La Justicia penal condenó a prisión perpetua a Jonatan Olivera, el muchacho de 23 años acusado de asesinar en enero de 2013 a golpes y martillazos a Laura López, de 27 años, y su hija Mía, de 4, cuando entró a robar a su casa de barrio La Lagunita. El Tribunal oral resolvió la pena por unanimidad de los jueces Marisol Usandizaga, Edgardo Fertitta y María Isabel Mas Varela, luego de una semana de juicio. Al mismo tiempo, los magistrados remitieron copias de la causa ante la posible comisión de un delito de acción pública, por la desaparición de elementos secuestrados por la policía, que no fueron hallados al momento de ser requeridos. "Esto es lo que esperábamos después de tantos años de lucha", señaló Cristina Ojeda, madre de Laura.

"¡Bravo!", se escuchó en la sala después de que las palabras "prisión perpetua" salieran de boca de la jueza Usandizaga. Llantos y aplausos acompañaron el grito de desahogo de familiares y amigos de la joven madre. Afuera, todo fue abrazos y lágrimas.

Laura, junto a Mía y Román, de 7 años, vivían en una casita humilde de pasaje 1851 al 6600 (a la altura de bulevar Seguí). La mañana del 20 de enero de 2013, la mujer estaba preparándose para ir a trabajar cuando un hombre entró a su casa y la golpeó contra todo lo que pudo en el baño. Por los gritos, los nenes se despertaron y Mía salió de la habitación. "Ya te vi Jony, ya te vi que sos vos", le dijo al muchacho que solía ver en la casa de su abuela, cuando éste le cortaba el césped a Cristina, que vivía a la vuelta. El agresor tomó un martillo y le dio tres golpes en la cabeza a la pequeña. Madre e hija quedaron tendidas sin vida.

Román salió de la pieza cuando escuchó que el agresor se iba y sintió sonar el timbre de la casa, a la hora que todas las mañanas llegaba la niñera, quien se encontró con la devastadora escena entre el pasillo y el baño. El niño atravesó la escena del hecho para abrir la puerta.

La defensa de Olivera intentó probar que su cliente no había estado en ese lugar; se lo acusó porque era el "rata del barrio". Sin embargo, los testigos lo nombraron como quien salió de la vivienda aquella mañana de verano; mientras que otro joven apodado "Muqueño" fue sindicado por "hacer de campana", y lo condenaron a 10 años de prisión en un juicio abreviado.

Los fiscales Adriana Rodríguez y Gonzalo Fernández Buzzy consideraron que se trató de un "hecho atroz que cambió para siempre la historia de una familia", por lo que pidieron pena de prisión perpetua, en la primera jornada de juicio oral y público.

"Fueron muchos años de lucha y de dolor, pero valió la pena, porque esto es lo que esperábamos", dijo Cristina, quien se puso la causa al hombro: acampó durante días frente a Tribunales para que fuera detenido uno de los acusados; marchó varias veces con familiares de otras víctimas de la inseguridad y reclamó justicia desde el primer momento. Ayer, estuvo cara a cara con el acusado. Cuando tuvo que declarar como testigo, el agresor pidió no estar presente en la sala, pero ayer todas las partes estuvieron presentes para escuchar la sentencia. "Cuando oyó la condena se reía cínicamente. Es un ser macabro y perverso", agregó la mujer, entre lágrimas. "Desde que enterré a Mía y Laura nunca volví al barrio; pero hace poco lo hice porque pedí que la plaza donde jugaba mi nieta con su bicicleta pase a llamarse Plaza de la Justicia". La mujer no se quedó un minuto más en Tribunales, solo quería llegar a su casa para abrazar a su pequeño nieto.