Como dijo alguna vez el poeta Wallace Stevens: “El comunismo es un instrumento para mejorar la atención humana”. Esto quiere decir que además de un cuerpo de ideas revolucionario, tanto para sus defensores como para sus detractores, Marx elevó el nivel de la discusión hasta un punto tan brillante que es imposible soslayarla. Cada tanto el marxismo vuelve. La suya es una historia de luchas, asedios y retornos. Y eso que retorna es la crítica al presente, la posibilidad de pensar el mundo de otra manera a la que vivimos. 

El marxismo tuvo múltiples apropiaciones desde el teatro: primero, por supuesto, en la Rusia de la Revolución, que puso el cuerpo del actor al servicio del hombre nuevo que se propugnaba desde los primeros días de octubre. Basta pensar en el inmenso director Vsèvold Meyerhold como el gran articulador de las innovaciones del campo político hacia el campo teatral. Fue él –antes que Serguéi Eisenstein– quién se preocupó en crear una teoría estética y escénica que acompañara a los bolcheviques en los tiempos que corrían y que, incluso, fuera más allá. 

Mientras tanto, en la compleja Alemania post Primera Guerra Mundial, Bertolt Brecht hacía sus primeras armas. Su creación, el teatro “épico”, contiene el pensamiento marxista en su interior, pasado por el filtro benjaminiano de la “dialéctica en suspenso”. En el teatro de Brecht los problemas planteados no son resueltos, sino que el espectador debe irse con la cabeza sembrada de preguntas que van a responderse afuera del teatro. Pero estos y otros desarrollos, tuvieron un punto conclusivo cuando el “socialismo real” cerró su cortina con estrépito. Muchos consideraron que el pensamiento de Marx se extinguía con la caída de los estados socialistas. Pero las tesis y observaciones realizadas en sus trabajos, iban mucho más allá. Han resistido. 

Podemos decir que el primero que retomó el vinculo marxismo-teatro luego de esa primera desilusión fue el filósofo Jacques Derrida. Claro que lo hizo de modo metafórico, poético, pero no por eso menos contundente y real. Fue en su célebre texto Espectros de Marx. En esa intervención, que realizó en el marco del coloquio “A dónde va el marxismo”, el francés se opuso fuertemente al clima celebratorio y neoliberal que imperaba en Occidente luego de la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Tan solo tres años después de estos eventos, Derrida apareció para decir que quizás el marxismo no estaba del todo muerto, que ese cadáver volvía en forma de espectro, de unas fuerzas fuera del tiempo, ni vivas ni muertas, pero muy insistentes. Y la figura que encontraba Derrida para explicar esas fuerzas espectrales que asediaban el presente era nada menos que el Hamlet de Willam Shakespeare. Como todos sabemos, en esa obra el fantasma del rey muerto acecha a su hijo, el príncipe Hamlet, instándolo a actuar. “El tiempo está fuera de quicio”, decía el fantasma, algo debe volver a ponerse en su lugar. Y es ese mismo extraño e incómodo lugar el que ocupa Marx, escribió Derrida. Una fuerza espectral que siempre vuelve.

La escena capital

Y así es como este fantasma ha llegado hasta Buenos Aires, hasta Avenida Córdoba y Libertad, hasta nuestro mismísimo Teatro Nacional Cervantes. Pero este fantasma no es uno solo, son muchos. Porque si hay algo que queda claro de esta propuesta es que no hay posibilidad de una lectura monolítica de este pensador. Los enfoques son, deben ser, diversos. Es así como en las trece horas y media de duración de Marx nace habrá de todo: cine, teatro, poesía, música, filosofía. Lecturas comentadas de escritos de Karl Marx, performances inspiradas en sus textos de ficción, diálogos marxianos, filosofía y música, un recorrido biográfico acusmático, tangos proletarios, proyecciones y libros integran este día único. Y como buenos fantasmas, estos invocadores del espíritu marxiano se filtrarán y ocuparan el teatro en su totalidad: salas, camarines, pasillos y espacios que habitualmente no son transitados por el público. 

La jornada está dividida en cinco áreas que convivirán en los distintos espacios del teatro. Quizás la más sorprendente sea Marx a escena, que se propone volver los materiales de vida y obra del pensador alemán en material escénico en sentido amplio. Allí estarán los Tangos proletarios de la orquesta 34 Puñaladas; la propuesta filosófico-musical de Darío Sztajnszrajber; la interpretación de Naty Menstrual de poemas y un monólogo de la tragedia Oulanem escritos por Marx; el trabajo de la Columna Durruti, integrada por  la actriz y performer Maricel Álvarez y el actor director y dramaturgo Emilio García Wehbi, quienes harán una versión de Escorpión y Félix; y por último, la pieza Acusmático Karl Marx, del director Rubén Szchumacher y la compositora Bárbara Togander. 

Escorpión y Félix es una novela inconclusa, cómica, irreverente escrita por Marx a los 19 años, cuando aún era estudiante en Berlín. Maricel Álvarez cuenta: “Fue precisamente por esta irreverencia, propia de un material escrito en plena juventud, que consideramos apropiado abordar la tarea desde la perspectiva iconoclasta que caracteriza a nuestra Columna Durruti, con la cual venimos produciendo acciones de carácter disruptivo, en contextos específicos, desde el año 2015. Para todos Marx es el filósofo, el intelectual, el economista, el militante comunista. Pero su faceta como artista, o sus intentos por desarrollar un proyecto artístico durante los años de su juventud, son poco conocidos. Y si bien en la novela se pueden vislumbrar tímidamente y en clave cómica los lineamientos del brillante pensador que sería, lo que prevalece es la intención, el deseo de encontrar en la escritura un gesto artístico, estético”. Un busto de arcilla del alemán será intervenido con frutas y verduras durante la acción, mientras la lectura de los diferentes capítulos de Escorpión y Félix tenga lugar.  En esta operación se cruzan lo alto y lo bajo,el retrato tallado del padre del materialismo histórico con las “cabezas compuestas” de Archimboldo. 

El Acusmático Karl Marx de Szchumacher por su parte, propone una experiencia particular: como la palabra lo indica –acusmático: el que oye sin ver– el espectador /oyente transitará por un espacio sin luz atravesado por distintas fuentes sonoras, una serie de textos leídos y sonidos grabados. Estas prosas integran precisamente la faceta más privada del autor, plasmada en cartas, manuscritos personales que lo tienen como autor o como protagonista. La figura que emerge como oradora es Jenny Marx, su esposa. EL director cuenta: “Me interesaba experimentar que la propia palabra genere una serie de imágenes. Yo invierto siempre la frase ‘una imagen vale mas que mil palabras’ y decir ‘Una palabra vale más que mil imágenes’. Porque una palabra proyecta millones de posibilidades, más aun desde la sonoridad de una voz. Me parece que lo relativo a Marx, de este modo logra salir de ciertos estereotipos y se convierte en algo más liviano para ser recibido. Y como todo el evento tiene que ver con la velocidad, por la cantidad de cosas que va a haber en poco tiempo, quise hacer algo que fura liviano”.  

Un castillo de mil habitaciones

Además de la performática hay otras cuatro secciones de este mega evento llamado Marx nace. Una de ellos es Marx subrayado en el que escritores, sociólogos, historiadores, traductores, editores, economistas, filósofos y politólogos comentarán subrayados del filosofo homenajeado. Los textos van desde correspondencia personal hasta algunos emblemáticos, u otros menos transitados. Entre los expositores figuran Juan José Sebreli, Florencia Abbate, Carlos Gamerro, Esther Díaz, Damián Tabarovsky, Mariana Dimópulos y otros. Los enfoques también serán diversos. Eduardo Gruner, quien utiliza a Marx cotidianamente en sus clases en la UBA y sus textos teóricos se hará cargo de El 18 brumario de Luis Bonaparte y los Grundrisse. Felipe Pigna especialista en Historia Argentina, aportará sus subrayados las referencias de Karl Marx a nuestro país y la región. La periodista y socióloga Eugenia Zicavo se ocupará del Manifiesto comunista. Cada exposición será breve e intensa: 45 minutos cada una. De un carácter similar pero más “dialectico” será Diálogos marxianos. Cada uno de ellos aborda el marxismo en tensión con cierta temática más amplia, en tono conversado. Entre sus oradores estarán figuras como Beatriz Sarlo y Maristella Svampa.

Como es sabido si se trata de repensar a Marx, hay un objeto que no podría faltar que es el film (aunque la palabra queda corta) Noticias de la Antigüedad Ideológica: Marx - Eisenstein - El Capital. El director clave del llamado nuevo cine alemán Alexander Kluge releyó El capital y buscó imágenes que podrían traducirlo. Se trata de un ejercicio demencial, que incluye todos los costados del marxismo en una película de más de 9 horas de duración que experimenta sobre la forma cinematográfica: a través de excursos de música contemporánea y óperas wagnerianas, conversaciones chispeantes con los principales pensadores vivos de Alemania como Hans Magnus Enzensberger; Peter Sloterdijk; Boris Groys, Jürgen Habermas, Oskar Negt, Joseph Vogl. Además de teatralizaciones de pequeños fragmentos del Capital en manos de por ejemplo actores del Berliner Ensamble. 

Por último, el evento ha producido un libro Marx: sin utopía no hay realidad, con material inédito, entre ellos una serie de relatos del propio Kluge (ver aparte) y otros pensadores del marxismo.   

Doscientos años después del nacimiento de este prócer de la utopía, pareciera que la pregunta es ¿Qué cosas de Marx hay que conservar? Y la respuesta es sin duda, la naturaleza política de su pensamiento. Para él, cambiar el mundo es lo mismo que interpretarlo. E interpretarlo es también ponerlo en escena. De esta manera el Cervantes se vuelve durante ese día –y esperemos que también todos los que vendrán– en ese foro de debate, ese espacio donde la ciudadanía se encuentra para repensarse, que siempre fue el teatro.