1 La situación que más me intriga es la del amamantamiento, la simbiosis que se da en ese momento, a la que el hombre es radicalmente ajeno y que sólo experimentó (eventualmente) como hijo. Agradezco no tener que pasar por el embarazo, que creo haber entendido no es una situación ni sólo ni preponderantemente placentera, ni menos aún por el parto, pero sí me produce intensa curiosidad cómo vive la mujer las variaciones de la química de su cuerpo, sea con el embarazo o con la menstruación.

2 Creo que lo más incómodo es saberse en una situación inferior en la jerarquía social, una en la que se dan por descontadas o al menos como probables situaciones que el hombre vive como extraordinarias: el acoso, la discriminación laboral. Creo que muchas incomodidades se derivan de esa situación, pero creo que ese déficit de ciudadanía es lo que me resultaría más difícil de sobrellevar. Dicho esto, me parece también que, cuando surge, la necesidad de desafiar ese déficit puede ser movilizante, es una situación de desventaja que no siempre paraliza o fuerza a la adaptación. Las miles de situaciones cotidianas que derivan de ese déficit, discriminación, ninguneo, desautorización, burla, descalificación, son la manifestación constante y sonante de la jerarquía que sigue imponiendo el género. Es una situación que no se puede envidiar.

3 Resignaría el privilegio en el uso del tiempo que tenemos los varones, que nunca compartimos en partes iguales el trabajo hogareño y de crianza. Se trata de una distribución desigual de la libertad, que es tal vez la marca más definitoria del patriarcado en tiempos de secularización.

4 Con seguridad, nunca pasé por alto ningún no respecto del cuerpo o la intimidad de una mujer. Tampoco –que me haya dado cuenta– pasé por alto ningún otro no ejercido en defensa de la autonomía personal.

5 Sí, es su decisión y su cuerpo.

* Licenciado en Sociología. Presidente del Laboratorio de Políticas Públicas