La poderosa y sobria voz de Alejandro Guyot transforma “Corazón delator”, clásico de Cerati, casi en un drama. Un “casi” que se diluye cuando entra en juego el piano de la altertanguera Elbi Olalla, que suena como para dejar tierra arrasada en los demás corazones. Está el portón abierto de par en par para ingresar al mágico universo sonoro de un disco que cumple largamente con lo que promete. Tal vez la tensión relaje con las piezas que siguen (“Esclavo” y “La viajera perdida”), pero vuelve a asumir un desgarro natural en piezas como “Viejo bar” o “Falso abismo”. “Es deliberado que todo oscile y que en cada canción haya momentos de tensión y de relax”, admite Elbi acerca de éste péndulo de emociones y energías que el dúo traducirá en vivo hoy en Café Vinilo (Gorriti 3780). “Va a ser un disfrute”, prevé la pianista mendocina acerca de un concierto que contará con los aportes de Julio Coviello, ex Fernández Fierro, en bandoneón y Edgardo González, guitarrista de 34 Puñaladas, entre otros. “La idea es tocar todo el disco y sumar algo de Gardel, más una versión criolla de ‘Everybody knows’, temazo de Leonard Cohen, cuya letra es casi discepoliana”, agrega Guyot.    

El disco se llama como lo que hacen y tocan sus creadores: Piano– Canción. Bajo ese manto estético e instrumental conviven y alternan, además de los nombrados, una traducción de “Héroes” de David Bowie con “La viajera perdida”, del inoxidable tándem criollo Blomberg–Maciel y “La cerveza del pescador Schiltigheim”, poesía de Raúl González Tuñón musicalizada por el “Tata” Cedrón. “Así como Gardel grabó shimmies, chanson francesa, pasodobles, alguna canción en inglés, más de treinta géneros musicales, o como la orquesta de Troilo grabó valsecitos peruanos, canciones camperas de Yupanqui; o como Cedrón compuso a partir de un poema de Tuñón llamado ‘Quisiera hacer contigo una película hablada’ una especie de blues, nos dio ganas de hacer una reversión de canciones hermosas como ‘Corazón delator’ y ‘Héroes’, bajo una sonoridad tanguera”, describe el cantor.  

–¿Costó el trasvasamiento musical?

A. G.: –Fue dejar fluir nuestras ganas de apropiarnos de esas canciones desde el lugar más sincero y emocional. Nosotros, como músicos de tango, ya tenemos una personalidad sonora que portamos y que le imprimimos de manera natural a las obras que interpretamos. Desde ese lugar nos relajamos y nos entregamos a la belleza de las obras, incluso sin autoimponernos la obligación de que los temas suenen de tal o cual manera. Pusimos “rec” y las manos a Elbi se movían solas, tocaba con los ojos cerrados.

E. O.: –En general no es difícil técnicamente ese traspaso, porque el piano banca perfecto llevar a cabo casi cualquier orquestación. A mí me cuesta más decidir qué voy a tocar y cómo hacer para que suene a algo “mío”, o en éste caso “nuestro”. Mi fórmula es, en general, pegarme a la voz todo lo posible. Acompañar dudas, silencios, gritos... lo internalizo al cantor y listo. Eso permitió que hasta algunas versiones fueran forjadas a través de mensajes de whatsapp (risas).  

Piano-Canción, que luego sale de gira por Mendoza, Santiago de Chile y Valparaíso, es considerado un capricho por sus hacedores. Según Guyot, la razón es que precisamente se encapricharon con grabar un disco a distancia. “El hecho de que ella viva en Mendoza y yo en Buenos Aires hizo que los ensayos escasearan... hubo que saltar sin red”, cuenta el compositor. “Además, nos dimos el gusto de hacer canciones que en el marco de otros proyectos no hubiésemos podido. En mi caso, la sociedad con Elbi me da la posibilidad de jugarla más de ‘crooner criollo’”, refuerza él, influido no solo por tipos de su palo como Corsini y Goyeneche, sino también por Nick Cave y Tom Waits. El sentido que le da la pianista de Altertango al capricho es más contextual. “Creo que hacer cualquier cosa artística en este momento es un capricho”, dice ella, desde otra perspectiva. “Cada uno ya tiene su proyecto autogestionado, esforzado y demandante... así que la cosa pasó por encapricharnos un poquito más”. 

Olalla tira varios nombres que la identifican: Chucho Valdés, Jarvis Cocker, Daniel Melero y Virgilio Expósito. Pero hace hincapié en el productor del disco, el pianista Diego Vainer. “Nuestro gurú”, tira y argumenta: “Tiene una forma de encarar el trabajo, una actitud, un nivel de conocimientos, una calma y una creatividad que te inspiran en cada momento. Es el productor ideal, además de ser un excelente pianista, amar los pianos y estudiar minuciosamente la forma de amplificarlos. Me armó una especie de caverna con pieles sobre el piano que me hicieron el efecto de ‘cueva’. La primera noche salí hiperventilada, y me costó recuperarme”, se ríe Elbi. “Además, nos hizo unos tés fantásticos en los descansos”, tercia Guyot, cuyo primer encuentro con la pianista se dio en la tierra del vino, durante una gira de 34 Puñaladas. En una cena que, plato va vaso viene, terminó en los Puñalada hermanados con los Altertango. “Con Elbi no sólo tocamos y componemos, nos pasamos discos, libros, tenemos charlas interminables sobre música, cine, teatro, existenciales; en ese plan comenzamos a componer juntos, hasta que en un momento dijimos ‘hagamos lo mismo pero en un estudio’”, refiere Guyot, cuya voz es la que suena en la versión de “El tesoro de los inocentes”, que la banda de Olalla grabó en Melodramas. Otra data, la de Solari, que sujeta la alquimia de gustos. “Yo veo conexiones del tango con todo y Ale también, desde siempre. Hay pulsiones musicales y líricas que comparten las músicas del mundo, urbanas o camperas. Lo único que, cuando pensamos en hacer algo al respecto, nos fijamos si vale la pena arrojar al mundo otra versión, o no”, sentencia la pianista, que el 19 de abril estará presentando en La Tangente Sie7e, nuevo disco de Altertango.