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Domingo, 5 de enero de 2003

MúSICA

Honestidad brutal

Es la conciencia de izquierda del rock inglés. Ha sido el único de las islas en criticar a la reina el año pasado, cuando se celebraba su 50º aniversario en el trono. En su último disco despliega una virulencia corrosiva y se carga al FMI. Acaba de difundir gratis en Internet una canción contra la guerra de Irak titulada “El precio del petróleo”. Y frente a cualquier elogio, Billy Bragg se defiende: “Mis canciones no son políticas, sino honestas”.

 Por Martín Pérez

“No me hablen de sangre, sudor, lágrimas o ninguna otra mierda/ es todo por el precio del petróleo”, dice el estribillo de “The Price of Oil”, un flamante tema de Billy Bragg que se puede conseguir gratis en muchos sites de Internet, comenzando por el suyo. Incluido en el flamante compilado benéfico Peace Not War –del que forman parte otros artistas comprometidos como Public Enemy, Ani Di Franco, Chumbawamba, Midnight Oil y Asian Dub Foundation, y que, de más está decirlo, es editado de manera independiente–, el tema también formará parte del próximo álbum de este inglés de 45 años, que sin embargo estuvo repartiéndolo gratis en sus últimos shows en vivo. “No conozco mucho esta tecnología ni cómo poner rápido una canción en Internet, así que necesito que me ayuden. Porque para cuando se edite mi próximo disco la guerra en Irak ya va a ser una noticia antigua”, dijo a mediados de octubre desde el escenario del Teatro Sommerville de Boston, donde comenzó una breve gira norteamericana, mientras repartía una decena de compactos con el tema entre sus fans de las primeras filas.
“No soy fanático de Saddam Hussein, no me malinterpreten. Pero si lo que buscan es liberar al pueblo iraquí, ¿entonces por qué esperaron tanto? ¿Por qué no solucionaron esto la vez pasada? ¿Era entonces menos maligno que ahora? Es el mercado el que tiene la respuesta a los porqué él, por qué ahí y por qué ahora”, continúa Bragg en su flamante tema, en el que se acompaña sólo con su guitarra, como un Woody Guthrie del nuevo siglo. Después de todo, no en vano se pasó los últimos años del siglo XX acompañado por el grupo norteamericano Wilco, hurgando en el legado del legendario cantautor que inspiró a Dylan, y también a Joe Strummer, entre tantos otros. Aquella gesta dio como resultado dos álbumes –Mermaid Avenue (1998) y Mermaid Avenue Vol. II (2000)– con letras inéditas y olvidadas de Guthrie, musicalizadas e interpretadas junto a Wilco, y un DVD que acaba de ser editado –Man in the Sand (2002)– como testimonio de todo el proceso.
“Woody Guthrie vivió en una época en la que todavía se creía que era posible cambiar el mundo con el arte”, le explicó Bragg al periodista español Ignacio Juliá, en una entrevista publicada en la revista Ruta 66. Fanático de Simon & Garfunkel y Bob Dylan en sus comienzos, el resto de la respuesta de Bragg explica de dónde salen canciones como la que acaba de difundir gratis por Internet: “Guthrie se diferencia de Dylan en el cinismo. No hay cinismo en su música, sólo honestidad y confianza en la gente. Ahora tenemos una visión más cínica, dudamos que pueda cambiarse nada escribiendo canciones, pero eso no debería frenarnos a la hora de escribirlas, ni quitarnos las ganas de intentar cambiar las cosas”.

YO COMBATI LA LEY
“Mi teoría es la siguiente: no soy un cantautor político, sino que soy un cantautor honesto”, le explicó Bragg el año pasado a un periodista de Seattle llamado Silja Talvi. “Trato de escribir honestamente sobre las cosas que me rodean. Hay unos pocos cantautores honestos aquí y allá escribiendo sobre sus relaciones sentimentales y sus propios desafíos personales. Pero, por alguna razón, cuando salen de su dormitorio, no llevan su honestidad con ellos. Mi honestidad, en cambio, se extiende al mundo real.” Nacido en Essex, cadete de banco cuando abandonó la escuela a los 16 años, Bragg cuenta siempre que fue fan de Dylan hasta que el punk le estalló en la cara. “La banda que más me atrajo entonces fue The Clash, y con mis diecinueve años pensaba que su posición política era muy clara. Hoy miro hacia atrás y pienso que tenía más que ver con su estilo que con sus ideas”, recuerda Bragg. “Éramos nosotros los que les dábamos un contenido político a The Clash, y eso me enseñó la primera lección de mi carrera: que si uno es tan naïf como para creer que un grupo de rock puede cambiar el mundo, una banda puede ser también tannaïf como para pensar que, si su público piensa que pueden cambiar el mundo, tal vez sea capaz de hacerlo.”
Después de tener su propio grupo punk (llamado Riff Raff, en su site también se consigue una flamante reedición en CD de sus simples), Bragg se ganó un nombre en Inglaterra cantando sólo con su guitarra eléctrica canciones que decían cosas como: “No quiero cambiar el mundo, no quiero una nueva Inglaterra, sólo busco una nueva chica”. Según él, su activismo comenzó con la reelección de Margaret Thatcher. “Ése fue mi despertar político, porque me shockeó que matase a toda esa gente en Malvinas y luego fuese electa precisamente por eso.” A pesar de que su activismo llegó hasta el extremo de grabar un EP titulado The Internationale (1990) –que incluye no sólo el tema en cuestión sino también una versión de “Nicaragua, Nicaragüita”, de Carlos Mejía Godoy–, Bragg es conocido también por sus canciones de amor (que son “gramscianas”, según aclara en la portada del que tal vez sea su mejor disco, Workers-playtime, de 1988), que lo delatan como un honesto ejemplar del “sensible masculino”, precursor del confesional Nick Hornby.
Luego de una crisis de madurez que lo sumió en el silencio a comienzos de la década del 90, Bragg volvió al ruedo con el autocrítico William Bloke (1996), en el que hablaba de un “socialismo del corazón” (en el tema “Upfield”) y se preguntaba si debía votar “rojo por su clase o verde por sus hijos” (“From red to blue”). Luego de la experiencia Guthrie junto a Wilco, su último disco fue England, half English (2002), cuyas canciones hablan de sí mismo, de los temas que le preocupan e incluso de los que entiende que le deberían preocupar con una honestidad y un entusiasmo que emocionan. Tanto como emociona el clásico acompañamiento musical de su grupo, The Blokes. En particular ese piano tan bien interpretado –junto al órgano Hammond– por el legendario Ian McLagan (ex Small Faces y The Faces) desde “St. Monday”, el tema que abre el disco. “Creo que no hay una estación de servicio en todo el mundo de habla inglesa en donde no haya un disco de los Small Faces”, ha bromeado Bragg. “Cada vez que nos detenemos en una estación en medio de un viaje no seguimos hasta haber encontrado un tema en alguna compilación. ¿Te pagaron por esto, Ian?, le preguntamos. Y el siempre responde que no.”

DEBO IRME O DEBO QUEDARME
En un año (pasado) en el que la celebración en Inglaterra del medio siglo de la reina despertó una llamativa unanimidad en los festejos –muchos rockeros estuvieron presentes en las celebraciones–, Billy Bragg dio la nota al editar como simple un tema de su último disco, titulado de manera contundente: “Take down the union Jack”, traducible como “Arrien esa bandera”. “Tengo que enviar mis felicitaciones a Bragg por presentarse en televisión para ponerse ante la nariz de la gente con su canción contra el Jubileo de la reina”, escribió Julian Cope en su página de Internet, luego de haberlo criticado al declarar que no se terminaba la monarquía con una canción.
Dentro del contexto del álbum, sin embargo, el tema no hace más que referirse al gran problema del ser británico, algo que Bragg no quiere dejar en manos de los conservadores. “Si de algo habla mi disco es de la política de la identidad, de cómo nos identificamos a nosotros mismos como individuos. El plato más popular hoy en Inglaterra es el pollo a la thika marsala, un híbrido del subcontinente indio. Es evidente que no somos tan ingleses como lo fueron nuestros padres. Ellos tomaron su cultura de Inglaterra, mientras que nosotros la tomamos de donde elijamos. Pero eso no quiere decir que dejemos de ser ingleses. No tiene nada que ver de dónde venimos, ni cuál es nuestra raza, sino dónde es que convivimos”, explica Bragg, cuyo disco también incluye un himno internacional en el año del cacerolazo. “FMI, Banco Mundial, escucho esas palabras donde quiera que voy. ¿Quiénes son estos tipos? ¿Quien los eligió? ¿Y cómo puedo hacerpara reemplazarlos por algunos de mis amigos?”, canta en “NPWA”, un título cuyas siglas significan Ningún Poder Sin Contabilidad.
“Ninguna canción puede cambiar el mundo, pero lo que sí cambia es la percepción que tenemos sobre él”, opina finalmente Bragg. “Durante mi vida escuché la música de Dylan, The Clash y Marvin Gaye, algo que me permitió mirar el mundo de otra manera y me ofreció otra versión de lo que pasaba en él. El poder de la música descansa en su habilidad para cambiar nuestra percepción.”

El tema “The Price of Oil” se consigue gratis en el site www.billybragg.co.uk, en formato MP3

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