Como todos los años, la “cuestión educativa” es protagonista de la agenda pública y mediática durante el mes de marzo. Antes del comienzo del ciclo lectivo, se reinicia el debate sobre la educación en Argentina, en especial, centrado en la actualización de los salarios docentes. Este nuevo comienzo brinda la oportunidad de enriquecer la reflexión y así pensar la educación en forma estratégica, sistémica y a largo plazo, para encarar las transformaciones necesarias y así terminar con las desigualdades existentes. 

En el caso de la CABA, dichas desigualdades son profundas y preocupantes: los últimos resultados de las pruebas PIRLS refirieron al “efecto cuna” porteño, puesto que en este distrito el origen socioeconómico de los alumnos está entre esos factores que más inciden en el desarrollo de la comprensión lectora. Esto equivale a decir que, en la Ciudad de Buenos Aires, existe inequidad educativa.

Sin embargo, una megaciudad como Buenos Aires se encuentra frente a la oportunidad de revertir esta situación. Tiene un poder transformador que debe aprovechar adoptando el concepto de “Ciudad Educadora”, para así fomentar el respeto por la diversidad y la igualdad a través de la educación, facilitar la afirmación de la propia identidad cultural y promover hábitos socialmente responsables. 

Es deseable que Buenos Aires sea más que un “polo educativo”, para convertirse en una “Ciudad Educadora”, que iguale oportunidades para una vida en democracia y participación. Para que la ciudadanía se construya en la relación dialéctica entre el ser humano y la Ciudad: mientras esta lo ciudadaniza, aquel la humaniza. 

Una forma de capitalizar el valor educativo y cultural que ofrece la CABA es modelando una Marca Ciudad, que considere este aspecto como parte fundamental de la idiosincrasia porteña. Ella permitiría un diseño de las políticas públicas orientado a facilitar el acceso universal e igualitario a la educación, desde una transversalidad que abarque cuestiones como el transporte, las necesidades de las personas grandes, el medioambiente, el espacio público, el deporte, la cultura y la inclusión social. 

Como afirma la “Carta de Ciudades Educadoras”, todos los habitantes, en condiciones de libertad e igualdad, tienen el derecho a disfrutar de los medios y oportunidades de aprender. Para ello, la política local precisa conocer las necesidades de la comunidad y garantizar la calidad de vida de todos, dotando a la Ciudad de espacios, equipamientos y servicios públicos adecuados para el desarrollo personal, social, moral y cultural de niños y jóvenes. 

La etimología de la palabra “educación” proviene del latín “educare”, el cual significa criar, alimentar, nutrir, desarrollar y capacitar todos y cada uno de los aspectos de un individuo o una sociedad. Resulta indispensable volver al origen de este concepto, para que la educación acompañe el desarrollo de nuestra vida en la Ciudad en todos los ámbitos, dentro y fuera del aula, al servicio de la cohesión social. Para alcanzar el objetivo, este compromiso debe ser asumido no sólo por el Ministerio de Educación, sino por todas las áreas de gobierno. 

Sólo concibiendo a la Ciudad como un agente educativo será posible alcanzar la equidad educativa. Asumamos el compromiso colectivo para intercambiar, aprender, compartir y por lo tanto enriquecer la vida de todos los porteños.

* Docente Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.