Celebrado por muchos fans, El precio de la historia es un programa del género conocido como telerrealidad que narra la vida cotidiana de una familia, los Harrison, dueños de una tienda que vende antigüedades de la más variopinta especie. El lema es: “En mi tienda la familia es lo primero y el dinero viene después…dependiendo de a quien se lo preguntes”. El discreto encanto del programa –más allá de las cómicas internas familiares entre abuelo, padre e hijo– es presenciar la puja de los que van a vender alguna vieja moneda, discos de los 60, souvenirs medio truchos de la guerra de secesión, verificar si pasa o no pasa por el filtro de la opinión de los expertos, disfrutar de sus caras cuando le bajan el precio a su baratija a la que creían incunable. En una versión modesta, con algunos destellos de interés y mucho pero mucho subtexto, en Crónica HD se puede ver por estos días una combinación de telerrealidad y el infomercial El tasador bajo el lema El valor de tus joyas en cuyo marco algunas joyerías que se concentran en Corrientes y Pueyrredón, muestran en vivo el proceso de tasación de joyas y alhajas, entre otras antigüedades de personas que en mayoría abrumadora van a vender (literalmente) “las joyas de la abuela”. 

La amabilidad e idoneidad extrema de los tasadores es resaltada por los clientes que al final de la consulta cuentan su experiencia de oro, platino y adrenalina. Todo es limpio, claro y simple como en una silogismo o un quirófano sin sangre pero las cifras que se barajan invitan al sobresalto.    

Un hombre o una mujer –hijos, nietos, algún viudo reciente– llega a la joyería y pide ver a un tasador. El tasador/a suele preguntar el motivo por el que quieren vender la joya/gema/alhaja. El motivo suele ser un viaje, una cirugía, en menor medida un emprendimiento aunque también se los invoca. Pero evidentemente no es éste un país de emprendedores natos, a menos que se entienda por “emprendedorismo” tomar la iniciativa de vender reliquias, recuerdos y objetos coleccionables. No será cerveza artesanal pero ¿por qué no? Y tampoco parece ser un país de personas que sabiendo que están siendo filmadas, vayan a confesar sin tapujos que de Corrientes casi Pueyrredón, correrán con el cash a encerrarse tres días seguidos en el casino de Palermo o el flotante. Lo cierto es que la mayoría admite alguna clase de inversión que incluye un viaje para estudiar o trabajar. Y cuando se trata de un Rolex original o un collar de jade o con incrustaciones de esmeraldas, dicen que como hay mucha inseguridad y no se pueden usar, mejor hacerlos plata.

Hay un poco de todo en los cofres de la abuela: oro para fundición a la cotización del día. Un hombre, viudo reciente, llevó el anillo de compromiso: siete mil pesos. Y también un Rolex comprado en su momento en Suiza: se lo cotizaron en unos ¡siete mil dólares! Una chica encontró un alhajero lleno de objetos en la casa de su abuela recién fallecida. La tasadora advierte que el cofre no es de plata y no tiene valor. La chica aclara que hay objetos dentro. La tasadora se cae de bruces cuando abre el cofre: joyas de jade; ¡un lingote de oro!; una moneda de oro mexicano; un platino con brillantes incrustados; un collar de jade. La cotización total le da la friolera de ciento sesenta y cuatro mil pesos. Sorprendida, la afortunada nieta confiesa que el dinero es para hacer un viaje porque está estudiando fotografía. La tasadora, al final, también quiso comprarle el cofre porque era bonito pero la chica decide quedárselo como recuerdo agradecido de la abuela.

Otra mujer joven llega con una piedra que le regaló su abuela (viva) para financiarse una operación estética en el exterior. Dice que viene de otra casa de joyas y que no le convenció la cotización. El tasador –elegante, seguro–  toma la piedrita en sus manos, la sopesa y cata (es de buen tamaño, está entera y no es turbia o algo así) y larga una cifra que no sorprenderá a la clienta porque ya tiene una cotización pero sin dudas impacta al espectador: ¡$760.000 pesos! Ante el regateo de la clienta, que dice que es la misma cifra que le dieron en el otro lugar, el tasador afloja ¡800.000!   

La telerrealidad se complementa en El valor de tus joyas con algunos micros acerca de la historia de los diamantes, de los rolex,  de joyerías célebres como Tiffany. El ambiente es el de una escribanía o un consultorio pero con un toque de gracia, una asepsia elegante, enjoyada, si se quiere, atemperando el brío de las nuevas generaciones deshaciéndose del perfume añejo de un mundo ya ido de cenizas y diamantes. Es el mundo de los emprendedores de antaño: los abuelos inmigrantes o primera generación de argentinos que trabajaban de sol a sol y les quedaba dinero para un anillo de compromiso suntuoso o un reloj de oro. Y el mundo de las viejas damas aristocráticas de antiguas familias criollas que atesoraban joyas. Y también, en menor medida, gente que en los últimos años ahorró en oro y no en dólares.

Como sea, el valor de las joyas es algo importante a lo que hay que seguir prestando atención. Los diamantes serán eternos pero el dinero es aquí y ahora. Los tasadores recomiendan consultar porque nunca se sabe lo que dejan ocultas algunas personas en los placares. Recomiendan fijarse en todo porque a veces las cosas tienen mucho más valor del que aparentan. Aunque sea un simple prendedor. Siempre con la idea emprendedora de hacer dinero “rápido y de manera sencilla”. De lo que se desprende que no hay mejor emprendimiento que llevarse bien con los abuelos, los padres y otros seres  que coleccionaron joyas, antigüedades y que irremediablemente se quedaron en el pasado glorioso del siglo de oro.