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Jueves, 26 de febrero de 2015

PSICOLOGíA › LA HERENCIA JUDíA DE SIGMUND FREUD EN EL ORIGEN DEL PSICOANáLISIS

Sobre el poder de la Palabra

El ritmo en la biblia, la escritura y la escucha son algunas de las claves que pueden rastrearse en la obra del austríaco que subvirtió el discurso médico a partir de su bagaje histórico y cultural, sumado a la buena jugada del deseo.

 Por Milena Marro*

"Las palabras fueron originariamente ensalmos, y la palabra conserva todavía hoy mucho de su antiguo poder ensalmador. Mediante palabras puede un hombre hacer dichoso a otro o empujarlo a la deseperación; mediante palabras el maestro transmite su saber a los discípulos; mediante palabras el orador arrebata a la asamblea y determina sus juicios y sus resoluciones. Palabras despiertan sentimientos y son el medio universal con que los hombres se influyen unos a otros. Por eso, no despreciemos el empleo de las palabras en la psicoterapia y démonos por satisfechos si podemos ser oyentes de las palabras que se intercambian ente el analista y su paciente". Sigmund Freud (Conferencias de introducción al psicoanálisis).

Se sabe que fue en un largo trayecto de subversión del modo de pensar del discurso médico en el que Freud edificó una teoría y una clínica del sufrimiento humano, resaltando el valor medular del inconsciente, y el lugar privilegiado de la palabra en su abordaje. Entre las condiciones que hicieron posible la creación de su obra, tanto del cuerpo teórico como del método de tratamiento, algunas pueden leerse en él, y otras, deducirse o especularse. Podríamos pensar en este sentido, en su formación médica, en su origen judío, y en su arte de escuchar o de leer; dando por supuesto, que el deseo freudiano hizo allí una buena jugada.

El origen judío de Freud ha motivado a algunos pensadores a plantearse el interrogante acerca de la incidencia que podría haber tenido su judaísmo en el psicoanálisis por él creado. Así, encontramos a lo largo de su obra, en la de Lacan, y en la biografía de Jones, no pocas referencias que hacen alusión al judaísmo y a su condición de judío. En este sentido hay tres que me parecen centrales. La primera está en su Presentación autobiográfica: "Nací el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, un pequeño poblado de lo que hoy es Checoslovaquia. Mis padres eran judíos, y yo lo he seguido siendo".

Asimismo, respecto de sus intereses, por entonces proclamaba: "En aquellos años no había sentido una particular preferencia por la posición y la actividad del médico; por lo demás, tampoco la sentí más tarde. Más bien, me movía una suerte de apetito de saber, pero dirigido más a la condición humana que a los objetos naturales; tampoco había discernido el valor de la observación como medio principal para satisfacer ese apetito. Mi temprano ahondamiento en la historia bíblica, apenas hube aprendido el arte de leer tuvo, como lo advertí mucho después, un efecto duradero sobre la orientación de mi interés."

Quizás la carta que Freud le envía a Oskar Pfister, estaría en un principio directamente relacionada con la pregunta anterior, en donde afirma que fue un judío el creador del psicoanálisis; aunque también dice que fue un judío sin Dios: "¿Por qué el psicoanálisis no fue creado por uno de los tantos hombres piadosos, por qué se ha esperado a que fuese un judío completamente ateo?". Sin embargo, Jones cuestiona esta afirmación, aduciendo que habría a su vez millones de judíos que no lo hicieron.

Otras tantas referencias hallamos en un discurso que Freud escribe para una reunión de la B'nai B'rith, manifestando entre otras cosas su relación con la religión, y cierta identidad compartida por los judíos, como rasgo en común: "Lo que me ataba al judaísmo no era ni la fe ni el orgullo nacional; en efecto, siempre permanecí incrédulo, y fui educado sin religión, aunque no sin respeto por los reclamos llamados "éticos" de la cultura humana. Y no bien sentí la inclinación hacia un sentimiento de exaltación nacional, me empeñé en sofocarlo por funesto e injusto, asustado por los ejemplos, que nos sirven de advertencia, de los pueblos bajo los cuales vivimos los judíos. Pero restaban sobradas cosas que volvían irresistibles la atracción del judaísmo y de los judíos, muchos poderes de oscuro sentimiento, tanto más imperiosos cuanto menos admitían ser capturados con palabras, así como la clara conciencia de la identidad íntima, de la familiaridad en una misma construcción anímica. Y a esto se sumó pronto la intelección de que debía precisamente a mi naturaleza judía las dos cualidades que se me habían vuelto indispensables en el difícil sendero que la vida me deparaba. Porque era judío me hallaba libre de muchos prejuicios que limitaban a los otros en el uso de su intelecto, y como judío estaba preparado para pasar a la oposición y renunciar a la aquiescencia de la 'compacta mayoría'".

Igualmente, hallamos otros pronunciamientos de Freud en Moisés y la religión monoteísta, en donde intenta dar cuenta de los rasgos de carácter del pueblo judío, impresos por Moisés y su legado monoteísta. Resalta aquí la histórica capacidad de resistencia de los judíos frente a los infortunios y adversidades; su acrecentado sentimiento de sí por la creencia de ser el pueblo elegido; su orientación hacia intereses espirituales, siendo la escritura de un valor importantísimo. También menciona como rasgos distintivos: la desestimación de la magia y la mística; la sublimación; la estima por lo intelectual y lo ético.

*Magister. Docente de la Facultad Ciencias Médicas, UNR. Extracto efectuado por la autora del artículo publicado en Cuadernos de Metapsicología N5, Facultad de Psicología, UNR, y trabajado en la tesis de Maestría en Psicoanálisis Lecturas del origen, lecturas de lo originario. Entre la herencia judía y la clínica psicoanalítica.

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Freud retratado por Salvador Dalí, que lo admiraba.
 
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