rosario

Lunes, 7 de noviembre de 2005

OPINIóN

La batalla diaria en el tránsito

Grandes cantidades de vehículos remitidos al corralón, agresiones en
los procedimientos por alcoholemia, agentes embestidos por conductores;
marcan la situación que se vive por estos días en las calles de la
ciudad. La normas se endurecieron y hay una resistencia social al cumplimiento. La situación se ha tornado peligrosa para conductores y automovilistas.

 Por Leo Ricciardino

El altercado de los agentes de Tránsito con el concejal Jorge Boasso, un automovilista que a bordo de una Caddy embistió a otro inspector de la misma repartición; y las refriegas en los controles del alcoholemia todos los fines de semana, llevaron a la directora del área Hebe Marcogliese a reconocer esta semana que "lamentablemente se reiteran los ataques contra nuestros agentes".

El escándalo con el edil del radicalismo quedó radicado en la justicia, y Boasso insiste en que él no agredió a nadie. Todo lo contrario sostiene la directora Marcogliese. Pero en lo que sucedió con el conductor del utilitario Volkswagen, no quedaron dudas: El inspector terminó internado en el Heca con heridas menores después del intento de atropello.

El de inspector de Tránsito debe ser uno de los trabajos más desagradables para cumplir, sobre todo teniendo en cuenta que deben actuar en una sociedad cuya característica principal es el desapego a las normas. Pero sucede que esos mismos inspectores provienen de esta misma sociedad, con lo cual el problema que se presenta es doble. O, acaso ¿ya se olvidó el robo de equipos de GNC de autos que estaban en el corralón de la propia dirección de Tránsito?. O, ¿no fue la EPE una mañana -previa llamada a los medios- a desconectar a la oficina ubicada en el Parque Independencia porque estaba "enganchada" de la luz?. Muchos dicen que se trató de una vendetta porque unos días antes un grupo de agentes de la repartición habían llevado al corralón una camioneta de la empresa eléctrica mal estacionada. Como sea, la oficina se enganchaba de la luz y esto lo vieron todos los medios.

Marcogliese asegura que todas esas mafias internas se terminaron. Incluso reconoció en declaraciones radiales que a lo mejor "por temor, hay otro tipo de conductas". Es obvio que se refería a la autoridad que ella ejerce que -al decir de Boasso "es tan calentona como yo"-. Como sea, nadie cuestiona aquí la autoridad de la funcionaria, aunque una cuota de duda subsista respecto de que ya se hayan ido todos los elementos indeseables de la dirección a su cargo. Pero lo que sí alarma, es el grado de exposición de la gestión y -literalmente- la exposición de los propios agentes de Tránsito en cada procedimiento.

No es bueno que cada día estos empleados salgan a la calle, talonario en mano, como si se tratara de una batalla. Como tampoco es recomendable que a cada infractor se le vaya "la vida" en defender su inocencia cuando en el fondo sabe que infringió la normas.

Pero hay una razón clara que ha exacerbado los ánimos de uno y otro lado: Las causales de remisión al corralón de un vehículo. Una cosa es detectar un alto índice de alcohol en sangre de un conductor, o un vehículo circulando sin patente, o que esté obstruyendo un garage, una parada de colectivos o la dársena de un hospital. Pero otra muy distinta, es la falta del último recibo del seguro, un polarizado más oscuro que el autorizado, un estacionamiento que violó el tiempo prepago establecido. Las normas han cambiado y los conductores viven como una verdadera tragedia "perder" el vehículo a sabiendas de los trámites engorrosos y onerosos para recuperarlo. Por eso las maniobras desesperadas que atentan contra la seguridad tanto de los infractores como de los inspectores.

Quizás la solución pase por buscar el equilibrio en cada uno de los procedimientos. O mejor aún, revisar cuidadosamente las ordenanzas que marcan los límites de la convivencia entre los automovilistas, motociclistas, ciclistas y peatones de Rosario.

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