“La pareja más explosiva de toda Sudamérica”, definen a los protagonistas de Mary & Mike en un momento del primer episodio. Aunque el título de la miniserie podría ser el de una sitcom o aludir al de una pareja de folk rock, no se está ante una ilustración chistosa, porque las apariencias, como se sabe, son engañosas. Aquí se presenta la historia, basada en un caso real, de un matrimonio que trabajó para los servicios de seguridad chilenos durante la dictadura. Ella tenía sus ínfulas de escritora y él era un experimentado agente de la CIA que se presentaba como un importador de electrónica. Y ahí se devela una segunda fachada. Porque, en su búsqueda temática, estética y de formato, la producción trasandina se acerca mucho más a Historia de un clan que a The Americans. Si bien hay espionaje y atentados, el parecido con el matrimonio infiltrado en Estados Unidos durante la era Reagan es difuso. La trama, el contexto social y el ambiente se asimilan mucho más a los de la familia Puccio. Mañana martes a la medianoche, Space emitirá el primer episodio de esta significativa producción del país vecino.  

La entrega se remonta a los comienzos del régimen de Augusto Pinochet. En ese contexto, Mariana Callejas (Mariana Loyola) y Michael Townley (Andrés Rillón) conforman una pareja singular. En seis capítulos se relatará el ascenso del matrimonio como el brazo armado favorito de la DINA, la agencia secreta que avasalló los derechos humanos de las todas formas posibles. Los archivos dan cuenta de que ambos fueron claves en el asesinato del general Prats en Buenos Aires y que también participaron del homicidio de Orlando Letelier en Washington. Es decir, dos de los atentados más emblemáticos del aparato represivo chileno. Pero la recreación, por otra parte, se infiltra en su día a día cuando vivían en una enorme casona en las afueras de Santiago, junto a sus dos hijos. La mujer tipia relatos en una vetusta máquina de escribir que le trae “recuerdo de sus años revolucionarios”. El padre de familia, por su parte, es pura eficiencia, silencio y frialdad. Así, mientras en su lujoso living se imparte un taller literario, el sótano sirve de chupadero y laboratorio para el desarrollo de armas químicas. 

“Me está dando vueltas la idea de escribir historias de horror, en esta casa a veces escucho unos gritos muy raros. Es una especie de autobiografía terrorífica”, dice la exsimpatizante socialista en una de esas reuniones, y nadie sospecha de que habla en serio. A lo sumo, uno de sus colegas le dice que sus cuentos en donde narraba sesiones de tortura eran inverosímiles (paradójicamente, años después llegaría a publicar sus cuentos). Mientras ella es puro arribismo y seducción, Mike es un circunspecto y eficiente constructor de bombas. “Este es un gringo dispuesto a dar la vida por este país”, lo presenta la dama frente a unos militares. Los otros personajes importantes en la ficción son los hijos del matrimonio, Simón y Cony, quienes parecen saber más de lo que deberían de toda la muerte que los rodea. “A Allende lo suicidaron”, dice la más rebelde de los cuatro en medio de un desayuno familiar. 

“Sentí la tensión de una niebla espesa. Era gente perversa, que juraba que estaba en guerra, que ejecutaba órdenes y torturaba por su causa”, confesó la actriz. La producción de Julio Jorquera y Esteban Larraín explora esa cotidianeidad macabra con la suficiencia y seguridad de que se está ante un caso paradigmático. El taller de escritura, en ese sentido, representa a las claras la complicidad civil con el horror. La recreación de época es de gran calidad, aunque se recurra a cierto efectismo para graficar los años de plomo del otro de la cordillera. ¿Un ejemplo? Mike le coloca un explosivo a un conejo que termina volando por los aires junto a unos perros de presa. En otros prevalece la insinuación, como en esos planos secuencias que unen los distintos ámbitos de la morada. Así puede verse a Cony tomando un descanso en la pileta y a papá picaneando en un cuarto cercano. El uso del material de archivo es particularmente notable. Ahí está el extracto de una entrevista con Augusto Pinochet y su esposa juntos, mostrando los bastidores de su vida privada. Dura apenas unos segundos, pero logra su objetivo de helar la sangre con la misma eficacia que Mary y Mike.