Carlos Reygadas señaló que “las historias deben ser un medio, no un fin”. Invitado a ampliar este concepto, el cineasta lo ejemplifica de la siguiente manera: “El fin de la literatura es efectivamente narrar una historia pero, por ejemplo, la pintura no consiste en narrar una historia. El fin de la pintura es cómo se pinta y cómo refleja lo que hay pintado en ella. O sea, cómo energéticamente transmite lo que está reflejado en el lienzo. Sin embargo, en la pintura, casi siempre se cuentan historias. Pero incluso en la pintura clásica, aunque haya historias, no se trata de las historias sino de cómo están pintadas. Sin embargo, como la literalización de la vida, a través de la narrativa, influye en todas partes, obviamente ha invadido por completo el cine de siempre pero también invade la pintura”. Reygadas plantea entonces que cuando uno llega a un museo y hay un guía explicándole a la gente el cuadro, “se la pasan hablando de la historia del cuadro y de lo que está ocurriendo adentro de él, o del mito griego que lo representa, en lugar de hablar del cuadro. Pareciera que lo importante es la historia. Y lamentablemente, eso también pasa en el cine”. Pero Reygadas destaca que lo importante “es cómo emana energía una película. Si uno ve una película de Andrei Tarkovski como, por ejemplo, Nostalgia, hay momentos absolutamente emotivos y poderosos al margen de la historia. El comienzo de El espejo es uno de los momentos más hermosos que he presenciado ante una creación humana y no importa la historia: sólo hay una mujer que se sienta en una baranda de madera en el medio del campo, y se mueve la cámara. Eso es para mí el cine”.