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Miércoles, 19 de septiembre de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. LA CORRESPONDENCIA DEL POETA Y EDITOR FRANCISCO GANDOLFO

Cartas con "Don Franciscópata"

Publicada por Ediciones en danza, la obra es una selección de 133 intercambios de correo entre Gandolfo y diversos autores, lo que da lugar a una suerte de novela epistolar llena de humor, lirismo, ingenio y hasta intriga.

 Por Beatriz Vignoli

La Correspondencia del poeta y editor Francisco Gandolfo, publicada con ese título por Ediciones en danza (Buenos Aires, 2011, 297 páginas) con una beca del Gobierno de Santa Fe y editada por Osvaldo Aguirre (quien seleccionó 133 cartas de diversos autores de entre un corpus de 826) se deja leer como una novela epistolar llena de humor, lirismo, ingenio y hasta intriga. No es para menos, habiendo en ella voces como las de Angélica Gorodischer, Irene Gruss, Raúl Gustavo Aguirre y Javier Cófreces, entre otros. Su lectura ofrece un rico panorama coral no sólo de la vida de Francisco Gandolfo (1921﷓2008) entre 1947 y 1993, sino de los diálogos entre poetas de Rosario, Buenos Aires y Montevideo en años fecundos como los que dieron origen a la revista El lagrimal trifurca, editada por el poeta y sus hijos en la imprenta familiar, La Familia.

La revista surge en 1969 y, en los 70, las particularidades de la producción literaria rosarina llaman la atención en Buenos Aires a quienes, en los 80, integrarían el Diario de Poesía. Este diálogo empieza a replicar el de Francisco Gandolfo y la revista Poesía Buenos Aires, pero luego parece caer en el olvido. De él lo rescatan los vasos comunicantes que se tejen en este libro, complemento de la poesía reunida con la ayuda de Aguirre y de Elvio Gandolfo, editada por la Editorial Municipal de Rosario en 2006.

Los hilos más novelescos de la trama que arman estas cartas son varias pesquisas tras McGuffins diversos (como un supuesto poema de Cortázar, que resulta ser un apócrifo compuesto por un chanta porteño) y la correspondencia entre Francisco Gandolfo y su amigo Mario Levrero. Crítico exigente, Levrero comienza por agregar una "P" inicial al "sicópata" del libro de su amigo titulado El sicópata. Versos para despejar la mente (1974) y llega a emprender un psicoanálisis silvestre, mezclando a Freud, Jung, la parapsicología y lo que Levrero denomina las mancias, instrumentos mágicos para la liberación del inconsciente.

Los encabezados (mutuos) van desde "Estimado Psicópata" (Levrero) hasta "Reverendo" (Gandolfo) pasando por: "Muy estimado y jovial Don Franciscópata" (Levrero) o "Ex-perto" (Gandolfo). Lo más loco es que Gandolfo le sigue la corriente y escribe un poema sobre el Yo y "su relación con la imposible Ella", no sin antes tomarle el pelo: "Compruebo que estás más rayado que nunca, para colmo empleando términos como biorritmos que suenan a gorriones".

Además de lo explícito, lo jugoso del relato que estas cartas construyen a veces está implícito en datos tales como las fechas y otros tecnicismos. Por ejemplo, entre septiembre y diciembre de 1971, a través de cartas y viajes, para obtener "8 carillas formato oficio plagadas de tachaduras y correcciones sobre un papel manteca transparente, amarillento como pergamino antiguo, escritas con una tinta un tanto borrosa como de duplicado, con una máquina de escribir que trajo de China", el editor sigue a un colaborador, traductor y procrastinador, que no es sino el poeta entrerriano Juan L. Ortiz.

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El poeta y editor Francisco Gandolfo, eje de esta suerte de novela epistolar.
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