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Sábado, 20 de enero de 2007

CIUDAD › OTRO BAR TRADICIONAL DE LA CIUDAD QUE SE RENUEVA

Ya no habrá una Buena Medida

El comercio de la esquina de Buenos Aires y Rioja se vende a
empresarios rosarinos, que planean remodelarlo. Cerrará el 31
de enero. Para empleados y clientes, sólo hay incertidumbre.

El rumor se fue confirmando durante el día. La Buena Medida ya no será lo que era. La modernización de bares tradicionales de Rosario -como El Cairo y El Resorte- sumará un nuevo eslabón de una cadena que parece no tener fin, para lamento de nostálgicos y soñadores. Según la confirmación extraoficial de los dueños del bar, ubicado en la esquina de Rioja y Buenos Aires; el lugar, tal como se lo conoció desde la década del 50, cerraría sus puertas a fin de mes. Si bien todavía no se pudo establecer si el bar se "transformará" para reconvertirse, las versiones indican que su actual propietario está "cansado y desganado", por lo que tomó la decisión de cerrarlo definitivamente. Por sus míticos e insuperables sandwiches de milanesas, y por ser un espacio donde intelectuales, marginales y estudiantes frecuentaron sus mesas durante más de 50 años, La Buena está instalada como un lugares indispensable a la hora de buscar un sitio económico para comer, o simplemente para tomarse un café.

El rumor se instaló ayer en los portales de noticias de la ciudad, y en los recuerdos de miles de rosarinos se habrá piantado un lagrimón. Famoso por sus gigantescos sandwiches de milanesas, los suculentos cafés con leche, y los cartelitos de cartón, con los precios escritos con birome -y con algún error ortográfico-, el bar fue refugio de varias generaciones que lo adoptaron como propio por su condición de bar céntrico y económico. Con sus amplios ventanales, ideales para apoyar los codos y entablar eternas conversaciones, mientras la vida pasaba y en los viejos televisores se destacaban los carteles rojos de Crónica TV, anunciando en letras de molde el último momento. Y antes, la primavera democrática de los 80, las tribus urbanas, los estudiantes que se nucleaban alrededor de sus porrones a un austral. Unos años más atrás, la efervescencia política de los 70. Las mesas de la Buena Medida vivieron animadas conversaciones en cada etapa. Y hasta hoy, refugian a seres que no se resignan a la modernidad líquida.

La tarea de los cronistas se topó con la negativa a hablar de Miguel Luise, el propietario. Por su parte, su hijo Pablo reconoció off the record que las negociaciones para ceder la comercialización del lugar están "avanzadas". Admitió también que los nuevos propietarios son rosarinos, pero dijo no saber cuáles son sus planes para la tradicional esquina. Sin embargo, adelantó que hay un acuerdo para conservar los empleados, y también el nombre. Luise negó que el 31 de enero sea la fecha final del bar.

Los más desconsolados fueron los mozos. Uno de ellos, Antonio, le comentó a Radio 2: "Nos dijeron que la explotación del bar está en venta y que hay un interesado. Prácticamente nos tendríamos que ir el 31 de enero, me estoy despidiendo después de tantos años, pero no sé cuál va a ser mi futuro acá". Otro mozo, llamado Luciano, comentó: "Me crié acá, conocí mucha gente buena, que después vino con sus hijos al bar. Es una vida entera en este lugar y con 41 años tengo miedo de empezar de nuevo".

La nostalgia invadió también a los clientes. Para algunos, es una parada obligada en el trajín diario. Juan Carlos, un taxista con 35 años de profesión, va todas las tardes a compartir un café con los amigos. "Es una tristeza muy grande, es toda una vida la que hemos hecho acá, las anécdotas de cada uno, la cantidad de amigos que llegamos a conocer", enumeró con nostalgia. "Remodelarlo va a implicar la pérdida de gente, de clientes que nos quedamos sin punto de reunión. La Buena Medida es inolvidable", agregó.

Desde los años 50, la esquina definió su identidad con la presencia de La Buena Medida. No sólo las míticas "zapatillas" de milanesa, también los inmejorables precios del porrón y el café. La mixtura de públicos que propuso durante los 80, el reducto de marginales, nostálgicos y callejeros en los que se convirtió con el nuevo siglo. Postales de una esquina donde los olores inconfundibles se mezclaban con los vaivenes políticos y culturales de los parroquianos que supo albergar, La Buena Medida muy pronto se convertirá en un cálido recuerdo para los que pudieron frecuentarla.

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La zapatilla de milanesa, un clásico para los parroquianos del tradicional bar. "Es una vida entera en este lugar, y con 41 años tengo miedo", dijo uno de los mozos.
 
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