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Sábado, 10 de agosto de 2002

El caso del lago Vostok

Hay un lugar de la Tierra que se parece bastante a Europa, la luna de Júpiter. Es el lago Vostok, en la Antártida, escondido a más de 3700 metros por debajo del helado suelo de la estación científica rusa que lleva el mismo nombre. Fue descubierto en 1974 mediante un sistema de sondeo por radar. Y desde entonces, esta enorme masa de agua líquida cubierta por el hielo antártico ha dado unas cuantas sorpresas. El lago Vostok mide unos 200 kilómetros de largo, por unos 50 de ancho. Y según varios estudios, tendría una profundidad de casi 500 metros. Si bien es cierto que todavía no se pudo estudiar sus aguas, investigadores rusos, norteamericanos y franceses han logrado tomar varias muestras del hielo que está apenas a cien metros por encima de ellas. Y en esas muestras, “se han encontrado toda clase de microorganismos”, dice Richard Hoover, investigador de la NASA. “Algunos son muy reconocibles, como cianobacterias, bacterias, hongos y esporas, pero otros no se parecen a nada que hayamos visto antes”, explica Hoover. Evidentemente, la vida ha sabido encontrar su camino en este lugar que a primera vista es imposible: un lago subterráneo, oscuro y tapado (y a la vez protegido del frío todavía más extremo de la superficie) por casi 4 kilómetros de hielo. Quizá, tal como muchos sospechan, lo mismo pudo haber sucedido en Europa.

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