, maestro’. Y levantó la mano y así quedó en la foto. ¡Qué grande!”.

Mosalini integró durante siete años la orquesta de Pugliese, en una fila de bandoneones además compuesta por Arturo Penón, Daniel Binelli y Rodolfo Mederos, y se siente feliz de que la imagen del maestro sea considerada protectora de los músicos. “Osvaldo no se hubiese imaginado nunca que un día sería santificado en una estampita y con un texto antimufa”, dice Mosalini. “Eso está lejos de lo que era su visión, su estética y su ideología. Sin embargo, es una superior forma de respeto al hombre y al músico, son cosas que surgen espontáneamente de un pueblo que reconoce a su artista.”

“Todos saben que Osvaldo fue durante toda su vida un incondicional militante comunista”, cuenta. “El tenía una visión socializada del trabajo y de la distribución igualitaria, a condición de que todos enarbolaran la misma bandera: por un lado el tango y por el otro la orquesta. La dinámica de trabajo preveía tres ensayos semanales y no existía razón alguna para faltar. El 50 por ciento de lo que entraba se dividía en partes iguales y el otro 50 se distribuía por puntaje, para los arregladores, el primer violín, el primer bandoneón. Pero las diferencias eran simbólicas. El trataba de valorizar las responsabilidades dentro de la orquesta. El mismo se ocupaba de crear las condiciones de trabajo para que cada integrante de la orquesta pueda vivir.”

–¿Cómo era Pugliese con los arregladores?

–El bajaba línea. Los arregladores, que eran integrantes de la orquesta, conocían el estilo y sabían qué había que tener en cuenta para un arreglo, qué era lo principal y lo secundario, si lo rítmico o el contrapunto. Muchas veces llegaban a un ensayo con algunos compases de un arreglo. Se tocaba, se cambiaban opiniones entre el primer bandoneón, el primer violín y Osvaldo, se ponía lo que hacía falta y se volvía a probar. Era un trabajo intenso y en varias etapas. Entre la escritura de un arreglo y su estreno podía pasar un mes. Inclusive, después de la confrontación con el público, si no funcionaba se comenzaba de nuevo.

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