Una muñeca Barbie a la que no le dan los brazos para cargar a un bebé, darle la teta, barrer, leer y jugar al fútbol sin dejar de ser atractiva. Una princesa Leia a punto de parir sin despeinarse ni perder la compostura. Una batichica con plancha en mano frente a la tabla que tantas cinturas parte al medio pero con la capa intacta. Unas Power Rangers en el cuarto de lavado, con lavarropas y tender listo para colgar la ropa con esos trajes aparatosos y pechos inflamados.

Chicas famosas del mundo del espectáculo y el consumo que aplaudimos de pie cuando los formatos mainstream las piensan en femenino pero que terminan siendo cosificadas con esos peinados impolutos, con esa falta de arrugas y rollos, con la tintura hecha, el corte de moda y la cintura de avispa. ¿Quiénes son las verdadera heroínas? ¿O cómo hacer de ellas un formato real que hable mas bien de todas y no solo de lo que se espera de nosotras? Como para que nuestro placer no quede en una bruma donde es difícil distinguir la obligación del deseo, el goce con la necesidad. La lista es interminable y los mensajes enloquecedores: si seguimos el formato publicitario las que existen son las mujeres blancas, heterosexuales, en la juventud buscando novio y en la adultez siendo madres, felices de comprar pañales y hacer las compras devorando las tarjetas ajenas, si queremos realizarnos profesionalmente nadie nos lo niega, pero siempre que sea sin descuidar la casa, lxs chicxs, la silueta y la piel de terciopelo. Y si llegamos a un puesto visible o destacable, nos preguntan cómo hacemos para conjugar la casa y el trabajo. 

Marita y Susana

 

MENSAJES ENLOQUECEDORES

La artista Lea Kletnicki llegó a su casa un día después de una nueva decepción amorosa y encontró en el cuarto de su hijo Julián una muñequita de súper chica del chocolate Jack sin su brazo izquierdo. “Pensé en arreglarlo y ponerle un escobillón, esto es lo que quieren los hombres, una superheroína que además sea buena ama de casa pensé en ese momento y así comenzó la serie: la mujer maravilla que cocina, la princesa Leia que se embaraza, Batichica planchando, etc”. De a poco, esta artista plástica que supo intervenir el legendario hotel Boquitas pintadas con una instalación llamada “Habitación Placebo”, fue armando esta colección que ahora se expone en Casa Brandon hasta fin de mes. Paralelamente empezó a registrar algunas historias de mujeres reales y sus “actos heroicos” de la vida cotidiana. Así comenzó a escribir los textos que hoy acompañan las esculturas, como el de Elena, que dice: “Tiene más de 70. Es enfermera y vino del interior cuando era chica. Todas las mañanas llega a la casa del papá de mi amigo Miguel (de más de 80 años) en Carapachay. Le prepara el desayuno y se lo lleva a la cama. Lo ayuda a bañarse, lo viste y van al supermercado. Vuelven, preparan el almuerzo, comen, lava los platos. Juegan a las cartas, miran una película. Le deja la cena y la mesa servida antes de irse. Le prohibió que lave los platos de la cena. Ella los lava a la mañana siguiente cuando llega. Se va cerca de las 7 de la tarde. En tren y varios colectivos, llega a la habitación dónde duerme, en Tigre, dentro de un geriátrico dónde trabajó toda su vida”. La convivencia de estos dos niveles de lectura, el visual y el literario, dan cuenta de la simultaneidad de deberes que pesan sobre nuestras espaldas, y mientras las historias escritas en cuadros exhibidos uno junto a otro sumergen a quien mira en una angustia creciente, las “personajas” despiertan risa y encanto, en una suerte de mundo paralelo donde también co existen músculos y tinturas perfectas. “Los textos y las esculturas se complementan. No hay una intención de escribir sobre las esculturas ni las esculturas ilustran a los textos. Busqué distintas definiciones y reflexiones acerca de las  heroínas, (tarea difícil porque la mayoría definen al masculino héroe), y me resonó mucho la “infelicidad” de estos seres que están supeditadas a la necesidad de los otros sin la posibilidad de conectar con su propio deseo. Creo que esta es mi mirada de estas obras” dice Lea, quien dibuja desde muy chica para sentirse mejor y “no sentir tanto la soledad”. Esa soledad que exuda cada heroína hacendosa, erecta sosteniendo un envase de CIF, curvilínea y sensual, pero sensualmente silenciosa, de esa manera que deja afuera su propio deseo.  

Anita

 

SEAMOS LO QUE QUEREMOS

Hay pequeños descansos, que funcionan como bálsamos para el alma femenina que contempla con el aliento cortado, como la torre de chupetes que parecen huesos o el hacha ensangrentada de Blancanieves que parece haber decapitado a los enanitos. O las chicas Superpoderosas que cuidan su jardín privado sin hacer concesiones o dejando entrever que alguna forma de comunidad es posible entre nosotras. O la historia de Ame: “Es hija de japoneses creció bajo rígidas normas y cuidada como una princesa. Siempre se resistió al protocolo, y a los 19 años se fue de su casa. Unos años más tarde lo conoció. La llevó a comer pizza de parados. Fueron a vivir a su rancho, creo que en Florencio Varela. El piso todavía de tierra y el agua únicamente de la bomba que estaba fuera de la casa. Borracho, y casi sin trabajo, su marido fue vendiendo de a uno los vestidos de seda que los padres de Ame le habían traído de regalo de sus viajes a Japón. Aunque a veces los usara (¿ridículamente?) por el barrio. Trabajaba todo el día, cuidaba a sus hijos, y soportaba la violencia. Un día le pidió a Dios que los ayudara y se fue…Hoy reparte su energía Reiki y las enseñanzas de su vida para ayudarnos a ser más felices”. ~

Heroínas. En Brandon hasta el 30 de diciembre. Luis María Drago 236, CABA.

Juanita