Abordar la lectura de Urbanización X (Seix Barral 2024), novela de la poeta y narradora española Marta López Luaces (A Coruña, 1964), radicada en la ciudad de Nueva York, -ficción que construye una realidad situada a fines del siglo XXI en la que nadie desearía vivir-, implica aceptar sus efectos colaterales: si tensionamos, llevándolos a la hipérbole, los hilos que allí se desovillan, se advierte que el germen de dichos ovillos ya late y está vivo y amenazante entre nosotros. Como si miráramos a través de un cristal de aumento, se entiende que el mundo distópico representado no es sino el eco pesadillesco del presente, el aviso desoído de Casandra, el espejo en el que no queremos mirarnos.

Se trata de un mundo cuyos bordes -entre otras citas y menciones leídas a lo largo del texto-, son claramente expuestos en los epígrafes que dialogan con la trama, tomados de autores y autoras que sobradamente han dado cuenta de cómo, en contextos de globalización y neoliberalismo, la violencia, la muerte y la explotación suelen asociarse para generar ganancias.

Las coordenadas espaciotemporales de Urbanización X dicen: año 2099 en la Tierra, devastada tras un colapso ecológico o, mejor, ecocidio, si atendemos al descuido actual de los recursos naturales del planeta. La humanidad sobrevive distribuida en urbanizaciones amuralladas que siguen el orden del alfabeto. Según su fortaleza económica representan las clases sociales conocidas: de la A a la D las más altas donde unos pocos privilegiados aún respiran aire limpio bajo el cielo azul; de la E a la L podrían ser las capas medias y en las últimas letras se ubican las clases más bajas disueltas en la marginalidad, un mundo sin derechos en el que las mujeres son el grupo más pauperizado, meros objetos rentables en la Bolsa Internacional de Acciones Humanas. Las familias venden a sus hijas para escapar de la pobreza. Solo pervive el valor económico. La humanidad se ha deshumanizado.

La historia retrospectiva se cuenta desde la voz de su narradora y protagonista, Uxía, hija de un narco poderoso y de una mujer que maneja la prostitución en la X, donde violencia y crimen son rutina. Un lugar del que se dice: “El mayor entretenimiento es la violencia. La muerte se ha introducido en nuestro deseo”. Si bien el poder económico parental funciona como escudo protector, Uxía le teme a la pobreza que se huele, se siente, “chirría” cerca –dice-, y contra viento y marea se prepara para nunca caer en ella.

No escribe en un cuaderno al modo del diario decimonónico o de la comunicación epistolar, sino que elige una forma aggiornada de dicha tradición: un blog administrado desde la X, foro aparentemente abierto aunque censurado: tras la primera publicación los comentarios que amenazan o insultan se borran, y el excedente de dos o tres que sí se publican, van a un archivo. 

Los posteos de Uxía buscan justificar o despejar dudas sobre una probable complicidad suya en la desaparición de tres jóvenes (sus dos amigas y su ex novio), quienes han creado un proyecto solidario colectivo que intenta rehabilitar ese mundo en ruinas. Los usuarios del blog (en general miembros de las clases medias o bajas) opinan, algunos le creen, otros la acusan de mentir, se burlan e incluso intentan silenciarla o desertan de la página. Tal polifonía de voces dispares instala la duda; quien lee oscila entre creer o descreer de lo que se cuenta, el relato deviene una conversación hostil, una letra siempre incierta.

Uxía defiende su palabra mientras escribe: intenta conmover o mostrarse fuerte, prueba y define estrategias. Sus lectores vigilan y dictaminan, nada es del todo claro ni confiable, la verdad siempre en jaque,. Uno de los usuarios dirá: “…la verdad es compleja, por eso preferimos creer que no existe o que algo oscuro se esconde detrás de ella”. Algunos sospechan que Uxía y quienes la rodean podrían no ser reales, ¿existen? Se sabe por los relatos conocidos que el número de historias posibles es limitado, ¿existen ellos o se trata de una copia de personajes que ya conocemos?

Es decir, “la verdad”, en Urbanización X (tal como sucede en nuestro tiempo) es un campo de batalla y el lenguaje, terreno minado y herramienta de manipulación. Pese a las críticas, la escribiente no baja los brazos ni abandona su relato, sabe que, como lo expresó Orwell y algún usuario lo cita: “Quien controla la construcción del relato controla la realidad”. 

 

El relato es poder, quien narra controla qué recordar o qué olvidar, elige la víctima y el victimario. Conoce ese poder y lo usa; escribe para pasar en limpio su versión de la historia, su relato. En un mundo donde nada queda en pie, la palabra, aun sospechada, aun devaluada, logra permanecer. Así, el pensamiento de filósofos, antropólogos, escritores, economistas, activistas de los siglos XX y XXI, permanece en la memoria de los usuarios del blog, entre ellos, y paradójicamente citado por alguien que pertenece a la X donde la educación es un bien escaso, resuenan las palabras de Bifo Berardi quien “vio en la poesía, la voz del lenguaje capaz de crear nuevos significados y otras realidades posibles”, palabras que, dice, inspiraron a los jóvenes idealistas desaparecidos que vieron en la poesía un instrumento de transformación social en tiempos de crisis de la imaginación, aplastada por el peso brutal de la economía financiera.

Y ha de haber sido, tal vez, en estas palabras de Berardi, que Marta López Luaces nos acerca el ritmo deseado de una nueva respiración, la posibilidad de un antídoto a tanta realidad distópica: la palabra poética, revolucionaria y sobreviviente a toda destrucción, tal vez sea la única capaz de crear una realidad alternativa. 

Con un lenguaje claro, intensamente simbólico, exento de adornos, casi diría funcional, cercano a la experiencia de quienes deambulan en las recovecos de ese mundo deshumanizado que ha olvidado la dimensión poética del lenguaje, no resigna sin embargo, apelar, cada tanto, a un cierto resplandor poético en las páginas de Urbanización X, como quien da un respiro a tanta reducción, a tanto sofoco, a tanto condicionamiento.

En los tramos finales, el relato de Uxía adopta el ritmo cinematográfico de un thriller, una serie de peripecias que incluyen infidelidad, traición, asesinato, huida, cruces de fronteras, hechos manipulados por las dos organizaciones que en diferentes direcciones lideran los destinos de la humanidad, el blanqueo de la acción colectiva de los desaparecidos versus la salida individual de Uxía a cambio de servicios especiales, quien acepta y declara: “Y sí, soy una persona de este tiempo, mi yo –mi bienestar, mis deseos y mi prosperidad es lo que importa”. Se precipita así el acceso prometido a la urbanización que siempre imaginó como el paraíso, y donde lo que allí encuentra devela a quien lee, aquello que Uxia no puede expresar porque al momento de trasponer la entrada y comprobar en qué consiste la ansiada urbanización A cierra su último posteo: ella también ha sido manipulada; idealistas y pragmáticos han sido ipor igual cooptados por el poder económico. No hay salvación. No hay tal paraíso. La imagen poderosa de una extensión baldía es el espejo agrio del que hablábamos al comienzo de este texto: el fracaso de un sistema que promete bienestar a cambio de exclusión, un mundo “ideal”, que solo implica ruina.

Urbanización X no es solo la proyección de un futuro devastado. Es también una reflexión sobre el poder del lenguaje, sobre la violencia de los relatos que desestabilizan la realidad y la despojan de su historia hasta vaciarla de toda humanidad. Muchos interrogantes quedan flotando. Corolario de tanta pérdida, y tratando de imaginar un futuro si es que existe, brilla, al menos, una certeza: la necesidad urgente de exponer y resguardar nuestros testimonios.

Marta López Luaces, Urbanización X, Seix Barral, Buenos Aires 2024