Cuatro fabulosos días jazzísticos tuvieron los rosarinos este fin de semana. Un verdadero lujo para los amantes del género y la buena música resultó el Festival de Jazz organizado por el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa que crece en calidad y audiencia año tras año.

Primera noche. Minuto inical para ver superpoblado el escenario junto a 18 músicos, la mayoría muy jóvenes, conformando la Musimedios Big Band, bajo la dirección del trompetista Sebastián Tesey. La agrupación perteneciente al Sindicato de Músicos de Rosario, abrió fuego con "April in Paris" (Vermon Duke), recordada canción del exitoso musical de Broadway "Walk a Little Faster" en 1932. De muy buena performance, sorprendió la afinación exacta y el incluir un contrabajista, mas un bajista eléctrico para el refuerzo de graves en algunos pasajes. El repertorio navegó las décadas del 40/50, destacándose los arreglos obtenidos de puño y letra del gran Duke Ellington a manos de su viuda, otorgados al maestro santafesino Pedro Casís en su paso por Nueva York. A su regreso de la aventura europea continuó Garrapatea, trío de jazz fusión integrado por Mirko Tijardovic en guitarra eléctrica con un gran sonido e impronta rosando el audio de masters del instrumento como Chuck Loeb & Robben Ford, Lisandro Montedo en bajo, destacándose en sus líneas y solos más el joven baterista Lautaro Bengoechea Moriconi un buscador nato de recursos y sonidos. Para descatar: La canción en sentido homenaje al recordado guitarrista Allan Holdsworth.

El cierre estuvo a cargo del experimentado pianista Mariano Ruggieri junto a su grupo conformado por titanes del jazz rosarino: Julio Kobryn en saxo, Jorge Palena en contrabajo y una autoridad como lo es Sebastián Mamet en batería. Transitaron un listado de canciones con un sonido mezcla entre eléctrico/acústico de gran nivel. Lo de Ruggieri parece suave y poderoso a la vez, llamó la atención su sonido seleccionado lidiando casi el audio de un piano vertical mixturado con lo eléctrico de la banda.

Segunda noche. Mezcal Trío, integrado por los finísimos músicos Damián Bincaz en guitarra eléctrica, Gaston Bozzano en bajo eléctrico y Facundo Aride en saxo tenor llenaron el comienzo de bellas melodías con temas de su primer disco y adelantaron nuevo material. Pablo Juárez en piano y voz, Charly Samamé en guitarra y voz, Hernán Flores en bajo, Julio Kobryn en saxos y Alfredo Tosto en batería, percusión y voz conforman Pecha, un verdadero seleccionado de músicos locales. Con ellos llegaron las primeras voces y coros del Festival, ya que hasta alli lo sucedido había sido instrumental. El afro y brazilian jazz irrumpió la noche y hasta aires de música urbana, candombe y chacarera. A sala nadie se movió para darle la bienvenida a uno de los máximos exponentes del jazz, el prodigioso baterista Pipi Piazzolla, junto a sus compañeros Lucio Balduini en guitarra y Damián Fogiel en saxos. El susurro fue evidente tras no ver a un bajista en el escenario. Pipi se encargó de explicar que de esa forma no estarían conectados a la nota fundamental y los llevaría a estar más entrelazados. Abrieron con "Evidence" (Thelonious Monk) en increíble versión llena de sorpresas, donde reinaron los dúos saxo‑batería y guitarra‑batería, incluida en el disco Arca Rusay en un compás complejo como es el 9/8 donde confesó que gracias a Guillermo Klein aprendió a tocarlo en estilo afro. "Yo vengo de una familia abierta musicalmente, donde hubo mezclas estilísticas, mi abuelo soñaba con tocar música clásica y terminó con el bandoneón", dijo Pipi.

Tercera noche. Seba López Trío se encargó de abrir el set con su canción "Un poco de claridad", luego llegó "Siete cielos" bajo el mando del bossa nova y un recorrido por los caminos de la música ambient bajo el lenguaje de la fusión. Luciano Ruggieri, uno de los mejores bateristas de la escena actual, quien se ubica en el lugar justo al servicio de la canción y Cristían Bórtoli en contrabajo fueron los compañeros ideales para López.

Punto alto para Mobyfreak, banda integrada por Gustavo Marozzi en guitarra, Julio Fioretti en bajo, Javier Allende en batería y Marcelo Vizarri en teclados. Todos excelentísimos instrumentistas de largo recorrido mostrando su propuesta de jazz eléctrico que los identifica. Se escucharon dos temas en cuarteto para luego dar paso a la primer dama de la noche, la versátil y cautivante cantante Paula Soka. Junto a ella abordaron canciones versionadas en alto nivel, como "Shape of my heart"

(Sting‑Miller), "Little Wing" (Jimi Hendrix), "Higher Ground" (Stevie Wonder) y Alma de diamante (Spinetta) que logró exclamaciones y aplausos genuinos de los presentes. Las sustituciones acórdicas, melodías dobladas por la guitarra y cadencias vocales bluseras, fueron partes constantes de los recursos utilizados cercanos al smooth.

Luego fue el turno de Horacio Fumero, un ícono de enorme recorrido representado el jazz, en este caso en formato dúo familiar junto a su hija Lucía Fumero en piano y voz. "Capullito de Alelí", "La espera" (del cubano Alejandro Vargas), "Carancho" de su autoría e incluida en el álbum Vuelos (BlueArt), de movimiento contrapuntístico, rítmico y chacarerístico fueron algunos de los brillantes momentos de este dúo, para explotar en aplausos en la canción "Milonga Gris" (Carlos Aguirre), bellísima composición doblada en un poderoso scat de piano y voz por Lucia, llena de emoción, cadencias, acentos y sorpresivos cortes.

Infaltable si de jazz se trata, la presencia de uno de nuestros popes rosarinos, el legendario Rubén "Chivo" González junto a su sexteto, recargado con las presencias santafesinas de Víctor Malvicino en saxo tenor y Pedro Casís en trompeta. "Mood Indigo", "In a mellow tone", "Perdido", "Solitude", "Isfahan", sonaron en un esperado y sentido homenaje a Ellington, a quien el Chivo según cuenta la historia pudo saludar en 1968 en el Teatro Argentino de La Plata, mientras el astro comía un sandwich de lechuga. Parráfo aparte para la gran introducción de piano en "In a sentimental mood", donde el maestro Leonel Lúquez demuestra semana tras semana por qué es un pianista todo terreno. Con gran sonido y ubicación musical participó en contrabajo Franco Di Renzo, sumado a la alegría y placer de ver y escuchar al dueño del jazz en la batería, el querido Pau Ansaldi. La noche culminó como correspondía con Horacio Fumero incorporado al sexteto en memorable cierre junto al "Watergate Blues".

Mariano Loiácono, de brillante digitación.

Domingo. Había que traladarse al Museo Castagnino para escuchar a dos grandes músicos. Adrián Iaies (de Buenos Aires) en piano y Mariano Loiácono (Cruz Alta) en flugelhorn. La naturalidad de ambos es increíble. Un Loiácono de enorme digitación y fraseos majestuosos y un Iaies indiscutible, absolutamente gestual y musical para tocar, cantando internamente para el todo lo que iba sucediendo en el desarrollo, como conteo de tiempos y doblaje de melodías, expresando todo eso en su ser y dejando bien en claro su sonrisa y felicidad mientras ejecuta para pasar a la seriedad cuando habla frente al público. Sonaron: "I love my chiru", "Ampelopsis waltz", de su autoría (incluidos en el disco Nikli Song), "Las inclemencias del tiempo", "Golson" (dedicado a Benny Golson), "A propósito" (de Tommy Flanagan), uno de sus preferidos, y "Rubio tornado catalán". Los que hicieron escuela y dejaron huella, sobrevuelan cualquier escenario y también hubo momento para la trilogía spinettiana y suenen mixturados en bellísima puesta "Canción para los días de la vida", "Fermín" y "Maribel". "Mariano es uno de mis maestros, tocar con él me hace estudiar más, es un verdadero héroe local, y donde pisa crece el pasto", dijo Iáies. El bis fue "Años de soledad", de Astor Piazzolla como la última que escucharíamos en esta maratón jazzera en la ciudad.