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Viernes, 5 de enero de 2007

MARíA NIEVES

La felicidad al compás del 2x4

 Por Moira Soto

“Cuando dejo de trabajar, me vengo abajo y se me da por comer, me asaltan pensamientos negros sobre mí misma”, confiesa la incomparable bailarina María Nieves, ex pareja sentimental y artística de Juan Carlos Copes, creadora de sus propias coreografías, figura mítica del tango danzado. Después de una vida consagrada a este arte, con sus altos y sus bajos, adorada por los/as milongueros/as, María Nieves tuvo su gran revancha en 2001, cuando se produjo el estreno de Tanguera: nada más asomar una de sus largas piernas y apoyar un pie con taco aguja sobre el escenario, el teatro estalló en aplausos, y luego todas sus intervenciones fueron muy celebradas. “Pero vuelvo a subir a las tablas y renazco, como en este momento: se me levanta el ánimo, me mejora la silueta, se me reactivan todas las energías y me siento a la par de las chicas y los chicos jóvenes que están en el elenco. El escenario es mi vocación, mi verdadero hogar, mi vida... Por eso digo que cuando me llegue la hora, me querría morir allí.”

¿Desde cuándo experimentás esta plenitud?

–Desde siempre, toda la vida, pero cada vez más de veterana. Quizá porque el tango fue arraigándose más profundamente en mí ya forma parte inseparable de mi ser. Qué cosa, cómo me enamoré yo del tango y esa pasión no sólo no se entibió sino que creció. Empecé en la adolescencia y ya tengo 55 años en el oficio maravilloso de bailar tango sin aburrirme jamás. Al contrario, es un amor, una identificación que se refresca permanentemente, que me llena de entusiasmo y de ilusiones, que me da esa sensación de juventud que te comentaba.

Tanguera te llegó en un momento propicio...

–Tanguera ha sido una bendición para mí a partir de 2002 en que empezamos con tanto éxito. Se hicieron muchas giras en el exterior –yo sólo fui a Madrid porque prefiero no viajar–, regresamos al Nacional, después estuvimos en el Astral, en el Liceo, donde terminó hace año y medio. La compañía volvió a salir del país, fue a Alemania, a Miami, pero yo me quedé, hice algunas actividades para el gobierno de la ciudad. O sea que para mí, ésta es la cuarta temporada de Tanguera.

¿Creés que Tanguera contribuyó al auge actual del tango?

–Oh, sí. Ya estaba en marcha ese resurgimiento, es verdad, pero Tanguera causó un impacto enorme, aquí y afuera. ¿Cuántos espectáculos duran tantos años? A mí me alegra un montón que el tango esté en alza, como música y como baile.

¿A pesar de tanta acrobacia que lo separa del piso en muchos shows?

–Bueno, es cierto que hay jóvenes que se entusiasman con acrobacias que son más bien de circo y que se alejan de la esencia del tango. Pero te digo que pasado un tiempo, regresan a un baile más genuino, es decir, el tango al piso que te gasta los zapatos. Menos aparatoso pero más auténtico. Siempre con algún despliegue, alguna figura difícil, lógicamente, porque el tango espectáculo, sobre el escenario, no puede ser exactamente igual al que se hace en la milonga de barrio. Donde debo decirte que no siempre te encontrás con suficiente diversidad, muchos parecen clonados. En mi época, todos aspirábamos a bailar diferente, queríamos desarrollar alguna creatividad. Igual me parece buenísimo que tanta gente joven aprenda a bailarlo por puro gusto, con corazón: ahí es cuando surge el tango genuino. Hay que hacerlo con el bobo, sentirlo en la sangre que te sube, en la piel que se te electriza.

¿Cómo trabajaste tus coreografías en un espacio como el de Tanguera, donde se narra una historia y hay muchos personajes que se mueven en escena?

–Vos sabés que yo no me considero coreógrafa sino una simple bailarina de tango que puedo inventar y desarrollar algunas figuras para mí misma, nada más.

Sin embargo, aun sin título académico, algunos pasos y figuras que te pertenecen han sido copiados sin citarte.

–Efectivamente, sin reconocerlo. Pero lo he hecho intuitivamente, a través de la práctica, dando indicaciones sobre la marcha, a medida que me van naciendo las ideas. Pero no me atrevería a montar todo un espectáculo de tango. En cuanto a la integración con el resto de los personajes, no es problemática porque cuando hago mis temas, no bailan otros artistas, salvo al final de la milonga que invito a bailar a todos.

¿Cómo ha sido el reencuentro con Alba Solís?

–A Alba la conozco desde hace mucho: debutamos a mediados de los ’50 en el musical Tangolandia, con Francisco Canaro, hicimos varias temporadas con un elenco espectacular: Tito Lusiardo, María Esther Gamas, Beba Bidart. Años después, viajamos por el mundo con Tango argentino. A Alba la admiré antes de conocerla personalmente, es una cantante muy personal. La quiero mucho, tiene su carácter pero es una gran mina. Además, lo que tenemos en común las dos es que nos mantuvimos fieles al tango, sin claudicar. Cada una en lo suyo y con su estilo. Modestamente, creo que la reunión de ambas sobre el escenario puede ser muy atractiva para los milongueros.

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Imagen: Pablo Piovano
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