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Miércoles, 13 de diciembre de 2006

TELEVISION

Bailando por un video

“Divertite bailando al compás de tu video favorito mientras nos mostrás todo tu talento”: así reza el slogan mediante el cual MTV convoca a su última rareza, titulada Dansin’ ropa (de lunes a viernes a las 22). Los chicos y las chicas se están divirtiendo, como decía aquel viejo tema de Tremendo, y también bailan tremendamente mal (hay que decirlo), con poca gracia. Todo está en sintonía con el Bailando por un sueño III: lo único que queda es esperar a que uno/a llegue a la ropa interior (la mayoría son pudorosos). Valga como síntoma de estos tiempos: el canal juvenil entiende la participación de los chicos/as como un karaoke en el que ni siquiera hacen la mímica con los labios, reducidos al objeto de una extraña excitación que los prefiere un poco freaks. Así se exhiben voluntariamente, sólo en busca de los quince minutos de Warhol, esperando el comentario burlón que les destinarán las conductoras después, inhibidos de presentarse al menos con su nombre de pila (se los subtitulan) o de contestar a los mensajes que les envía el adorable público mediante teléfono celular, y que invariablemente les critica los kilos de más o la cara de bolú.

El erotismo estival reclamó “una descontracturada nueva propuesta en la que los participantes bailan al ritmo de sus videos favoritos, mientras los mismos se exhiben de fondo”, según promocionó el programa que toma de YouTube algunas cosas (la estética de video casero, el interés por los cuerpos defectuosos, la revalorización del hobbie como motivo que podría interesar a un público masivo). Lo mejor de Dansin’ ropa viene de los formatos que lo inspiraron en Internet: eliminó, como aquéllos, la excusa argumental blanqueando sus pretensiones sexópatas, quebró una tradición de cuerpos cuidadosamente filtrados para aceptar a los gorditos abriendo, aunque sólo sea un poquito, el repertorio del deseo. Pero la dinámica es seriada y no da opciones para innovar: la cámara se les deposita casi encima, en un tiempo acotado que no varía según el mayor o menor despliegue acrobático ni según la cantidad de mensajes enviados. Omite lo esencial: la posibilidad de expresar “algo de uno”.

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