“Cuando hacía campaña vino y nos dijo que hay que luchar, que el ingenio La Esperanza era nuestro, que cuando llegara íbamos a estar bien, que nos iba a adjudicar la casa... Nosotras le convidamos mate y bollos. Pero llegó al gobierno, se sentó en una silla bonita y se cree que es más que Dios, nos dejó tirados acá.” A Leonor Sinche se le quiebra la voz, pero enseguida la recupera con enojo al hablar del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. “Sacó una ley para jubilarse antes, iba a dar 140 mil pesos y una vivienda, para dar oportunidad a los otros en los puestos de trabajo, varios firmaron pero no les dieron nada, se quedaron sin obra social, fueron a reclamar los viejitos que ni podían subir la escalera, y los dejó ahí, una estafa, se burla hasta de la gente mayor. Pero, ¿sabe qué?, lo conocemos y no le vamos a regalar tantos años de sacrificio ni a él ni al grupo Omega”, dice esta mujer, esposa de uno de los zafreros despedidos, al referirse a la empresa que compraría La Esperanza.

Ella es parte de la comisión de mujeres que salieron de sus casas en noviembre para acompañar la lucha contra los despidos. En diciembre, cuando sus maridos fueron detenidos, decidieron ya no volver y quedarse en la plaza. En diálogo con PáginaI12 cuenta que es madre de cinco hijos, cuatro mujeres de entre 32 y 18 años, y un varón de 29, que le gustaba el básquet pero siempre fue ama de casa. 

En La Esperanza todos viven del Ingenio, en casillas de madera con letrinas. “Es así, es tierra de ellos, no podemos edificar, son casas que el ingenio nos prestó, mi marido tiene 30 años de servicio”, resume. “En colectivo o bicicleta, vamos a la escuela a San Pedro, a cinco kilómetros, acarreamos agua. En el Ingenio siempre hubo lucha, sacaron a varios dueños ya para que se solucione, porque La Esperanza es nuestra, tenemos ahí más años que ellos. Todos tienen entre cinco y diez hijos, acá no programamos esas cosas como en las ciudades”, agrega Leo, como le dicen sus compañeras. Y recuerda que “hubo un tiempo mejor, los que trabajaban eran alguien, tenían su ropa de la empresa, su propia escuela y hospital, ahora están despidiendo a todos los médicos, ni hay guardia. Se ganaba bien, nos daban azúcar, ahora nos lo descuentan”.

El turno de ellas

Desde la quiebra de 1999, el ingenio es gestionado por el Estado provincial. Antes de los 338 despidos trabajaban más de mil personas. Pero Morales aduce que no es rentable, por eso firmó un acuerdo para venderlo al grupo colombiano Omega Energy, que se frustró en enero. La saña con que los trabajadores fueron desalojados en diciembre de la ruta 34 cuando protestaban contra la pérdida de sus fuentes de trabajo, y el encarcelamiento de 29 zafreros (entre ellos cuatro mujeres), sólo se explica por el negociado de la gestión radical. PáginaI12 publicó en diciembre un informe elaborado por Gastón Remy, docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Jujuy (UNJu), del que surgía que el principal acreedor de la quiebra es el Estado provincial y nacional, y que la empresa que compraría el ingenio no lidera el sector del azúcar sino que se referencia en la explotación de petróleo. En las últimas dos décadas, los zafreros y sus familias vienen resistiendo para mantener sus puestos de trabajo, pero los despidos ordenados por Morales abrieron una nueva etapa. Luego de la represión, las mujeres se pusieron al frente de una movilización que convocó a la comunidad de San Pedro a manifestarse por la libertad de los obreros. 

“Aumentaban las horas de trabajo, ellos lucharon por paritarias, todo fue para la baja, nosotras seguíamos cuidando la casa. El hombre ahora está destruido, por eso ahora había que salir. A veces mi marido, después de todos los golpes, se queda sentado mirando el aire, como con una tristeza, los ha puesto tan mal que no los podíamos levantar, por eso salimos las mujeres. Mi marido es gordito, tenía la pierna que parecía carne molida por los golpes que le dieron cuando lo metieron preso”, describe Sinche sobre su compañero, Carlos Torres. 

Leonor junta leña y se dispone a prender la olla, en la plaza que hay frente al Sindicato del Azúcar, en La Esperanza. “Detuvieron a nuestros maridos después de ser salvajemente reprimidos, habían otras señoras en una plaza y nos juntamos para hacer algo, no sabíamos qué era esto, después nos dimos cuenta que era político. Pongamos un abogado, pensamos. Mi marido detenido, yo con mis hijas paradas sin saber nada, mis nietos llorando, mi casa vacía, no nos habían pagado, recién en enero pagaron noviembre y diciembre”, dice. Unas a otras fueron tratando de darse calma y ánimo, y empezaron a preguntarse qué sentido tenía volver a sus casas si estaban pasando todas por lo mismo, y se quedaron ahí, en la Plaza de Agricultor, frente al juzgado de San Pedro de Jujuy. “Tribunales se lo llevó a mi marido, me lo tiene que devolver, no sabíamos qué era un acampe, solo nos quedamos bajo la lluvia y el sol, los vecinos nos dieron una lona para resguardarnos, colchones y frazadas”. El día de Navidad, cuando se encontró con su marido, lo tomó de la mano y le preguntó qué hacer. Torres le dijo que se quedara tranquila, que tenía “platita guardada al lado de la cama”. Pero Leonor siguió buscando otras salidas menos individuales. “Hablamos con las demás señoras, de vender la bici o la moto para pagar un abogado, pero esto no es para abogados, el sindicato no hace nada, nos dicen que nos vayamos a casa pero nos estamos quedando en la plaza, los vecinos nos dieron comida”, le respondió a su esposo.

“Los sacaron a las patadas en el traslado al penal de Jujuy, y nosotras seguimos firmes, se acercó el periodismo, iba a mi casa sólo para buscar agua”. En Navidad liberaron a 21 personas, entre ellas cuatro mujeres, pero siguieron en la plaza hasta que salieron todos. “Ahora con esta venta mentirosa nos juntamos para entrar a trabajar, al menos los que tienen hijitos con necesidades especiales, son hombres que están destruidos, les cortan la luz, los chicos piden el pan, la tele, nosotras estamos con la olla para que coman acá. Por eso fueron desesperados al corte de ruta, no teníamos ni para la garrafa de gas, y el gobierno los reprimió.”

Los zafreros despedidos esperan volver a trabajar. “Lloramos con ellos, les cocinamos... Es triste verlos en fila con un tupper. Este grupo comprador dijo ya que pierden toda su antigüedad, pero una vez adentro van a luchar, no le vamos a regalar nuestro esfuerzo al grupo Omega al ni gobierno, no nos vamos a quedar de brazos cruzados”. Leonor dice que cuando llega a la olla le vuelve la esperanza “de ver a nuestros compañeros que entren a trabajar, que les paguen lo que prometieron a los jubilados. Nos abrazamos para esto”.