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Jueves, 23 de febrero de 2006

CRóNICA SOBRE LA VIGILIA ROLISTON

“Cobran caro... ¡¿y qué?!”

 Por Julia Gonzalez

Cerrito y Posadas es la esquina más stona en estos días. Ir al Four Seasons a esperar que Keith Richards levante la mano es el tiempo mejor invertido para los rolingas. Son las 7 de la tarde del lunes y hace mucho calor. Sentada en el piso, frente al balcón por el que suelen saludar Wood y Keith Richards, está Eliana que se escapó de su casa en Ushuaia. Tiene una panza de 8 meses y medio y espera dos nenas. Su novio estaba haciendo cola en la cancha y a ella no la habían dejado venir. “Quiero verlos nada más, estoy con unos dolores que no doy más, pero no me importa descomponerme acá.” Si pudiera iría al recital, pero se gastó toda la plata. Nadie sabe que está ahí, en la casa la van a matar. No le importa lo que le cueste esta revancha, porque no vino ni en el ‘95 ni en el ‘98.

Honky Tonk Woman es la cortina que corean los chicos que se adueñaron de la Recoleta. Las botellas de cervezas rolan por los cordones sucios de las calles. Hay policías y los chicos conviven pacíficamente en una asquerosa alegría. Los pins salen 2 mangos y los posters que nadie compra, 5. “Estamos acá por unos meses pero recién conseguimos las entradas hace una semana”, dice una sueca que enceguece de tan rubia. “Vinimos para tomar una cerveza en la plaza, pero para ver a la gente, no a los Stones. La gente es buena onda, está muy feliz.”

Una canción de los Stones se cuela en el aire. Un pibe sale y agita desde un balcón. Abajo está Javier que también canta, toma vino y habla de los Stones: “Ellos tienen plata para tirar para arriba y vienen y cobran la entrada tan cara, y qué...? Yo sigo tratando de vivir de la forma en que lo hago, trato de disfrutar del alcohol, que es una adicción de mierda. Por suerte no tengo problemas con las drogas, pero tengo el cuerpo, mi alma y trato al prójimo con onda”. La noche del domingo los vio saludar desde el balcón y lloró como un desgraciado, pero así los siente, como un sostén. “Algunos se aferran a las cosas materiales o a la novia, yo me aferro a ellos.” No tiene entradas y vive en la calle, “pero como soy un rolistón... a veces le pido Dios no serlo porque es difícil”.

A las 20.40 del lunes llega Jagger que saluda fríamente a su público fiel. Se había corrido el rumor de que la noche continuaba en el bar stone 40 x 5 en Devoto. La chica embarazada sigue en el suelo, esta vez con bastante mala cara. “El amor por los Rolling es una de las religiones más fuertes en todo el planeta”, dice Juan Ignacio Muñoz, el dueño del bar 40 x 5, y reflexiona: “Parece que el pueblo argentino no ha tomado conciencia de que son ingleses con las implicancias históricas que hay”.

El bar de Juan Ignacio es una gran previa para River. La noche del lunes las puertas sólo se abrieron para extranjeros que volaron especialmente a Buenos Aires. Motivados por el candor del público se sienten más que a gusto entre tanto stone argento. Ovidio León, colombiano de 51 años, dice que es una sorpresa encontrarse con estos fans. Reconoce que existe cierta veneración por los Stones en Inglaterra, pero no como en nuestro país. Le llama la atención el efecto clonación: “Yo dije... soy muy estúpido o estoy viendo bien? Son igualitos”.

Desde Lima cayeron dos hermanos, Paul y Fernando. Fernando espera lo mejor para los conciertos y supone que tienen que tocar los clásicos “porque Argentina es la capital mundial stone. Además saben que acá tienen que dar un poco más que en cualquier lado”. El italiano Vanni viene de Río, tiene 48 años y los vio “como 30 veces”. Pasional, traza un paralelismo entre los temas de los Stones y los amores. “A cada mujer, le dedico una canción. La de ahora es Hard Woman [NdR: del primer disco de Jagger como solista], porque me da un poco de problemas. Cuando cambio mujer, cambio la canción”. Vanni dice que lo suyo no es fanatismo sino que la música de los Stones es una compañía desde los 8 años.No pasa inadvertido el alemán, los pibes se acercan en busca de anécdotas, ya que lleva 73 conciertos de Rolling Stones. El primero lo vio en 1965 con Brian Jones ante 3000 personas. Los argies estaban afuera, donde la esquina de Cuenca y Navarro oficiaba de patio del bar. Emmanuel de 21, dice que escuchó mucha música, pero que ésta es la mejor banda del mundo, mientras que Abraham de 24, reconoce que esta noche sólo vino al bar porque estaba aburrido y no sabía para dónde arrancar. Desde el ‘98 que espera a los Stones, porque la onda es verlos acá: “Fui a Barcelona y no es lo mismo. Allá no saltan, no cantan, no hacen nada”. En la vereda del 40 x 5 se distingue un afro que sobresale entre tanto flequillo, es Eduardo, que venderá remeras en River. “Espero que pifien como siempre, que se equivoquen, que sean ellos”, y desafía: “El rock inglés es todo, vos me decís Zeppelin yo te digo Purple. Es una realidad”. Desde hoy a la noche, los fanáticos argentinos empezarán la cuarta cuenta regresiva de sus vidas.

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