Una obra que es veinte obras. Veinte micromonólogos basados en profesiones extravagantes como paseador de patos, empujador de trenes o probador de colchones o comida para perros, con sólo dos de ellas inventadas –¡a ver quién descubre cuáles!–. Cada uno se desarrolla en un box en el cual la “cuarta pared” es el espectador: cada personaje le cuenta su historia, convirtiéndolo en partícipe necesario de la experiencia. Y los veinte están organizados para que quienes concurran se vayan con una pregunta resonando: ¿Querés ser feliz o tener poder? (sábados en Espacio Aguirre). “Quería generar una idea de descontrol controlado, la inminencia de que algo puede salir mal”, explica Cecilia Propato, autora y directora de la propuesta, tan original que registró el formato. “En el teatro, la platea invisibiliza al espectador, pero acá tiene que poner el cuerpo.”

En la entrada, cada uno recibe un número que le asigna una sección: la felicidad o el poder. El que se queda manija y quiere ver la otra, tendrá que volver. De lo que le toque, puede elegir tres de los diez monólogos, entre el azar de una elección ciega y lo que pueda espiar de su alrededor. “Es teatro pero hay algo más, porque no puede elegir si le toca la felicidad o el poder. Como en la vida: hay cosas que no elegimos pero tenemos que hacer con lo que nos toca”, justifica Propato.

“Es como una gran matrix donde hay algo que ven todos pero también espiás como voyeur lo que pasa al lado. Eso genera un poco el deseo”, analiza la autora. Se puede escuchar lo de al lado, espiar sobre el hombro o mirar las reacciones de otros asistentes. Esto pone al espectador en un lugar no tradicional: camina en el escenario, decide la progresión del espectáculo y los personajes le hablan. “Hay una cercanía, una intimidad como de confesionario.”

¿Cualquier cosa vale para ser feliz? ¿Qué haríamos si tuviéramos poder? Cada profesión ofrece un punto de vista diferente para intentar respuestas que pueden cambiar con cada monólogo. “Las profesiones extrañas me ofrecen un punto de vista para decir lo que quería. Lo cotidiano está presente desde otro lugar”, dice la autora. “Tienen mística, ponen en falsa escuadra con respecto a la realidad. ¡Hay más gente así de la que uno piensa!”, destaca.

La rareza de estas profesiones permite un distanciamiento cómico en las representaciones –muy bien desarrolladas por la compañía– pero ese distanciamiento es el reverso que permite la complicidad del mano a mano y que el espectador pueda identificarse en el lugar que le propone el espectáculo. “El teatro tiene que generar una sensación que modifique al espectador, quiero que salgan diferentes”, concluye Propato.

* Sábados a las 21.30 en Espacio Aguirre, Aguirre 1270.