“Hay países, como Bélgica, que tienen muy organizadas sus escuelas, muy organizada su Federación, y que por ahí no tienen siete jugadores dentro del top 100 como los tiene Argentina. Van y vienen en el ranking, pero tienen una cultura hacia el tenis en lo dirigencial y en lo profesional. No usan el éxito como indicador. La verdadera savia del tenis es el jugador de fin de semana, los veteranos, la gente que juega, que toma clases. Eso nutre y sostiene la punta de la pirámide”, dice Oscar Galarza, cabeza de la academia que funciona en el Club Italiano de Escobar, ex entrenador de su hijo Juan Ignacio Galarza, número uno del país en diferentes categorías juveniles y actualmente 350 del ranking mundial, en esta charla con PáginaI12 en la que repasa las dificultades que deben atravesar los tenistas en la carrera hacia el profesionalismo. 

–De acuerdo con su experiencia, ¿cuáles son las dificultades que se presentan en la enseñanza del tenis en los chicos? 

–Yo creo que los chicos no disfrutan hoy del proceso de aprendizaje. Se vive con apuro, se les trata de dar todo digerido y no se los deja saborear el aprendizaje. Estamos en un momento de la inmediatez. La carne está quemada por fuera pero cruda por dentro. Los formadores tenemos que respetar los tiempos y las expectativas de cada chico, que son la clave para que se involucren de por vida en el deporte. 

–Si uno compara el tenis con el fútbol, para un tenista convertirse en profesional es mucho más difícil. ¿Cómo lo ve usted, que ha transitado como padre y entrenador esta experiencia?

–La transición de un chico que tiene posibilidades de ser profesional no es algo saludable, es más bien traumática. Y la culpa no la tienen los chicos. El resultadismo, que muchas veces pregona el periodismo, tiene influencia sobre los padres y sobre los chicos. No se aprecia un buen partido de tenis sino quién ganó y quién perdió. El resultado no es tan importante en una etapa formativa.

–¿Cuáles serían las etapas que debe atravesar un tenista para convertirse en profesional?

–Las podríamos sintetizar en tres pasos: el primero es la formación; sobre una buena formación, sigue el desarrollo y sobre éste, lo que llamamos potenciación, que es la etapa en la que se trata de sacar lo máximo posible del jugador, que no necesariamente concluye en ser un tenista profesional y estar entre los 100 mejores del ranking. Los tenistas también se pueden desarrollar en muchos otros aspectos: pueden lograr una beca universitaria, ser profesores, entrenadores o cualquier otra cosa que esté relacionada. 

–Usted es tutor de la AAT y fue seleccionado entre entrenadores de todo el país para los seminarios que brindó la ITF. ¿Qué puede contarnos sobre esa experiencia? 

–Fue muy interesante. Lo que se trabajó fue la idea de jerarquizar el profesorado de tenis y se puso el foco en la necesidad de no bajar jamás el nivel académico. Algunas veces los intereses comerciales van en desmedro de lo académico. Hemos visto gente dando clases que no sabe lanzar un bola, o que no sabe diferenciar entre lo que es modificar totalmente un golpe o hacer un ajuste. También se habló de cómo reducir el riesgo de lesiones y de la cuestión psicológica. Los chicos se sienten muchas veces presionados. 

–¿Por qué en el tenis es más difícil lograr la permanencia de los chicos, a diferencia de lo que ocurre con el fútbol?

–El problema está en el origen. Se dice que el tenis es un deporte individual. Pero el aprendizaje no necesariamente tiene que tener un enfoque individual. A mi, por ejemplo, me gusta aplicar en la academia un sistema que llamo de arrastre, donde los más grandes colaboran con los más pequeños, porque en algún momento ellos también fueron ayudados por otros. Eso no quita que si hay una red de por medio y una saludable puja entre uno y otro, una puja de habilidades, de capacidades físicas, de cuestiones mentales, incluso hasta alguna picardía bien entendida, cada uno de lo mejor de sí para imponerse.

–¿Cuáles son las características que tiene la pirámide del tenis? 

–Hay distintas estadísticas, que ha sacado la ITF, que muestran que si un chico termina su carrera juvenil entre los 10 primeros del ranking, tiene chances de ser profesional, y que si termina entre los 30 primeros, esas chances se reducen. Pero tratamos con personas y no con números. Por ejemplo, se dice que si un tenista mide menos de 1,85 metros las chances disminuyen, pero entonces qué hacemos con un Ferrer o con un Schwartzman. 

–Su hijo Juan Ignacio fue número uno del país en las categorías juveniles, jugó Wimbledon, Roland Garros y representó a la AAT en varios torneos. ¿La AAT acompaña a las promesas o están solos?

–En el caso de Juan Ignacio tenemos que ser agradecidos con la Asociación. Desde los diez años, Juani representó al país en distintos torneos y en todas las categorías. Jugó varios sudamericanos y también un mundial. Siempre lo tuvieron en cuenta, pese a que nunca tuve vínculos políticos con la dirigencia. También contamos con el apoyo de un sponsor, que nos ha ayudado mucho. Eso sí, la AAT tendría que trabajar más con los padres. 

–¿En qué sentido?

–Hace unos años propuse en la AAT que se haga un gabinete de asesoramiento para los padres, que nunca se hizo. Hace falta asesoramiento y también contención. No es fácil ser padre de un jugador que tiene condiciones, que comienza a destacarte, que tiene proyección de ser profesional. Los padres nos hacemos la película. Pero muchas veces no tenemos ni idea de lo que es estar dentro de la cancha siendo un junior destacado. Lo veo con la edad que tengo ahora (67 años), pero ellos están ahí con 14, 15 años. Los padres les exigen mucho a los chicos: “No podés perder contra este”; “no podés jugar tan mal”. ¿Sabe lo que es para un tenista ser 200 del mundo? Yo me pregunto, cuántos de nosotros somos 200 del mundo en la profesión que elegimos. El tenis es exageradamente demandante y muy poco generoso. 

–Si uno mira el ranking, Argentina tiene en este momento 7 jugadores top 100, 4 top 200, 4 top 300 y 8 top 400.  ¿A qué cree que responde este fenómeno?

–Yo he viajado con el tenis mucho por Sudamérica y por Europa, y el jugador sudamericano, a diferencia del europeo, tiene hambre, deportivamente hablando. Es decir ha desarrollado ese instinto de supervivencia que por ahí en los países más estructurados no desarrollan. Vilas decía que había que tener hambre de algo, de gloria, de éxito o de dinero. Al atleta que no tiene hambre le va a costar más. 

–¿Cuál para usted es el mejor sistema para el desarrollo de un tenista profesional? 

–Estoy convencido de que el escalonamiento es el mejor sistema de aprendizaje. Se sube un escalón y se consolida. Los escalones tienen que ser de la altura justa y no exagerados. Si el bocado es más pequeño que la boca, se mastica mejor. Si yo consolido, es raro que vaya para atrás. Si en la etapa formativa solo se piensa en la competencia, en ganar y nada más, a la larga se pierde. En esta etapa hay que probar más allá del resultado. Porque el error es lo que te va hacer crecer y que cada vez falles menos. Hay que trabajar para no tener bajo presión ese freno mental que te hace, por ejemplo, achicar el golpe. Los chicos no tienen que tener vergüenza de equivocarse. 

–¿Qué me puede decir de las diferentes categorías de torneos que debe atravesar un tenista en su carrera hacia el profesionalismo?

–Los Future, por ejemplo, son una categoría muy contaminante. Por eso se dice que hay que estar poco tiempo en ese nivel. Hay jugadores que van a un torneo, pierden y a la noche van al casino, salen. Hay otros que no, por supuesto, pero son los menos. En los Challenger, ya es otra cosa. Ahí ya se nota el profesionalismo. Los jugadores ya cobran algo, las canchas son mejores, hay pelotas; están más contenidos y entran a tener la sensación de que ya están en un círculo diferenciado. 

–¿Qué proyección hace de Juan Ignacio en el circuito profesional?

–Ahora hubo un cambio muy importante en su carrera, un cambio de entrenador y eso lo va ayudar a crecer. Maxi Barrena, que es una entrenador diametralmente opuesto a mí, por ahí le sirvió en algún momento, pero ahora está con Mariano Monachesi y Mariano Hood, y eso, en mi opinión, es mucho mejor para él. Hay entrenadores de ciclos cortos, medianos y largos. Hay entrenadores para Future, para Challengers y para ATP. Hay entrenadores que son buenos para pasar de Future a Challengers, y otros para pasar de Challengers a ATP, pero ya en ATP hay cuestiones muy específicas y necesitás entrenadores que sepan manejarse en las diferentes categorías.