El arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, una figura icónica en América Latina, será proclamado santo de la Iglesia católica. Ayer, Francisco aprobó los milagros atribuidos al monseñor y también al papa Pablo VI, quien también será canonizado.

La certificación de un segundo milagro era el último obstáculo para que ambos beatos pudieran subir a los altares, lo que ocurrirá en una misa que se llevará a cabo más adelante. Ya en febrero, Francisco había adelantado que las misas de canonización se celebrarían este año, mientras que el portavoz vaticano, Greg Burke, había escrito en Twitter que en el caso de Romero sería pronto. Al cierre de esta edición no se habían dado a conocer oficialmente los detalles del milagro que convertirá a Romero en santo. Sin embargo, el cardenal salvadoreño, Gregorio Rosa Chávez, explicó que el milagro atribuido al monseñor corresponde al de una señora que estaba embarazada y que su vida estaba en peligro en el momento del parto. La creyente le oró a Romero que intercediera por ella y su hijo. Ambos sobrevivieron. “Es un hecho maravilloso que fue analizado con muchísimo cuidado en Roma”, dijo Rosa Chávez, citado por el diario digital El Salvador. 

El que fuera arzobispo de San Salvador murió asesinado a manos de un francotirador integrante de los escuadrones de la muerte de la ultraderecha el 24 de marzo de 1980, a los 63 años,mientras celebraba misa, con una bala que le destrozó el corazón.  Nacido en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917, el religioso fue nombrado arzobispo en 1977. Su figura cobró relieve debido a que usó el púlpito de la Catedral Metropolitana para denunciar las graves violaciones de los derechos humanos cometidas tanto por las fuerzas armadas como por la naciente insurgencia.

El ex mayor de inteligencia Roberto d’Aubuisson fue quien ordenó a un escuadrón de la muerte asesinar al religioso mientras oficiaba una misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer. La confirmación del hecho la hizo el informe de una comisión formada en 1993 por Naciones Unidas (la Comisión de la Verdad) tras los acuerdos que acabaron con 12 años de guerra civil. El ya fallecido D’Aubuisson, fundó el partido Alianza Republicana (Arena) en 1981, que gobernó 20 años consecutivos entre 1989 y 2009.  

Cuando Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, el 3 de febrero de 1977, muchos sacerdotes y laicos lo consideraban conservador. Sin embargo, numerosos hechos, como el asesinato de su amigo el sacerdote jesuita Rutilio Grande, hicieron que diera un giro para pasar a ser un ferviente luchador y defensor de los pobres. Algunas personas, como su hermano Gaspar, sostienen que él siempre había trabajado por los más necesitados y que el cambio no fue tan radical.

Analistas coinciden en que su último mensaje en una misa dominical, el 23 de marzo de 1980, fue su condena de muerte. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día mas tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”, expresó en un llamado dramático al cese de la matanza de obreros y campesinos. El funeral de Romero, el 30 de marzo de ese año,  se tiñó de sangre. Militares apostados en las azoteas de los edificios aledaños a la Catedral Metropolitana dispararon contra los miles de fieles que participaban en la misa de despedida del arzobispo, en la plaza Gerardo Barrios, en el centro de San Salvador. 

El camino del monseñor a la santidad estuvo bloqueado durante varios años por sus conexiones políticas con la teología de la liberación,un movimiento izquierdista dentro de la Iglesia católica en las décadas de 1960 y 1970. 

Francisco desbloqueó el proceso en 2015 al reconocer su muerte como un martirio y aprobar su beatificación. El actual Papa considera al arzobispo como uno de los mejores hijos de la Iglesia. Sin embargo, hasta el momento, el crimen de Romero está impune dado que la Justicia salvadoreña nunca ha procesado y condenado a los autores del magnicidio.

Por su parte, Pablo VI dirigió la Iglesia entre 1963 y 1978 y es recordado por su impulso al Concilio Vaticano II, que introdujo numerosas reformas modernizadoras, como la abolición de la misa en latín. Durante su papado también confirmó la prohibición del aborto y del uso de anticonpectivos. Pablo VI fue beatificado en 2014, el mismo año en el que fueron proclamados santos otros dos papas modernos, Juan XXIII y Juan Pablo II. 

Expertos vaticanos y el Papa aprobaron la existencia de dos milagros atribuidos a Pablo VI. El primero se produjo en 2001 con el nacimiento en EE.UU. de un niño sano tras haber sido diagnosticado con una grave malformación. Y el segundo en 2014 con el nacimiento prematuro con éxito de una niña a las 26 semanas de gestación, cuya madre tenía problemas con la placenta.