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Martes, 20 de diciembre de 2005

LITERATURA

Textual

“Una noche, estábamos todos sentados en el zaguán de la casa del gordo Noriega y cayó Andrés con un disco de Spinetta y la caja no era cuadrada, era demencial, y los chicos se lo empezaron a pasar y Andrés tarareaba las canciones con unas letras rarísimas. Para mí era siome. Entonces me crucé de vereda y empecé a estudiar inglés en la Cultural de la avenida San Juan. Quería saber qué decían las letras de las canciones de los Sex Pistols y los Clash. Y cuando las comprendí me di cuenta de que había acertado. Hablaban de lo que yo pensaba en ese momento sobre las cosas. Pero bueno, ahora no veo todo tan negro. Por eso quiero que leas esto que te voy a decir con mucho cuidado: Tu madre dice que todas las personas tendrían que poner sobre papel sus pensamientos. Y que estos pensamientos deben salir de las cosas que le sucedieron en la vida. Tu madre dice que cada persona tendría que construir, al final de su vida, su propio pensamiento y vivir en él. Que esto es más necesario que casa y comida. Te pongo un ejemplo: si yo no hubiera ejercido este vicio de escribir y sacar pensamiento, me hubiera quedado con la mente en blanco cuando lo vi al Máximo en la tele. Como quedaron muchos. Pero yo le dije a la Gorda Fantasía que se tranquilizara –es decir, tomé las riendas de la situación– y que no se puede vivir con el pasado a cuestas. Que Máximo ya había hecho lo que tenía que hacer cuando fue necesario. Y que sobre lo que no se puede hablar, mejor quedarse musa. ¿Estamos?”

* Apéndices al bosque pulenta, en Los lemmings y otros (Santiago Arcos Editor).

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