La presencia de Mario Breuer en Rosario es un acontecimiento por partida doble. Por un lado, la "Audio Conference" que el ingeniero de sonido brindará hoy a las 10 en Plataforma Lavardén (Sarmiento 1201): su experiencia en la gestión de producción musical estará aquí orientada a describir cada uno de los pasos que implica la cadena musical. Por el otro, el título de la charla de mañana, a las 19, ya es elocuente: "Muerte y resurrección del HIFI": el devenir histórico del audio, desde los '80 a la actualidad, del vinilo a estos días. Cada una de las actividades está dedicada a todo interesado en el tema, más allá del mayor o menor conocimiento. Un concepto, en suma, que implica pensar el sonido desde una dimensión social inherente.

Mario Breuer es nombre fundamental para la música y el rock argentino. Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Mercedes Sosa, León Gieco, Los Redonditos de Ricota, Soda Stereo, son algunos de los nombres que su trayectoria ha trajinado. A una ebullición creadora constante, suma también esta faceta pedagógica porque, dice a Rosario/12, "lo primero que me aporta es aprendizaje; al enseñar también se aprende, y me gusta el contacto, me gusta difundir lo que yo hago. Lo hago quizás por una causa naif o no sé qué, pero a través de mis cursos y seminarios, lo que me propongo es elevar la calidad de generar el sonido en nuestro país. Si yo sé un par de cosas que los demás no, me parece que está bueno compartirlas y levantar el nivel general del sonido de los discos".

-‑ No es un aspecto menor, ya que piensa tanto en quienes producen como también en quienes escuchan música, dos lugares de igual importancia.

-‑ En realidad, se trata de la formación de la escucha. Voy a dar un taller pero también una charla, que es un poco para el público en general. Yo no apunto solamente a los colegas, a los que quieren hacer esto, sino que también me gusta enseñar. En ese sentido, en "Muerte y resurrección del HIFI" trato de contar, por un lado, cómo es que se hacen los discos, y por el otro, cómo fueron cambiando y girando todas las costumbres en cuanto a la producción, a la distribución y consumo de la música. Está dirigido a un público muy abierto, sin palabras difíciles, y si las hay las explico claramente. Hay mucha gente que no entiende cómo se hacían los discos antes de la computadora, así que me da mucho placer dar clases, enseñar. Por otra parte, es una manera de sublimar las ansias que tenía de adolescente, cuando era el baterista de algunos grupos profundamente desconocidos (risas). En algún momento mi camino dentro de la música cambió y, por decirlo de alguna manera, las ganas que me quedaron del escenario las estoy utilizando ahora. Para mí es un gusto estar frente a un montón de gente, manejar ese público, tirar información, recibir información, la verdad que es una actividad que me da mucho placer.

-‑ De diez años a esta parte, ¿qué destaca como características sustanciales?

-‑ La verdad es que en los últimos años ha cambiado absolutamente todo. Por ejemplo, yo empecé a escribir mi libro (Rec & Roll: Una vida grabando el rock nacional, Aguilar, 2017) por el 2013, y me empecé a juntar con periodistas para charlar y generar los relatos que están allí. En los últimos meses, cuando estábamos en la revisión, tuve que cambiar algunas cosas, que de hecho no cambié sino aclaré: "Lo que digo en tal capítulo, lo dije hace tres años, esto hoy no es así". Los cambios son vertiginosos, brutales, los volantazos son casi agresivos en la tecnología y en la manera de consumir y de distribuir música. Te diría que han pasado muchísimas cosas. Hace diez años no existían los streaming, hace diez años sin ninguna duda yo prefería trabajar o mezclar un disco en un estudio con equipos analógicos, y hoy ya no es así. Hace diez años era fundamental tener algún sello discográfico independiente y contratar gente de prensa para las radios, hoy el movimiento del disco va por la red; hasta hace pocos años, si uno no sacaba un disco con ocho o nueve temas, estaba sacando un EP, y hoy hay gente que saca los temas de a uno, e incluso hay una modalidad que es la de hacer el disco y no lanzarlo completo, sino de a un tema. Ahora bien, este es un paradigma del último año, y yo no sé para mediados de este año qué cambios fuertes habrá, pero en cualquier aspecto, el único cambio que no aparece es el de la retribución para el músico por sus derechos autorales. Eso se ha perdido a comienzos de siglo, han mejorado un montón de cosas en torno de la música, pero lo que todavía no mejora es la retribución al músico por sus derechos de autor.

-‑ A su criterio, ¿qué es lo que debe permanecer invariable?

-‑ Hay dos cosas. Por un lado, me viene una frase de Jorge Alvarez: "Hay que respetar las especialidades". Y me parece que esto es algo que no debe variar. Si alguien tiene el talento para tocar la guitarra o el piano, y tiene una computadora y un sistema para grabar, está bueno que ejercite, que practique, que utilice eso como una herramienta de crecimiento. Pero a la hora de grabar un disco, uno tiene que contactar a un ingeniero de grabación. Hay muchos discos y mucha gente que desde la ignorancia, en su dormitorio y frente a su computadora, adoptan roles de profesionales que estudian cinco o seis años en la universidad, y después todavía se queman las orejas y los ojos durante diez años haciéndose la carrera; me parece que eso es algo que hay que respetar. Si un disco necesita de un productor, tiene que haber un productor profesional, si necesita un ingeniero de grabación, o de mezcla o de mastering, esas cosas hay que respetarlas. Siempre digo, si te duele una muela, ¿te la arrancás o vas al dentista? Ya sé, hay gente que se arranca la muela, pero definitivamente no está bien. Y la otra cosa que no se tiene que abandonar es la calidad musical, interpretativa, compositiva, y eso es algo que se ha perdido mucho porque con la capacidad de los sistemas digitales de poder corregir tempos, afinaciones, rubatos, etc., hay muchos músicos que tocan así nomás porque total después se puede arreglar, o lo cantan así nomás porque después total lo pasamos por el software ese que afina la voz. Eso no se puede perder. El que no esté en condiciones de cantar o de tocar por sí solo, debería seguir estudiando. Estas dos cosas no pueden cambiar nunca, la música tiene que ser buena y los profesionales que se ocupen del sonido también.

-‑ ¿Distingue un sonido característico en el rock argentino?

-‑ Hay características que son imborrables; por ejemplo, estaba masterizando el disco de Alejo Gandini, y Alejo hizo un disco absolutamente moderno, con muchísimo talento, lindas canciones, lindas letras, pero lo escuchás de punta a punta y decís "esto es rock nacional", se nota que este tipo escuchó a Litto, a Manal, Charly, Spinetta. Me parece que el rock argentino tiene una característica de alguna manera imborrable, que lo hará sobrevivir a cualquier cambio.