Quince minutos antes de nuestra cita, a pasos de mi casa, me sorprendió su mensaje. Decía que me había tocado el timbre, sin éxito, claro. Ay, te espero tomando un café acá nomás, me escribió. Vení acá y tomamos un trago, le contesté. Jamás hubiese asociado esta actitud de puntualidad extrema con el extraterrestre veinteañero al que me tocaba entrevistar.

Rous, original de Luján pero radicado en la ciudad de Mendoza desde hace varios años, es un músico de pura cepa. Literalmente. Lo que comenzó como un juego, poniendo Britney Spears en “La cueva del oso” de Luján luego de que tocaran bandas hardcore, se transformó en lo que hoy hace vislumbrar una sólida carrera en el mundo de la electrónica más sofisticada. De pura cepa, decíamos. No sólo su pasión por la música y el deseo de encontrarse más profundamente con ella movieron a Rous a Mendoza. También el vino, el bartenderismo y el mundo culinario hicieron lo suyo. Su empleo en esa ciudad, a las órdenes de Francis Mallmann, es en un restaurante del barrio de Godoy Cruz.

“Yo hice algo que en mi planeta no existe”, me dice antes de quedarse en silencio. Y, mientras revuelve los hielos dentro del trago que él mismo preparó, termina de redondear la idea. O sea: ningún amigo suyo dejó todo atrás de esta manera, por un proyecto, por un sueño, por la música. “Me fui para Mendoza con una mano atrás y otra adelante”, y lo bien que hizo.

Por la cercanía de la ciudad de Mendoza con la de Santiago de Chile se hizo habitué en la cabina del Club Sauna. Allí, además de generar un séquito de bailarines chilenos, tuvo la suerte de que el productor Vicente Sanfuentes escuchara su set en vivo. De ahí a la edición de su increíble EP de 2016, La Púrpura del Ocaso editado por Sanfuentes Records, pasaron sólo algunos meses. En cuatro temas bailables de simples y poderosas líneas de sintetizadores vintage, este joven alien de la electrónica parece querer hacernos sentir la crudeza de la nieve, inspirándose en las montañas de Los Andes. “La púrpura es el color del vino y el ocaso es el momento en que el artista cierra los ojos para pensar, con una copa en la mano, luego de un día de trabajo.”

El track “Silencio Carmesí” es la insignia del disco, y fue incluido en sus DJ sets por artistas como Jennifer Cardini, Solomun y Dixon, entre otros. “Sólo me gusta la música que hacen mis amigos”, y enumera: Carisma, The Chica, DJs Pareja, Alejandro Paz. “Ellos me dan ganas de competir sanamente, como entre niños”.

Es viernes en Buenos Aires y es noche de Dengue Dancing, la fiesta que desde hace varios años convierte la pista del museo nocturno Gong Disco Senior en una celebración imperdible para los amantes del baile. Hordas de disco, house, techno y todos sus híbridos. Justamente Híbridos fue el nombre elegido para el EP debut de Rous editado en 2013 por Dengue Dancing Records, el sello de la fiesta. En esta noche Rous es el encargado de cerrar la pista, arrancando con su set a las 4 de la madrugada. Llego a mi amado reducto a las 3.30, previa siesta reglamentaria, y lo veo a nuestro héroe bailando el tramo final de los Carisma, feliz, en una pista repleta de bailarines decididos que se rozan pero nunca se clavan los codos. La gorra de Rous es distinta a la que tenía puesta en mi living. Esta parece la de un soldado. Su outfit se completa con un arnés de torso que parece una tira de balas, ya está listo para darlo todo.

“Tocar y ser residente en mi propia fiesta, esa es mi defensa”, la Rous ya se había terminado el trago y ahora me hablaba de la fiesta que empezó a organizar hace ya tres años en su amada Mendoza: la Porno Party. Ya tuvo edición chilena y pronto tendrá también una primera versión peruana. “Hay ciertos habitués, como la Mauricio Poblete, que si no aparecen en la pista, me pongo triste”, me dice antes de explicarme sobre la moda del techno más conservador y heteronormativo que se vive en su ciudad.

“Mi fiesta es la contracara a todo eso, esta es la fiesta de los inadaptados sociales”.

Porno Party is Burning en Parador Burzako, con The Chica y Rous. Domingo 29 de abril. Panamericana 6968, Chacras, Mendoza.