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Jueves, 25 de febrero de 2010

CINE › JOEL Y ETHAN COEN HABLAN DE UN HOMBRE SERIO, QUE HOY SE ESTRENA EN LA ARGENTINA

“No buscamos que nuestras películas nos reflejen”

El protagonista del film es un judío nacido en los ’50 en Minnesota, igual que los directores. Por eso, aunque odien la idea de ponerse autobiográficos, reconocen que hay circunstancias más cercanas a sus vidas que en el resto de su filmografía.

 Por Mike Balaban

¿Los Coen se ponen autobiográficos? Desde su primera película, los autores de Sin lugar para los débiles y Barton Fink se mostraron como la clase de narradores que si algo no buscan es hablar de sí mismos, de aquello que los rodea, de “lo que les pasa”. El solo hecho de que Fargo transcurriera en Minnesota –el estado en que nacieron, Joel en 1954, Ethan tres años más tarde– despertó todo un reguero interpretativo en ese sentido, por más que se tratara de un policial tan descabellado y sangriento como Simplemente sangre o De paseo a la muerte. Ahora, lo autobiográfico da la sensación de acentuarse: Un hombre serio no sólo transcurre en una ciudad que, aunque anónima, bien podría ser la Minneapolis natal, sino también en los ’60, cuando ambos eran niños. Y en el seno de la comunidad judía, a la que su familia pertenecía. Hasta el punto de que en Un hombre serio los autores de El gran Lebowski parecen invadir casi territorio alleniano.

¿Hablan los Coen de su propia experiencia en su película más reciente? ¿Importa eso acaso? De esas cuestiones, de la clase de experiencia kafkiana que puede llegar a representar ser judío en el Oeste medio y de esa condición como origen de la sensación de extrañamiento que es esencial a sus relatos hablan los Coen en la entrevista que sigue. O no hablan. Famosamente reacios a hablar de sí mismos, a ponerse demasiado serios, a dejar que se transparente lo que piensan, sienten u opinan, era previsible que, a la hora de analizar hasta qué punto una de sus ficciones se relaciona con su propia vida, Joel y Ethan se pusieran a bromear, a negar rotundamente, a patear la pelota al costado. Lo que no era tan previsible era que no huyeran espantados ante la sola mención de las palabras “personal”, “autobiográfico” o “familia Coen”. En esta entrevista, sorprendentemente, no lo hicieron. Aunque hay momentos en los que parecen a punto de pararse, escupir al entrevistador en la cara y partir para siempre.

–Desde que Un hombre serio se estrenó en el Festival de Toronto se habla de ella como de su película más “personal”. ¿Están de acuerdo con esa caracterización?

Ethan Coen: –Habría que ver qué se entiende por “personal”. Si se refieren a que es aquélla en la que somos más fieles a nuestro espíritu, no estaría muy de acuerdo. Creo que la mayoría de nuestras películas lo son. Hasta las menos logradas...

Joel Coen: –La otra manera de entender la palabra “personal” sería que ésta es la película que más nos refleja en términos personales. En ese sentido...

E. C.: –... ni Joel ni yo buscamos que las películas que hacemos “reflejen lo que somos”.

J. C.: –O lo que nos pasa, o lo que pensamos u opinamos sobre la vida.

E. C.: –Pretendemos construir ficciones que nos interesen o nos diviertan. Si de esas ficciones surge alguna idea sobre el mundo, mejor. Si no, será cuestión de pasar un buen rato. O de emocionarse, o indignarse, o lo que sea.

–Pero lo cierto es que la historia de Un hombre serio está narrada por un chico judío, nacido en una ciudad del Oeste medio a mediados de los años ’50, y esos datos coinciden con los de la biografía de cada uno de ustedes.

E. C.: –Puede ser. Pero le juro que nosotros no fumamos porro en nuestro bar mitzvah, como el pequeño Danny...

J. C.: –Fargo también transcurría en Minnesota y puedo asegurar que en los alrededores de casa nunca vimos a nadie triturando a algún vecino dentro de una mezcladora de cemento.

E. C.: –Igual, es verdad que las circunstancias de Un hombre serio tienen más que ver con nuestras biografías que la mayoría de nuestras películas.

J. C.: –Salvo Simplemente sangre, que es la historia de nuestra vida.

–¿Qué tiene en común Un hombre serio con la vida de ustedes?

E. C.: –Algunos datos superficiales... Qué sé yo, Larry Gopnik es un académico y nuestro padre era profesor universitario. En términos generales, sabemos en qué consiste ser judío. O en qué consistía serlo en los ’60, cuando las tradiciones étnicas eran más fuertes. Pero, más allá de eso, todo lo demás es inventado, como sucede siempre en nuestras películas. Nada de lo que pasó en la familia de Danny pasó nunca en la nuestra. Nuestro padre nunca recibió cartas amenazantes, no había en casa un tío sin lugar donde quedarse ni mamá lo dejó por otro hombre.

J. C.: –No que nosotros sepamos, al menos...

–El protagonista de Un hombre serio parece no encontrar nunca su lugar en el mundo. ¿Creen que eso puede relacionarse con su condición de judío?

J. C.: –Con su condición de judío del Oeste medio norteamericano, en tal caso. Una cosa es ser judío en Nueva York o Los Angeles, donde uno forma parte de una comunidad, y otra en el Oeste medio, en medio de la pradera, un paisaje más de cowboys que de judíos.

E. C.: –Esa incongruencia esencial era lo que más nos interesaba. Judíos en la pradera... Por eso empezamos la película con una pequeña fábula hablada en iddish, que tiene lugar en el siglo XIX en un shtetl, el nombre que se les daba a los pueblos judíos de Europa central. La idea era contraponer visualmente ese ambiente con el del pueblo en el que viven los Gopnik. Era como “¿cómo vinimos a parar acá, qué estamos haciendo en este lugar?”.

–Es un comienzo tan desconcertante como, en algún sentido, incómodo, por lo raro.

E. C.: –Es bueno que haya sentido eso: era lo que buscábamos.

–¿Creen que la sensación de extrañamiento que produce ser un judío en el Oeste medio puede haberse transferido al feeling de sus películas?

J. C.: –Es una pregunta interesante, pero difícil de responder. (Piensa.) En términos generales, creo que el entorno en el que crecés te forma, y es posible que eso tenga alguna influencia sobre la clase de historias que elegís contar o la forma de contarlas. Ahora, en nuestro caso específico se me hace difícil determinar de qué manera puede habernos afectado. Tengo más claro qué otra clase de cosas nos influyeron, pero son cosas universales: la televisión, el cine, las historietas, la cultura pop en general. En cuanto a crecer como judío en una comunidad en la que eso no era algo común, no tengo claro qué clase de sedimento puede haber dejado...

E. C.: –Es verdad, de todos modos, que la sensación de extrañeza es algo que reaparece en nuestras películas.

–En los créditos finales se lee que “ningún judío fue lastimado durante la producción de esta película”.

E. C.: –Esa broma tiene que ver con que barajamos la posibilidad de que la película despertara alguna hostilidad en miembros de la comunidad judía. Sin embargo, la vieron judíos religiosos y tuvieron una respuesta sorprendentemente abierta.

J. C.: –Usted sabe cómo es esto, mucha gente ve las cosas bajo el prisma de si lo que están viendo es bueno o no para la comunidad judía. Parecería que en este caso no es malo, porque no recibimos reacciones negativas. Más bien lo contrario. Lo cual es lógico, en el fondo, porque ambos creemos que la representación que hicimos de “lo judío” está cargada de afecto.

–Según las últimas noticias, ustedes tienen previsto seguir con el tema, ¿no?

E. C.: –Es una posibilidad. Estamos adaptando para el cine una novela de Michael Chabon (N. de la R.: autor de Wonder Boys, en la que se basa la película Fin de semana de locos, con Tobey Maguire y Michael Douglas). La novela se llama The Yiddish Policemen’s Union y transcurre en una Alaska judía.

–¿Es verdad que la película estaría hablada en iddish?

J. C.: –Tal vez, ya que la novela está escrita en ese dialecto. Le aclaro que todavía no sabemos si vamos a filmarla nosotros. El guión ya lo escribimos, eso sí.

E. C.: –Siempre hacemos así cuando algo nos interesa. Nos vamos aproximando de a poco y después vemos si la dirigimos nosotros o no. Igual, nuestro proyecto inmediato no es ése sino True Grit, un western de venganza del que ya existe una versión previa (N. de la R.: Temple de acero, con John Wayne). Estamos en preproducción. La van a protagonizar Matt Damon, Jeff Bridges y Josh Brolin.

Traducción, adaptación e introducción: Horacio Bernades.

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“Ningún judío fue lastimado durante la realización de esta película”, bromean Joel y Ethan Coen en el final de Un hombre serio.
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