¿Cómo le va, lector, cómo anda usted? ¿Le extraña que lo o la trate de usted? Bueno, lector, lectora, es un índice (por no decir un pulgar, o un dedo medio extendido y los demás flexionados)   de  estos tiempos: nos pueden mentir o posverdear a gusto, nos pueden decir que estamos bien cuando estamos mal, pero con respeto

Sí, lectora, lector,  nos pueden afirmar que nos conviene perder nuestro trabajo sin perder la mueca que llaman sonrisa;  nos pueden explicar que cuando estábamos mejor era porque se robaban todo, y ahora estamos mucho mejor porque no se roban nada. Pero siempre con calma, con cordialidad, con globitos, voz amable, y ese “usted” que a algunas personas aspiracionales les hacen sentir que de verdad la están tratando como tales, mientras un cómplice les mete la mano en el bolsillo y les saca hasta lo que no tienen, sin que se den cuenta.

Tal vez no lo sepa nunca, tal vez no lo pueda creer, tal vez le provoque risa verme tirado a sus pies, pero más allá de la milonga sentimental ( o segundo semestral, como se dice ahora), no vivimos tiempos de Manzi sino del Sumo Maurífice, del Gran Equivocador de la historia argentina, del que  puede confundir a Rivadavia con Elmer Van Hess, y hacerlo volver de la muerte para repatriar los restos de San Martín, a los restos del país

 No estamos en los tiempos en los que Malena canta el tango como ninguna, sino en los que Juliana ahorra mangos como ninguna, tal vez a partir de relaciones laborales que sin duda no la hacen más buena, mas buena que yo. Quizás, quizás, quizás, dice el bolero.

Así que, lector, lectora, bánquense el “usted”.

Usted también, cuñado del lector que lee el diario de ojito mientras su parientes preparan el asado con tal de no tener que escucharlo a usted explicando que “se robaron todo porque se robaron todo porque se robaron todo”, con la misma documentación probatoria con la que podría afirmar que el mar es grande pero el submarino es pequeño, que los mapuches conspiran asociados a los mapaches o a los mapochos, que la inflación está bajando, aunque no tanto como la inseguridad, que somos “todos” cada día un poco más felices.

Eso sí, hay que entender que ahora cuando se habla de “todos”, son otros “ todos”. Nada que ver con esos “todasytodos” que creían que San Martín murió después que Rivadavia, y, peor aún, que “la Patria es el Otro”. ¡La patria es el Sumo Maurífice, la Suma Patrífice, la Subcomandante Lilita, El Ministro de Descomercio, el Evangelio según Sanmarquitos, las Enseñanzas de Don Jaime, las Lebacs, la deuda que los parió y todo eso!

Y no me malentienda, lectora, cuando digo lo de “la deuda que los parió”. Porque no es casual que nuestro máximo autoritario haya señalado a don Bernardino R, como el Gran Repatriador. Los que lo conocemos, sabemos que no se trata de un error.

Tenemos bien claro, que cada vez que parece que él se equivoca, finalmente nos hacen entender que los equivocados éramos todos los demás.

Se los explico con un viejo chiste popular: “Un hombre maneja por la autopista. De pronto se escucha por un parlante “¡Cuidado que hay un auto circulando a  contramano por la autopista!” Y el hombre mira la ruta y dice “¡Uno no, hay como diez mil!””

Así de simple. Él va bien, los que vamos a contramano somos todos los demás. Si no me cree a mí, mire la tele.

Una vez instalado este concepto, analicemos nuevamente el tema. El Sumo Maurífice no se equivocó, jamás lo hace.  Él dijo que Rivadavia repatrio los restos de San Martín, pero sabía que no era así, o al menos, que no era importante saber ese dato para llegar a ser presidente. Lo importante es el trasfondo posverdadero.

Lo que nos quiso dar a entender, es que Rivadavia, el que tiene la avenida más larga, es el verdadero Padre de la Patria. No San Martín, como se declama en las escuelas , ni Belgrano, como se sostenía en tiempos más progres y menos tuiteros. Nonononono… ¡Rivadavia!

 ¿Y cuándo fue que Rivadavia “fundó” la Patria? Pues en la década de 1820, cuando pidió y consiguió que la Argentina naciente “se incorporara al mundo” en su condición de deudora, gracias a aquel famoso Empréstito que se solicitó a la Baring Brothers, y que se tardó 83 años en terminar de pagar… varias veces, como corresponde. ¡la deuda que nos parió!. Con dolor, como es usual.

Nacimos deudores, dice nuestro Autoritario, y al que no le guste que proteste, siempre que pueda pagarlo.

Y cada 24 de marzo “Todasytodos” recordamos ese dolor. Y “Todosfelices” conmemoran la fecha en la que se quiso volver a nuestra Patria Deudora”, repatriando créditos internacionales a intereses estratosféricos, como Rivadavia, tal vez, hubiera querido

Hasta la semana que viene.

@humoristarudy