Con un muslazo de Pablo Pérez en tiempo de descuento, Boca se quedó ayer con una fundamental victoria por 2-1 como local sobre su escolta Talleres (ahora, a nueve puntos de distancia) y, a falta de seis fechas, despejó el camino para convertirse en el nuevo bicampeón del fútbol argentino. La ventaja inicial la puso Walter Bou, a los 28, tras una genialidad de Cristian Pavón; mientras que Carlos Quintana igualó para los cordobeses.

El duelo disputado en La Bombonera fue de libreto. El equipo de los Barros Schelotto sabía desde el vamos que el empate tenía sabor a triunfo y le entregó la iniciativa a los cordobeses. Sin Carlos Tevez ni Edwin Cardona, la apuesta local pasaba por lo que podía llegar a hacer Pavón, quien se estacionó por la banda izquierda durante todo el partido. Por su parte, Talleres cumplió con su guión y salió a buscarlo. Con los extremos pegados a los centrales xeneizes, los de Frank Kudelka le negaron la salida limpia a Agustín Rossi cada vez que sacaba del arco. Y las falencias del uno se hicieron notar no sólo en el juego sino también en los suspiros que generaba en el público. Ensuciada la salida y de la mano de su motor en el mediocampo, Pablo Guiñazú, Talleres se hizo de la pelota. Primer objetivo cumplido para los de Kudelka, pero el problema era qué hacer luego.

El retador cordobés sintió la falta de un revulsivo durante todo el encuentro. Tanto Guiñazú, como Juan Ramírez y Fernando Godoy hicieron su trabajo, pero no están para la creación de juego. Y como una espina clavada en el ojo, enfrente estaban dos productos de su cantera manejando los hilos: Emanuel Reynoso y Pavón, quien estaba a punto de despertarse.

A los 25, el siete bravo de Boca recibió por el wing inzquierdo, enganchó para adentro, dejó sentado a su marcador y sacó un disparo que besó el travesaño. Avisaba Pavón que tenía la llave del gol y, por ende, lo siguiente no sería traición. Tres minutos después, recibió nuevamente por izquierda, dejó a dos en el camino y, a pura gambeta, se metió en el área hasta quedar frente a Guido Herrera para tocar al medio y que Bou la mande a guardar. Uno de los que quedaron en aquel surco que dejó el sprint de Pavón fue Guiñazú. El capitán, de 39 años, fue el vivo reflejo de qué momento vivía Talleres durante el partido. Cuando se lució, la T mostró su mejor imagen. Cuando se cansó, llegó el gol de Boca.

El empate cordobés también sería de libreto. De pelota parada, Quintana, uno de los gigantes de la T (el otro, Juan Komar, de 1,90 metros) aprovechó su 1,91 y puso el 1-1 de cabeza para silenciar el estadio.

La segunda parte fue un calco de la primera con una sola excepción: Boca se olvidó de que tenía que buscar a Pavón para llegar al gol. Talleres, mientras tanto, apostó a lo que mejor le sale, interrumpir el juego rival y ver si algún pelotazo a las espaldas de los laterales xeneizes era aprovechado por alguno de sus ligeritos en ataque (algo que nunca sucedió). Casi satisfecho se iba la T con el empate, Herrera demoraba y Kudelka metía cambios para comer minutos. Pero a los 92, la T pagaría su mezquindad cuando, tras un peloteo de Boca, Pérez entró sin marca en el área y capitalizó un centro del ingresado Ramón Abila. Muslo y a la bolsa. Si el empate le sentaba bien, con el 2-1 y los nueve puntos sobre su escolta, Boca comienza a saborear la chance de obtener el título, aunque aún faltan seis fechas.