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Domingo, 15 de abril de 2012

> SYLVIE EPELBOIN: EL HOMBRE Y LA CIENCIA

In utero

La fertilización asistida apareció en los ’80, y desde entonces no dejó de crecer. Claro que muchos son los interrogantes en torno del deseo humano de procrear, “le dur désir de durer”, como dice Paul Eluard. Ahora los médicos no sólo acompañan sino que forman parte del acto mismo de la procreación. Y las preguntas existenciales básicas devienen parte del proceso científico: ¿para qué traer hijos al mundo? ¿Egoísmo o deseo altruista? ¿Impulso o planificación de vida? “La dificultad para definir este concepto es prácticamente la misma que para representar la sexualidad y la reproducción”, plantea la ginecóloga francesa Sylvie Epelboin, uno de los referentes mundiales de la reproducción asistida. “Estamos ante técnicas que, por primera vez en la historia, crean nuevas estructuras de nacimientos y cambios en la concepción tradicional del linaje del ser humano”, resume Epelboin.

Usted habla sobre los dilemas éticos ante las técnicas de fertilización asistida. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en el caso de una pareja con corta expectativa de vida?

–Bueno, tener un bebé en las parejas jóvenes es siempre un proyecto muy fuerte, muy intenso. Pero también hay que pensar en el niño y si es beneficioso para él nacer con un padre o una madre que van a morir prematuramente. La pregunta es: ¿es mejor vivir de todas formas? En la concepción natural, los médicos adoptan el rol de observar y tomar los cuidados correspondientes. En el marco de la fertilización asistida, tenemos el rol de ser actores desde el origen de la concepción, con lo cual todas estas cosas deben ser tenidas en cuenta. Esa es una gran diferencia. Inevitablemente, debemos tomar posición ante los casos, y evaluar uno por uno: si se quiere tener un hijo como forma de “revancha” hacia una enfermedad, o si es un proyecto real y podemos acompañar a una pareja en ese deseo.

¿Cuál es el máximo de años que puede mantenerse congelado un embrión?

–Es un método clínico, que cambia según los lugares del mundo. En Israel, España, Taiwan y Finlandia, el máximo es de diez años. En Suiza, Austria y Dinamarca, sólo puede mantenerse por un año. Además, en Austria, Irlanda e Israel, los embriones no “usados” por una pareja no pueden darse a otra, ni siquiera pueden usarse para investigación. En Inglaterra, Suiza y Argentina, cinco años. Y en Francia también cinco, lo que ocurre es que ahí podés tener un hijo por fertilización asistida, que nazca, criarlo, y recién después tener otro proyecto: el Estado no conserva embriones sin objetivo. En nuestro país, es imposible mantener congelados embriones y embriones y embriones sin un proyecto parental.

¿Quiénes se oponen al congelamiento de óvulos?

–Muchos países. Por la historia que tienen y por consideraciones éticas, como Alemania, por ejemplo, donde entra a jugar el pasado de ese país y la experimentación genética con embriones. También puede haber motivos religiosos, como en Italia.

La maternidad tardía ya está mundialmente aceptada, en pos de la libertad de las mujeres. ¿Estas técnicas pueden transformarse en una práctica común en los próximos años?

–Los nacimientos tardíos son después de los 35, cuando disminuye la cantidad de óvulos. Después de los 40, hay muy pocas chances de quedar embarazada naturalmente. Y los embarazos tardíos son peligrosos para el niño y para la madre, sobre todo después de los 45. Entonces lo que hay que entender es que, aunque sea terrible para algunas mujeres, hay un tiempo para todo. La ley francesa no es muy específica respecto de la edad. Yo creo que nosotros debemos ayudar a las mujeres a tener una total libertad, pero no podemos ignorar que después de determinada edad, los embarazos pueden resultar altamente riesgosos.

¿Por qué la implantación de un embrión en un útero “prestado” es la técnica más cuestionada hoy en día?

–Los elementos de la controversia son médicos, psicológicos, legales, éticos, religiosos y filosóficos. Cuestionan la definición del linaje humano, el peligro de la explotación de los cuerpos de las mujeres, los daños y riesgos físicos que afronta, el interés de un hijo a cualquier costo. Se abre el debate: el deseo de un hijo obstaculizado por el miedo a sufrir los caprichos del embarazo, el caso de las mujeres adultas, el deseo de paternidad de hombres solteros, el de las parejas gays... Pero en definitiva, debemos tener en cuenta que el progreso técnico es permanente y que los niños nacidos de las técnicas de reproducción asistida son y serán el resultado de elecciones de vida, que no deben trivializarse.

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