Las aproximaciones actuales al estudio de las maternidades son variadas y complejas, e incluyen un amplio panorama que va desde aquellas mujeres que han decidido que no quieren ser madres hasta aquellas que proyectan su maternidad con recursos novedosos de fertilización asistida, con o sin pareja. En el contexto de una investigación en curso en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) sobre mujeres sin pareja que deciden ser madres, nos hemos propuesto1 una investigación de carácter exploratorio, desde la perspectiva del género y la subjetividad, que se propone indagar sobre sus motivaciones, condiciones de vida, representaciones y valores. 

Con este fin hemos llevado a cabo un relevamiento de algunos estudios que se realizan actualmente sobre las nuevas modalidades del acceso a la maternidad –con variados recursos de fertilización asistida– y en el ejercicio maternal, en los cuales se observa una firme tendencia a sacar el acceso y las prácticas maternales del ámbito estrictamente privado al que estaban confinadas hasta ahora, para otorgarles un amplio espacio en el ámbito público. La forma que adquiere es su consideración como proyecto político de lucha contra la desigualdad. Las publicaciones recientes (E. Imaz, 2010; P. Merino, 2017; M. Llopis, 2015; O. Donath, 2016) enfocan este proyecto desde lo que podríamos llamar “política de las subjetividades”. Sus autoras muestran una decidida crítica a las formas patriarcales tradicionales de la maternidad, que ha provocado el alejamiento de muchas mujeres de sostener la posibilidad del ejercicio de la maternidad, a la vez que ha acercado a muchas otras al intento de nuevas modalidades de procrear y de ser madres. El eje se centra en diversas formas de embarazar, de parir, y en una amplia variedad de propuestas para la crianza, donde se entrecruzan experiencias, prácticas e ideologías que se exponen ante sus pares para compartirlas y debatirlas, en muchos casos a través de la utilización de redes sociales. En todas ellas se destaca su percepción de que constituyen sujetos políticos, ejerciendo una práctica con el criterio de ciudadanía, en lucha por defender sus intereses y derechos como mujeres ante la maternidad.

Un debate clásico que se ha impuesto hasta ahora en relación al ejercicio de la maternidad es su in/compatibilidad con el trabajo. Este debate se retoma con insistencia en las nuevas maternidades, mostrando una coexistencia conflictiva, contradictoria, ente dos universos distintos: la maternidad y el trabajo. En tanto la maternidad es percibida como experiencia íntima, plena de riquezas que complejizan la subjetividad construida hasta entonces, el trabajo es considerado como formando parte de un mundo ajeno, con reglas singulares del mundo público, del que han de apropiarse para que también forme parte de su constitución subjetiva. Ambos mundos parecen contradecirse en varios aspectos: los más notorios se refieren a los presupuestos de tiempo que se dedican a uno y a otro, así como los aspectos económicos involucrados en ambos. Las mujeres que reflexionan sobre ambos mundos, coexistentes en sus vidas cotidianas, experimentan la tensión de un doble funcionamiento mental: en el universo maternal han de utilizar recursos de comunicación a predominio afectivo, con el acento puesto en las emociones cálidas (ternura, comprensión, empatía), mientras que en el universo laboral –al menos en la mayoría de ellos– los estilos de comunicación han de ser a predominio racional (utilizando criterios de objetividad, cierta distancia emocional, etc.). Desde la perspectiva de la “política de las subjetividades”, las mujeres estudiadas aspiran a que esta modalidad dicotómica pueda transformarse, gracias a la inclusión de la experiencia acumulada históricamente por el género femenino con la maternidad. Si hasta ahora los proyectos de igualación para las mujeres las llevaban a querer incorporarse al mundo del trabajo –que estaba diseñado desde una perspectiva masculina–, en estos grupos de mujeres el proyecto de igualación propone asemejar las condiciones de vida de los géneros femenino y masculino incorporando los valores clásicamente desplegados por las mujeres para el ejercicio de la maternidad –en el vínculo materno-filial– , tales como la empatía, la cooperación y la búsqueda de consensos para llevar adelante proyectos vitales.

Estos planteos indican que se trata de propuestas críticas que aspiran a trascender las lógicas binarias que sugieren que las mujeres deberían optar por uno u otro mundo, o sea, por desplegar un estilo maternal patriarcal que ha sido descripto como “maternidad intensiva” (Sh. Hays, 1998), o bien participar del mundo del trabajo que ha sido diseñado desde una perspectiva androcéntrica, dado que no contempla los intereses y valores femeninos para ser incluidos en él. Las mujeres que se proponen estas nuevas maternidades ya no aceptan los criterios o/o, esto o lo otro, sino que aspiran a criterios más inclusivos: esto y lo otro. Desde estos planteos, se hace una crítica profunda a los supuestos de los principios neoliberales que sostienen “la libre elección” de las mujeres, supuestos basados en la creencia de que han elegido libremente desarrollar principalmente el ejercicio de la maternidad o bien desplegar a fondo sus intereses en una carrera laboral. Las críticas de los nuevos colectivos de mujeres se dirigen a que no se trata de una elección, sino que han sido colocadas ante una opción: esto o lo otro. Hemos caracterizado esta condición como una opción de hierro (M. Burin, 2007) a la que se ve sometido el género femenino, una opción entre desplegar sus habilidades laborales que les implican altos niveles de satisfacción, o sus necesidades de intimidad materno-filial y familiar que les deparan el mismo grado de satisfacción subjetiva. Las inequidades de género en este caso son evidentes: en tanto esta condición no se le plantea a los hombres, pues ellos habitualmente conservan su familia mientras avanzan en sus carreras laborales, para las mujeres esta opción constituye un conflicto excluyente entre la familia y su carrera laboral en los contextos clásicamente patriarcales.

El costo subjetivo impuesto al género femenino es muy elevado debido a semejante opción, y deja profundas marcas en la constitución de su subjetividad, en sus modos de amar y de desear. Hemos utilizado ampliamente el concepto de malestar (M. Burin, 1990) para describir el sufrimiento debido a esta experiencia subjetiva que se impone a las mujeres-madres con el clásico ejercicio de la maternidad, constreñidas por la dicotomía de tener que optar por uno u otro término de la opción. Sus efectos han sido de largo alcance: existe un amplio grupo de mujeres en las últimas décadas que han debido alejarse de la experiencia de la maternidad como un aspecto de significativa satisfacción subjetiva para sus vidas, debido a la observación del sufrimiento que ésta imponía cuando se volvía incompatible con otros deseos y proyectos vitales. Las mujeres que emprenden nuevos proyectos de maternidad encaran estos conflictos aprendiendo de la experiencia de quienes las precedieron, inspirándose en ellas, apelando a recursos innovadores, dentro de contextos más colectivos para compartir sus deseos, a la vez que realizando una demanda pública a las instituciones legislativas, educativas, de salud, etc., para que acompañen y definan nuevos criterios para resolver sus necesidades de transformación de los antiguos parámetros respecto de la maternidad y la crianza de los niños. Aquel proyecto de la modernidad acerca del vínculo materno-filial como eje de la familia nuclear, incluyendo a un padre que cumpliera la función de establecer una distancia en el estrecho espacio psíquico de la relación madre-hijo, es puesto en crisis. La sacralización de semejante apego materno-filial va siendo puesta en cuestión por las mujeres que ejercen modos innovadores de maternidad, proponiéndolo como un modo de vínculo social singular entre ambos. El énfasis está colocado en el ejercicio de la maternidad como trabajo, subjetivo y objetivo a la vez, en que no está en juego el lazo amoroso ni el profundo compromiso, pero sí se cuestiona el trabajo de cuidados –“ponerle el cuerpo al hijo”– en forma exclusiva y excluyente por parte de la madre. Las mujeres y sus malestares respecto del ejercicio de la maternidad ya no son asunto individual de aquellas que acuden angustiadas a los consultorios psicoterápicos, médicos, etc., sino que son parte de acciones más colectivas para gestionar su malestar debido a ideales de género femenino que exceden las posibilidades reales de las sujetos-madres. Las redes sociales ayudan en muchos de estos casos a configurarse como grupos de autoayuda, grupos de autoconciencia, grupos de reflexión, o sea, diversos recursos que les permiten la elaboración de un viejo lema feminista: “lo personal es político”. En estos casos no sólo ha sido puesto en crisis el ideal del amor romántico tradicional a cargo del género femenino para la constitución de una pareja, sino también la así llamada “trampa del amor romántico” en el ejercicio de la maternidad (Gimeno, B., 2017), con sus rasgos característicos de incondicionalidad, sacrificio, postergación de los propios deseos e intereses en nombre de los deseos e intereses del otro, etc. En el conflicto de ambivalencia – amor/odio coexistiendo hacia un mismo objeto libidinal– que plantea este colectivo de mujeres, el aspecto más difícil de resolver no es con el amor, sino con el odio o rechazo que sienten, simultáneamente, que es de difícil procesamiento subjetivo. Para quienes venimos del campo psicoanalítico nos preguntamos cuál será la “redondez de nuestra oreja” (Irigaray, L., 1974) para atender y acoger estos conflictos con una escucha y recursos interpretativos que no los rechacen o expulsen, sino dando posibilidad a su expresión y su elaboración.

Muchas de estas mujeres encaran esta modalidad de maternidad acompañadas por parejas más o menos convencionales –homosexuales o heterosexuales– pero muchas otras lo hacen sin parejas. Aunque a menudo se las caracteriza como “maternidades a solas”, en los estudios realizados ellas revelan disponer de amplias redes familiares, de amigas, vecinas, docentes de instituciones escolares, ubicándose dentro de contextos que a menudo describen como “tribu”, “manada”, y otras denominaciones que reciben los apoyos colectivos que van más allá de los clásicos acompañamientos con que contaban en situaciones familiares tradicionales, tales como una pareja o su familia. A veces logran el acompañamiento de parejas, entre ellos, varones solidarios que comprenden estos nuevos posicionamientos subjetivos de las mujeres ante la maternidad, que no sólo responden con empatía hacia ellas, sino que también tienen como propósito construir transformaciones en sus propias subjetividades masculinas. ¿Podemos suponer que estamos ante cambios promisorios en los modos de ser madres y en las transformaciones que se están produciendo con estas innovadoras formas de familia? ¿Podremos acompañar y lograr recursos de interpretación innovadores para los nuevos conflictos que nos presentan estas nuevas modalidades de posicionamiento en el género femenino?

1. En conjunto con la Dra. Irene Meler.

* Doctora en Psicología, directora del Programa de Estudios de Género y Subjetividad, Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Buenos Aires.