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Jueves, 1 de mayo de 2003

BLUR, EL BRITPOP Y LOS DEMAS, EN UN LIBRO


King Damon

”(Damon) Albarn y (Justine) Frischmann se conocieron en el Zap Club de Brighton en 1990, cuando Suede abrió un show de Blur. Le pedí un póster de Blur a Damon y me contestó muy mal: ‘Comprátelo, mierda’. Y recuerdo que venía a sermonearnos, tipo ‘Nosotros tenemos el camarín más grande y ustedes el chico, pero tienen que pagar su parte’. O sea, se comportaba como un pelotudo.”
Albarn ya había visto antes a Suede. Tal como recordó más tarde, fue engatusado para ir mediante una simple tentación: “¿Querés venir a ver a una banda esta noche? Una de ellos es una chica de escuela privada y lleva a todas sus hermosas amigas”. En esa ocasión, a él le resultó completamente indiferente. En Brighton, en cambio, su beligerancia contradecía el hecho de que, mientras veía a Suede tocar, no podía sacarle los ojos de encima a su segunda guitarrista. “Después de eso, se tomó como algo personal seguirme”, dice Frischmann. “Me llamaba por teléfono para ofrecernos un show, y enseguida decía que yo era la mujer, que íbamos a casarnos y que yo no tenía otra opción. Yo estaba bastante sorprendida; nadie me había hecho algo así antes. El era muy hermoso en ese entonces, con sus enormes ojos azules.”
A su debido tiempo, le presentó al resto de Blur. “Pensé que eran un poco raros”, dice ella. “Infantiles, borrachos. No amenazantes, sólo patéticos. Me encantó la forma de tocar la guitarra de Graham, pero pensé que era un boludo. Pensé que la banda era realmente buena, mucho mejor que Suede en lo musical.”
A pesar de la rápida declaración de Albarn acerca de que encajaban perfecto, él esperaba que la relación le dejara espacio para citas ocasionales; el hecho de que tanta parte de su vida fuera ocupada en giras hacía aparecer como inevitable el arreglo. “Teníamos una relación bastante inusual”, dice Frischmann. “Nos veíamos a nosotros mismos como bastante modernos y no afectados por las mismas reglas que el resto. La pareja abierta no hacía nada bueno para mí, pero no había otra opción. Si estás con Damon, vas a estar en una relación abierta.”
Hacia mayo de 1991, los Blur eran estrellas pop gracias al suceso de su segundo single, “There’s no Other Way”. Aparecían en programas infantiles y salían en la revista Smash Hits. También eran retratados como los principales protagonistas de un ritual londinense semanal que ayudó a definir las columnas de chismes de los diarios: pasaban el rato en un night club llamado Syndrome en Oxford Street. “Me gustaba Syndrome”, dice Frischmann. “Damon pasó por una fase en la que se besuqueaba con chicos, así que era realmente excitante. Chicas besuqueando a chicas y chicos besuqueando a chicos. Era una rebelión patética, en realidad, cuando pensás en lo que hacían Mick Jagger y Marianne Faithfull cuando tenían la misma edad. Pero ahí pasaban los discos de todos y todo el mundo estaba borracho. Era una joda.”
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“Se incubó un plan”, dice Frischmann. “Damon y yo estábamos bastante obsesionados con la idea de un zeitgeist (espíritu de una época). Y, en algún momento, se nos ocurrió que Nirvana estaba tocando y que toda la gente estaba interesada por la música norteamericana, y que debería haber alguna especie de manifiesto por el retorno de lo británico”.
El segundo álbum de Blur, Modern Life is Rubbish, fue lanzado en mayo de 1993. Al mes siguiente, Albarn y Coxon hicieron una breve aparición en Great Expectation, un concierto organizado por la XFM, una radio londinense. Esa noche, Blur sonó perfecto. “Para mí, ése fue el punto de inflexión”, dice Mike Smith. “Recuerdo haber estado con un amigo, mirarnos y decir: ‘Mierda, esto va a ser enorme’.”
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Cuando un grupo de periodistas lo arrinconó y empezó a hablarle sobre su responsabilidad de salvar la música británica, él hizo una mueca. “Esta vez lo hicimos. De verdad”, respondió. Parklife, el nuevo álbum de Blur, era la prueba. (...) El disco entró en los charts en el número uno. “Noera obvio que Parklife fuera a resultar tan grande”, recuerda Frischmann. “En ese momento, Elastica era más grande que Blur, teníamos más prensa y más atención. La semana en la que Parklife llegó al número uno, él no podía parar de llorar.”
Con una sinceridad admirable, Albarn escribió acerca de la experiencia al año siguiente. “Nunca tuve en mi vida a alguien que se sintiera aunque más no fuera levemente deprimido o suicida. Esas eran emociones tan incomprensibles para mí como el idioma japonés. Entonces, de la nada, me desperté deprimido. Era como el primer día en la escuela primaria y como una resaca muy mala, todo al mismo tiempo. Tenía dolores en la espalda y en los hombros, ataques de pánico, y el único alivio era llorar.”
“El no podía dormir”, dice Frischmann. “Estaba consiguiendo todo lo que había deseado, pero estaba perdiendo el foco. Después de eso, perdió esa parte suya que era infantil y que no podía asumir las cosas, y realmente fue capaz de convertirse en una estrella pop. Mientras tanto, yo estaba haciendo entrevistas y sacando discos, entonces ya no estaba disponible para él. El no estaba bien y yo no podía ayudarlo demasiado. Ese fue el comienzo de los problemas.”
Albarn fue a ver a un doctor recomendado por la familia Frischmann. Le preguntó por su consumo de drogas. El le explicó que fumaba una módica cantidad de marihuana, que bebía bastante y que ocasionalmente tomaba cocaína. Le dijeron que desistiera de esta última y le dieron una receta para antidepresivos. Apenas le dio una oportunidad a las píldoras: las tiró después de unos días. Más tarde explicó que lo hacían “ver el mundo como si saliera de una radio a transistores”. Entonces trató con hierbas y con acupuntura, antes de descubrir los beneficios de un régimen más mundano: viajes al gimnasio y un partido de fútbol por semana.
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A fines de febrero de 1996, Blur debía aparecer en el festival de San Remo, pero sólo Albarn y Rowntree viajaron (Coxon había avisado que no iría; James se quedó dormido y perdió el avión). Las noticias llegaron pronto al New Musical Express, cuyo reporte fue: “La última semana de Blur alimentó rumores de que están a punto de separarse”. Para ese entonces, Albarn había empezado a imaginar un camino diferente, un escape del britpop. “Un día se levantó, dijo que había estado soñando con la tundra barrida por el viento y soltó: ‘Debo irme a Islandia’”, recuerda Frischmann. “Fue un auténtico punto de quiebre para él. Yo fui algunas veces. No me gusta el frío; sentía que iba en la dirección incorrecta en el avión. Lo vi como una movida levemente agresiva, porque habíamos estado hablando de comprar algo en España, Francia o Turquía.”
“El conoció a una chica islandesa muy linda en Los Angeles, hecho que debe haber sido más atractivo”, dice James. “Y él salía mucho allá. Tres días después de que llegó, recibí un mensaje en mi contestador, con una voz de calma infinita que me decía: ‘Alex, esto es realmente, realmente hermoso’. Lo cual era cierto.”
Ese verano, Blur comenzó a reagruparse. Entre las primeras composiciones que grabaron estaba una canción llamada “Beetlebum”. “Pensé que era una canción sobre Justine Frischmann (quien, en ese punto, consumía heroína)”, dice James. “Es una canción de drogas, ¿no? Todas las grandes canciones pop son sobre el amor o las drogas. Y las realmente grandes son sobre ambas cosas.”
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Albarn y Frischmann habían empezado a separarse en 1995, cuando su vínculo se mantenía a través de conversaciones telefónicas. Para peor, después de su vuelta tras un año de gira con Elastica, ella descubrió que sus respectivas visiones del futuro eran muy diferentes. “Damon me decía: ‘Ya probaste que sos tan buena como yo, tuviste un hit en Estados Unidos, ahora pará y tengamos hijos’. El quería que yo dejara de ser parte de un grupo, que no saliera de gira y que criara a sus hijos. Yo no estaba muy feliz con la idea y él me decía: ‘La razón de tu infelicidad es querealmente querés tener hijos, pero no lo sabés’. Y era convincente. realmente lo pensé con bastante seriedad.”
En 1997, de todos modos, Albarn no se estaba comportando exactamente como un aspirante a hombre de familia. “Cada vez era más abierto con respecto a su infidelidad”, asegura Frischmann. “Pasaba mucho tiempo en Islandia. Una vez fui y me dijeron que había un sketch en un programa de comedia local con un montón de mujeres con bebés que se llamaban Damon. Hasta ese punto se había ido de las manos.” Después de retornar a Londres, a pesar de que Frischmann pensaba que él debía irse, Albarn se rehusaba a concluir la relación. “Me lo pasaba diciendo que quería que se fuera y él me decía que me fuera a descansar, porque yo no me sentía bien. Y eso era cierto, porque tardó mucho tiempo en dejar la relación; él quería hijos; quería algo que no le había dado e iba a permanecer hasta que le diera lo que quería. Tomó mucho tiempo la ruptura.”
Finalmente, tras unas vacaciones tipo “última oportunidad” a fines de 1997, Albarn y Frischmann tomaron caminos separados. “Pasó del punto de ser un modo inteligente de vivir”, dice ella. “Dejamos de remar, lo cual daba miedo. No dormíamos en la misma cama, y no lo habíamos hecho por un tiempo, pongámoslo de ese modo.” Los detalles de su separación no fueron distintos de los de tantas relaciones. De todos modos, en las mentes de aquellos que vieron sólo la superficie, no podría haber un signo más claro que la era del britpop, que comenzó con Parklife y que definieron discos como el primero de Elastica, para entonces había terminado.

Extracto del libro The Last Party: Britpop, Blair and the Demise of English Rock”, de John Harris, recientemente editado en Inglaterra. Tras leer un anticipo publicado en The Guardian, Damon Albarn le dijo a ese diario: “Justine parece percibirse como una víctima de todo tipo de comportamientos erróneos. Eso es muy triste. Siento que, de algún modo, soy responsable de eso. No me siento bien al respecto. Amé a Justine. Cuando nos conocimos, estábamos increíblemente enamorados y, por el simple hecho de estar tan interesados en la música, arruinamos nuestra relación. Ambos lo hicimos. No fue algo maquiavélico, es simplemente triste que una relación que nació tan hermosa haya terminado tan mal”.

 

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