1. Hay dos modos diferentes, entre otros, de relación con el Otro. Para unos, el Otro es exterior y busca entrar. Para otros, el Otro es interior y se trata de hacerlo salir. Para los primeros, fantasías de penetración: seducción, embarazo, violación, etc. Para los segundos, fantasías de corte: tendencia a la compulsión (no poder parar), dudas (hacer y deshacer), etc. Esta es la diferencia entre histeria y obsesión.

Tener al Otro adentro, en la obsesión, permite entender mucho de sus rasgos típicos como la superstición, el miedo a que el Otro se entere (¡si está adentro!), las constipaciones y el erotismo anal, el duelo patológico que hace que el obsesivo nunca se enganche más con alguien como cuando se separa.

2. Hace un tiempo trato de repensar cómo se constituye el sujeto en la obsesión. Ya no me parece suficiente decir que es el efecto de la duda como síntoma fundamental. Me interesa distinguir entre "carácter obsesivo", "pensamiento obsesivo" y sujeto.

Toda formación de carácter es, en cierta medida, una obsesivización. El pensamiento obsesivo es muy común en la esquizofrenia y en las formas actuales de histeria femenina. El sujeto de la obsesión, por ahora (para mí) se constituye en dos momentos: 1) la equivalencia entre pago y deuda, que hace que cuanto más paga más siente que debe; el obsesivo cree que pagar le da derechos, pero con cada renuncia (¡esta es su forma de pagar!) más sumiso se vuelve... al punto de que puede creer que los demás le deben algo por su mierda ofrendada. Este es un aspecto central en el manejo de la transferencia, donde se trata de restituir la condición filiativa del pago a contrapelo de la renuncia; 2) la equivalencia pago‑deuda es mandamiento; no es obsesivo quien padece obligaciones (demandas), sino quien constituye mandamientos a través de su negación: "debés pagar (3,80 coronas)", "¡No!" (dice el hombre de las ratas) y, tercer tiempo: "Si no pagas algo malo pasará". En el análisis de un obsesivo siempre es preciso ir de la duda al mandamiento en que se sostiene, su condición previa.

3. Otra noción freudiana: la "creencia obsesiva". El obsesivo hace un gran esfuerzo para no creer, desde el "no pasa nada" hasta la manera en que no acepta que ella le dijo que no. No le cree. Esto se explica por la relación con el tiempo, la indeterminación temporal en que vive el obsesivo; y por su modo de relación con el Otro (al que lleva adentro).

Para creer es necesario un corte, pero el obsesivo no conoce el corte. "Flaco, te dije que no me llames más, ¿no entendés?" y él dice que sí, pero al día siguiente la llama de nuevo. "Ah, pensé que hoy podía llamarte", dice. El obsesivo recién puede creer después de negar lo que no cree. De ahí la tendencia a la superstición. Decir que "las brujas no existen, pero que las hay" muestra la estructura de la creencia obsesiva. Esto explica por qué el obsesivo necesita el temor para creer, sólo puede creer a partir de imaginar consecuencias negativas.

El punto en que la creencia obsesiva desborda la clínica del tipo clínico y se hace fenómeno social, podría ser muy útil para pensar las campañas para evitar accidentes de tránsito (y por qué no suelen ser eficaces).

4. A partir de la relectura que hice estas semanas del caso del hombre de las ratas (para el curso de clínica que dicto en la UBA) hay una serie de distinciones que descubrí: pensamiento obsesivo, carácter obsesivo, creencia obsesiva, síntoma obsesivo. Estas distinciones amplían un espectro de posiciones que van más allá del tipo clínico.

Por ejemplo, el pensamiento obsesivo, para Freud, es generalizante, mientras que la histeria declara excepción. "Eso es una generalización", dice la histeria. En las redes sociales lo vemos todo el tiempo, cuando alguien comenta o pide explicaciones por algo que un posteo no incluye. "Sí, claro, es una generalización, ¿y? ¿Tanto te agobian?"; sin embargo, para Freud la generalización es un paso preliminar en la construcción de la teoría, porque permite ubicar habitualidades, lo típico que lleva a lo particular.

Ahora bien, lo singular depende del pasaje por lo típico, sino se creería que el sujeto es histérico. ¡No! En este historial Freud muestra cómo el sujeto tiene que ser pensado desde una generalización que no sea obsesiva. Estas distinciones permiten pensar que hay otra diferencia, además del género, que incide en la producción de saber: la histeria y la obsesión realizan contribuciones distintas: los obsesivos producen conocimiento inútil, los histéricos nunca terminan sus tesis.

(*) Psicoanalista, Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología por la UBA. Coordina la Licenciatura en Filosofía de UCES.  Autor de "Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina" (Galerna, 2016), "Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres" (Letras del Sur, 2017) y "El goce de la mirada" (Nube Negra, 2018).