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Domingo, 4 de junio de 2006

TELEVISION

Los traumas de los vivos

El tiempo no para (Canal 9, de lunes a viernes a las 23.30) tiene pretensiones de retrato de época: quiere abarcar –en su historia de reencuentro de ex amigos– al abogado junior (Antonio Birabent) y a la niña con síndrome de Estocolmo (Sofía Gala) reunidos por el legado de cartas delatoras de parte de un muerto al que conocían desde la infancia. Se alternan las postales de pareja gay (Walter Quiroz/ Ludovico Di Santo), la madre joven (Valentina Bassi), el gigoló (Gonzalo Valenzuela), la obsesiva con la maternidad (Julieta Ortega), la lumpen tramposa (Belén Blanco) que se apropian no sólo del anecdotario de la trama juvenil post Verdad/consecuencia y/o Doble vida, sino de un corte generacional: así son los de 30, nacidos en los ’70, recién asentados en familias jóvenes o trabajos bien remunerados, más nostálgicos de una edad de oro que bien plantados en el hoy. Es obvia la referencia a ficciones inspiradoras como Verdad..., Vulnerables y Doble vida. Pero “los chicos” de El tiempo... no son ni aquellos palermitanos con problemas del primer unitario de Pol-ka, ni los desbordados sexuales de Doble vida, ni tampoco los neuróticos arquetípicos de Vulnerables. Ellos, cada día, se vuelven más coherentes con la pluma del guionista, regidos por reglas similares: traición y dramatismo. Esta historia se tensa en cada entrega, crispa su cotidianidad, crea un pequeño universo autónomo donde los muertos rigen a los vivos y los vivos, en la mayoría de los casos, querrían estar muertos.

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